¿QUÉ PASÓ EL 7-10?
Los
resultados de las elecciones del 7-10 suponen un importante avance numérico
para las fuerzas democráticas. Pero es necesario asumir que se trata en primer
término de una nueva derrota de la oposición y de una victoria, en este caso
claramente contundente de Hugo Chávez. Dos horas antes del cierre de las
votaciones todos los sondeos y las primeras actas llegadas al Comando Venezuela
revelaban una tendencia favorable al abanderado opositor. Después de una tensa espera
se anunció en un primer boletín la victoria de Chávez por una ventaja que
supera los dos millones de votos.
Era
lógico que en un electorado ganado por el entusiasmo y la emoción ante la
exitosa campaña de Capriles surgieran dudas e interrogantes ante el anuncio del
CNE. En las redes sociales partidarios desconcertados levantaron la posibilidad
de que mediante un fraude se hubiera cambiado la orientación de los votos. Es
comprensible que ello surja dado los antecedentes de procesos electorales
marcados por el ventajismo y la actuación de un árbitro al servicio del
régimen. Tanto el candidato Capriles como técnicos electorales han explicado
que ello no ocurrió y que fue la masiva movilización del chavismo a los centros
de votación a última hora lo que determinó el resultado. Ciertamente, el
chavismo contaba con ventaja para la activación de votantes dado los inmensos
recursos con que cuenta y la forma cómo hace uso de ellos.
No
obstante la explicación, ésta de ninguna manera puede interpretarse como un
voto de confianza a la gestión del organismo electoral. El CNE desde hace 8
años reposa en una estructura fraudulenta. No hay claridad sobre el REP y
funcionan una serie de mecanismos que condicionan los resultados finales. No se
trata del asalto a las urnas ni la alteración violenta de las actas sino de un
conjunto de pasos y maniobras que configuran un fraude continuado o “fraude de
Estado”. Ocultar esta realidad significaría legitimar un cuadro de ventajismo
que es propio de regímenes de naturaleza
autocrática. Asumir con claridad y firmeza esta realidad no implica de ninguna
manera generar desánimo en los votantes sino todo lo contrario: advertir sobre
una característica del modelo que ha venido construyendo Chávez durante 14 años
y que ahora se prolongará por 6 años más. Para estos sistemas las elecciones no se
conciben para la renovación y el relevo
sino como un instrumento para su relegitimación y la perpetuación en el poder.
Sólo con la comprensión de este fenómeno es posible acumular fuerzas hacia una
victoria democrática en el futuro.
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