PODER O MUERTE
Alejo Carpentier le dijo en
una ocasión a Fidel Castro que dudaba sobre el nombre de su próxima novela y
que se debatía entre “La
Consagración de la Primavera ” o “La Fuerza del Destino”. Al Comandante le pareció genérico repetir el
nombre de la obra de Stravinski, pero se fascinó con la ópera de Verdi. “Me quedé como loco”, le confesó al escritor Norberto Fuentes.
Fuentes
ajustaba cuentas con el viejo proyecto de contar la vida de Castro a quien
llegó a conocer muy de cerca combinando la corresponsalía de guerra con tareas
de inteligencia. El resultado fue la “Autobiografía de Fidel Castro” publicada
en dos tomos, el primero de los cuales cubre desde el nacimiento de Castro el
13 de agosto de 1926 en una finca de Birán, un día de ciclones y bajo la
bendición de Aggayú (Dios guerrero de la santería), hasta el 1 de enero del 59
cuando Fulgencio Batista vio por última vez las costas de la isla.
La
cronología política de Castro no es producto de una vocación cultivada en el
estudio, la artesanía partidista, el compromiso ideológico ni de una visión de
país. Su personalidad fue labrada en los traumas familiares, la exaltación de
sus ventajas físicas y la obsesión de la gloria. A finales de los años 40 la lucha
universitaria cubana era el escenario propicio para el ascenso de los nuevos líderes.
Más que en los partidos el debate giraba en torno a los nombres herederos del
movimiento que en el 33 derrocó a Gerardo Machado y un grupo de jóvenes que
apostaban a la “dialéctica de las pistolas”.
En
ese aprendizaje, al joven Castro lo marcaría la invasión de Cayo Confites en el
47 organizada por exiliados dominicanos para derrocar a Rafael Leonídas
Trujillo con apoyo del gobierno de Grau San Martín. A los 21 años llega al islote
inhóspito donde entrenaban los expedicionarios y una noche a través de la CMQ escucha la noticia sobre
la “masacre de la Calle
Orfila ”. Mario Salabarría jefe de una de las bandas que
imponían el orden en las calles habaneras utilizó su influencia en el gobierno
para asaltar y asesinar en su cuartel general a Emilio Tró, su más encarnizado
enemigo. La matanza habría de reimpulsar la vendetta política. Castro sabía que
ya estaba envuelto en ella y que ese y no otro sería el camino para cristalizar
sus designios. Semanas antes había conocido a Tró en una misteriosa casa de El
Vedado y suscribió con él un código de sangre. El legendario pistolero lo
despidió con una frase que esa noche le daba vueltas en la cabeza: “nadie muere
en la víspera, muchacho. Nadie”.
Si
la fuerza de su carácter guiaba sus pasos en el futuro también lo acompañaría
la mano del destino. El golpe de Batista el 10 de marzo del 52 le despejó el
camino para una figuración protagónica. La violencia incontrolable; las pandillas
como sustituto de los partidos y el comienzo de una dictadura del cha cha cha, los prostíbulos y las mesas
de juego, abrían camino a la acción directa y la estrategia de la lucha armada.
Cuando el 51 Eddy Chibás, líder del Partido Ortodoxo y conocido por su consigna
“Vergüenza contra dinero” se suicida en la emisora CMQ. A su entierro acude una
multitud enfurecida. Castro acompaña en primera fila al popularismo periodista
José Pardo Llada y le propone la toma del Palacio Presidencial. Pardo por
supuesto no cede a la aventura. El 26 de julio del 53 dirige el asalto al Cuartel
Moncada en Santiago de Cuba, en una
acción que fracasa y en la cual mueren la mayoría de sus compañeros. Logra
salvarse cuando es capturado en la finca Las Delicias porque el jefe de la
misión Pedro Sarría era enemigo de Batista. Días después en la prisión el carcelero
Jesús Yánez Pelliter se niega a suministrarle una dosis de veneno que le había
ordenado la superioridad. Castro asume su defensa ante los tribunales con el
alegato de “La historia me absolverá” frase tomada de Adolfo Hitler. Es
condenado a 15 años y a los 2 años y medio se beneficia con una ley de
amnistía. Viaja a México y enseguida recorre varias ciudades de Estados Unidos en
busca de recursos para una invasión. Carlos Prio Socarrás el mandatario derrocado
por Batista, aporta 75 mil dólares para la compra del barco “Granma” con el
cual sale del puerto mexicano de Tuxpan acompañado con 81 voluntarios.
La
expedición fracasa y la mayoría de sus hombres son asesinados. Castro deambula por
las breñas de la Sierra Maestra
y mediante operaciones mediáticas asume al tiempo el papel de un héroe mítico.
Es entrevistado por Herbet Mattews de New
York Times y protagoniza un documental con Bob Taber para la cadena CBS,
que lo presenta ante el mundo como “el Robin Hood de los tiempos modernos”.
Nuevos grupos suben a la montaña y la insurrección crece en las zonas urbanas,
mientras que Estados Unidos suspende la venta de armas a Batista. La caída de
Pérez Jiménez el 23 de enero del 58 hace de Caracas el centro de la solidaridad
internacional con su guerrilla. Wolfang Larrazábal le envía el primer fusil “Fal”
que conoce en sus manos y en la capital venezolana se organiza un Gobierno en
el Exilio que habría de conducir a la transición. Ya entonces Batista era un dictador en
irremediable desgracia.
Si
“La historia me absolverá” queda como el canto de la victoria, Fuentes rescata
una pieza sepultada en el silencio de la derrota. Rafael Díaz-Balart su cuñado
y amigo entrañable en la fatiga universitaria, ahora en su condición de
parlamentario del régimen fue el único voto que se opuso a la Ley de Amnistía. En un memorable
discurso dijo: “Fidel Castro no es más
que un psicópata fascista que solamente podría pactar desde el poder con las
fuerzas del comunismo internacional, porque ya el fascismo fue derrotado en la Segunda Guerra Mundial y
solamente el comunismo le daría a Fidel un ropaje seudoidelogico. Fidel y su
grupo quieren una sola cosa: el poder, pero el poder total, que les permita
destruir definitivamente todo vestigio de Constitución y de ley en Cuba para
instaurar la más cruel, la más bárbara tiranía que seria muy difícil derrocar
por lo menos en 20 años”. Díaz Balart se equivocó en la predicción del
tiempo. Desde hace 53 años Cuba se asfixia en el puño de los hermanos Castro. El
lunes 13 de agosto en un sospechoso silencio Castro llegó a sus 86 años.
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