lunes, 1 de octubre de 2012

Fábula Cotidiana



YO, PERIODISTA


Fragmentos de una reciente conversación con Domingo Alberto Rángel (fallecido el 22/09/12) para el libro en preparación “Política y Periodismo en la Venezuela del siglo XX”


I

- “Yo comencé realmente la actividad periodística en Maracaibo, con Panorama, de cuyo director era muy amigo mi padre. Mi padre fue abogado de la Shell, por lo cual yo fui a estudiar a Maracaibo. El viejo Ramón Villasmil y él tenían una estrecha amistad. Entonces, una buena mañana mi padre me dijo “¿Por qué no escribís?” – así hablaban los andinos de su generación, ya no hablan así- “Ramón Villasmil es mi amigo”. Entonces me senté a la máquina y como pude escribí una nota que él le entregó a Don Ramón Villasmil y para mi sorpresa días después apareció publicada en la página editorial de Panorama. Ahí comenzó mi inclinación por el periodismo”

II

-  “Yo vine a estudiar a Caracas, traía una recomendación de Rigoberto Henríquez para Valmore Rodríguez, director de El País y que es un hombre, a mi juicio, injustamente olvidado, porque era tal vez lo más agudo que tenía Acción Democrática. Resulta que Valmore Rodríguez no era socialdemócrata, era como anarco-sindicalista, más o menos formado en la tradición del anarco-sindicalismo español y de un sindicato muy radical que hubo en los Estados Unidos llamado International Workers of the World (IWW). Valmore Rodríguez no era zuliano, era coriano, de esos pueblos del oeste de Falcón”.

III

“Escribía temas económicos, empecé a estudiar economía en la Asamblea Constituyente  porque Betancourt me llamó una vez a Palacio y me dijo: “ahí no hay nadie que hable de economía ponte a estudiarla, y me dijo el Fondo de Cultura Económica de México instaló una librería en El Silencio, vete para allá”. Y efectivamente allí en una esquina de El Silencio había una librería con obras del Fondo; estaban los clásicos de la economía, etc. Empecé a leer economía y la sigo leyendo hasta el día de hoy. Yo creo que la Constituyente ha sido la Asamblea más brillante que ha tenido este país; en 1947 se politizó Venezuela como nadie lo había hecho y se trasmitían todas las tardes las sesiones, para entonces ya mi columna no era diaria sino que se publicaba dos veces por semana. Eran grandes debates. La estrella por antonomasia era Andrés Eloy Blanco que tenía capacidad para conciliar lo que era fundamental en aquella Constituyente. A mi me pusieron el nombre de “jurunga muerto” decían que fue ocurrencia del cura Sánchez Espejo que era representante de COPEI. No, en verdad fue Miguel Otero Silva en el “Morrocoy Azul” quien me llamó de esa manera porque yo les echaba mucha vaina a los comunistas.


IV

-“Luego en la cárcel se leía bastante. Estas tiranías militares son lo más estúpido que hay. Tú sabes lo que es que en San Juan de los Morros no podíamos leer los periódicos venezolanos censurados, pero la revista Time y la Newsweek, que traían insultos contra la dictadura, ésas sí pasaban. Yo una vez le dije a Sánchez Pacheco, el director de la cárcel que era muy amigo de mi padre, “carajo, doctor, uno puede insultar a esta dictadura en inglés, pero en español no”.

V
 “Me fui exiliado a Bogotá y Colombia vivía una guerra civil. Pero yo tuve la fortuna de encontrar allí todavía a Mariano Picón Salas, el último embajador de Gallegos en Bogotá. Y Mariano tenía muy buenas conexiones con El Tiempo, sobre todo con el viejo Eduardo Santos. Entonces yo me presenté a El Tiempo, me recibió Santos y me dijo “Mire, usted estaría mejor que en El Tiempo en la Revista de América, porque la estamos concibiendo como un órgano para toda América Latina. Ustedes los venezolanos no sé por qué circunstancia tienen cierta vocación internacionalista.”  Y entré a trabajar ahí con él. Yo conviví muy bien con él. Incluso me decía “Escríbase esta nota para la Revista de América, pero que no se le pase la mano tampoco hacia lo rojillo. Aquí estamos acosados por los godos que gobiernan y por los gringos que nos vigilan.”

VI

“A la caída de Pérez Jiménez trabajé intensamente en La Esfera y en El Mundo con Miguel Ángel Capriles. Él defendía a sus colaboradores, una vez me dijo: “por aquí estuvieron los de Fedecamaras pidiéndonos que te botáramos y yo le dije como no,  pónganme a uno que lo lean como a él y yo en cinco minutos lo boto, en el acto”. Fue una etapa muy importante de vivencia del país porque el periodismo es hecho por las circunstancias, y luego, como he leído tanto y me gusta leer tanto, al combinarse las circunstancias con algún bagaje importante que uno tenga sobre algún tema, va surgiendo el reportaje. Te voy a hacer una confesión: yo creo que de los géneros literarios quedan en pie nada más que dos: la novela y el periodismo. Yo creo que el periodismo es un género literario.  Fíjate: la poesía pasó a la historia, es verdad que hay muchos poetas, pero nadie los lee, no hay la menor sensibilidad hoy en esta sociedad, por la poesía; el teatro menos, hoy día el pobre Shakespeare haría bostezar a la gente, y digo “el pobre” siendo uno de los genios literarios más grandes de toda la historia. En cambio, la novela tiene devotos. Haz una lista de los últimos Premios Nóbel y verás que quince por lo menos son novelistas. Así como la novela es francesa, porque en gran medida fue francesa o rusa, el periodismo es americano, es evidente, es un género norteamericano”.

VII

“Yo me despierto a las tres de la madrugada. Los viejos ya no dormimos. ¿Qué voy a hacer en la cama, dar vueltas? Casi siempre, pero nunca me despertaba como ahora, entre 2:30 y 3:00. Y me pongo a escribir hasta las seis o siete de la mañana. Hago una lista de temas en la agenda y de acuerdo con la evolución de las circunstancias, esos temas bajan o suben, llegan a la máquina o se detienen. Yo sigo escribiendo en la máquina de escribir, que la inventaron hace 150 años. No, yo no corrijo así como algunos que son unos frailes benedictinos, pero sí corrijo los textos. Es una cosa elemental. Volando en la máquina a veces uno escribe disparates, o atenta contra instituciones sin ninguna razón”.

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