AL COMPÁS DE LOS DÍAS
DIPLOMACIA DE GUERRA
07/02/2008
Manuel Felipe Sierra
¿Hasta dónde puede llevar Chávez la escalada diplomática con Colombia? ¿Tiene algún sentido la paranoia guerrerista estimulada por el discurso presidencial? La afirmación hecha por el mandatario de que “Venezuela limita con las FARC, que constituyen un estado paralelo, con leyes propias que sí cumplen”, implica reconocimiento de los espacios bajo el control de la guerrilla. La nueva operación de rescate unilateral de tres congresistas rehenes (más allá de su significación humanitaria) representa una injerencia en los asuntos de otro país. Las respuestas del gobierno colombiano han revelado una alta dosis de prudencia. Uribe pidió a los parlamentarios oficialistas y opositores que guardaran silencio ante las frases de Chávez y autorizó, sin más alternativa, la presencia venezolana en la liberación de los secuestrados.
Ciertamente, las relaciones entre los dos países han conocido otros momentos de tensión. Sin embargo, todos fueron manejados por los gobernantes venezolanos con criterio de Estado y preservando, además, la soberanía nacional. Aquellas situaciones eran derivadas del largo litigio fronterizo colombo-venezolano. En ese contexto, hubiera sido posible recurrir a la exacerbación nacionalista y la exaltación de la fibra patriótica, de haber sido ésa la intención de los gobiernos.
Ahora se colocan las relaciones a punto de ruptura y no se descarta un eventual incidente militar sin que existan razones para ello. Todo obedece al interés de Chávez en convertir a las FARC en un elemento estratégico de su proyecto de expansión continental. En ese camino viene persistiendo el régimen desde hace tiempo. Una investigación de la revista “Semana” revela diversos episodios sobre la convivencia de los servicios de inteligencia militar de Venezuela con los jefes guerrilleros y, en consecuencia, con agentes del narcotráfico. Porque si algo está claro, es que las FARC dejaron de ser un movimiento revolucionario para devenir en escudo del negocio de la droga, la extorsión y la industria del secuestro. No es por casualidad que millones de personas en más de 120 ciudades del mundo expresaron el 4 de febrero repudio a sus prácticas. Un mensaje que si no de manera explícita, también estaba dirigido al presidente venezolano, quien en solitario asume ahora la defensa de los hombres de Tirofijo.
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