viernes, 13 de julio de 2012

Al compás de los días



UN ENORME DESAFÍO

El partido COPEI y otras fuerzas políticas han iniciado una acción para abordar el tema de la transición post 7-10. Un asunto que ahora cobra mayor importancia ante la perspectiva de una victoria de la alternativa democrática que representa Henrique Capriles Radonski. Resulta claro que restablecer la legalidad democrática es un prerrequisito para que un nuevo gobierno pueda reencauzar la vida nacional. La transición venezolana además se dará en circunstancias especiales y si se quiere inéditas en América Latina. Ella no surgirá de un acto de fuerza; de una ruptura traumática del orden establecido; ni tampoco como consecuencia del agotamiento del modelo que se va a sustituir; ni sería el producto de un cuadro extremo de ingobernabilidad.

Comenzaría curiosamente con reglas del juego plenamente compartidas, de tal manera que es tan legitimo el mandato que reciba un nuevo presidente como legitima son las instituciones que deben ser revertidas o cambiadas. Tampoco se trata de la clásica sustitución de la dictadura por la democracia tan común en nuestros países y que generalmente se resuelve por la vía de las constituyentes y las reformas constitucionales. El modelo que se impone sustituir tampoco es el tradicional régimen militar basado solamente en las armas y la negación de la libertad sino que se trata de un régimen militarista, pero todavía con innegable apoyo popular; además de ser una expresión del neototalitarismo cuyo regímenes guardan algunas formas tramposas  propias de la democracia, como las elecciones y espacios para la acción opositora.

Como si fuera poco el chavismo es un proyecto ideológico que en 14 años ha asfixiado la propiedad privada,  ocupando espacios que pertenecen a la sociedad, destruido el aparato productivo, consagrado la llamada “hegemonía comunicacional” y que opera con leyes que procuran crear matices de miedo e inhibición en la población.

De esta manera la transición hacia la democracia  atada a una victoria electoral de las fuerzas democráticas supondrá una tarea difícil, laboriosa y compleja. Ella tendría que ser asumida sobre la base de un consenso y de un acuerdo nacional que trascienda al mundo político. Por muchos votos que obtenga un nuevo presidente ello no bastará para afrontar con éxito el inmenso reto, el enorme desafío que supone la transición. De allí que todos estos procesos hayan estado precedidos de acuerdos mínimos de gobernabilidad capaces de incluir y comprometer la mayor suma posible de sectores sociales. Por supuesto, se requiere también en gran medida de la comprensión y la solidaridad de la comunidad internacional, que debería ir mucho más allá de las famosas observaciones para los procesos electorales, que últimamente lucen cada vez más simbólicas y turísticas.


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