Habría sido el
comienzo de una inquebrantable relación personal y política. La noche del 13 de
diciembre de 1994 un avión de Viasa aterriza en la pista del aeropuerto de La Habana. El piloto
recibe la instrucción de colocar la nave en la rampa presidencial. Un
funcionario sube y pregunta a la tripulación por los pasajeros Hugo Chávez y
Rafael Isea. Ambos sorprendidos bajan y caminan hasta un terminal escoltados
por soldados y fotógrafos.
A los minutos
estrechan la mano de Fidel Castro, el canciller Felipe Pérez Roque y Eusebio
Leal, presidente de la
Casa Bolívar y anfitrión de la visita. ¿Por qué Castro rompe
el protocolo para darle la bienvenida a un invitado no oficial? Un reportero
pregunta sobre la razón de tal honor. “No tiene nada de extraño, ojalá tuvieran
la oportunidad de venir personalidades tan importantes como él” contesta el
Comandante. Chávez fue tan impactado por el gesto que luego confesó a los
periodistas Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez: “recuerdo su abrazo y sobre todo
su mirada que me traspasaba y que veía más allá de mí mismo”.
Chávez atendía
una invitación del embajador Germán Sánchez Otero, para disertar sobre Bolívar
en La Habana.
Ciertamente la iniciativa enviaba un mensaje al gobierno de
Rafael Caldera, quien días antes había recibido al empresario Jorge Mass
Canosa, presidente de la
Fundación Nacional Cubano-Americana y al poeta Armando
Valladares, conocidos luchadores anti-fidelistas. Caldera prometió a los dos
personajes que plantearía “el problema de Cuba” en la Cumbre de Jefes de Estado
de las Américas, convocada en Miami en diciembre de ese año.
Desde su
salida de Yare, Chávez se propuso una gira por varios países latinoamericanos
para dar a conocer la propuesta de la revolución bolivariana y establecer
contacto con militares de relevancia política. El mes de junio inició una gira
al Cono Sur acompañado por el coronel Luis Alfonso Dávila y Manuel Quijada. En
Buenos Aires se reunió con empresarios y quiso entrevistarse con los militares
“Carapintadas” movimiento encabezado por Aldo Rico y Mohamed Alí Seineldín, quienes activaron
intentonas golpistas entre 1987 y 1990 contra
Raúl Alfonsín y Carlos Menem. Frustrada la posibilidad de estos
contactos inicia amistad con Norberto Ceresole, quien se convertiría en su
ideólogo más cercano, incluso hasta después de asumir la presidencia de la República en 1999.
Sigue a
Uruguay y allí se reúne con técnicos especializados en el tema de la seguridad
social y solicita una entrevista con el general izquierdista Líber Seregni,
líder del Frente Amplio, quien al conocer el interés de Chávez en la reunión
comentó: “no creo en milicos de izquierda”. En Chile (pese algunas versiones de
prensa) no logra acercamiento con el general Augusto Pinochet, pero hace
contacto con especialistas en los proyectos de régimen de pensiones, con grupos
indigenistas y la prensa, mediante las gestiones del embajador venezolano Julio
César Moreno.
En aquél
momento confirma el coronel Dávila, “nunca se habló de propuestas
revolucionarias y menos aún de planteamientos cercanos al comunismo ni al
castrismo; se trataba de acumular experiencias e informaciones para estructurar
un programa de gobierno que sería presentado al país en caso de que se
escogiera la vía electoral”. La opinión de quien habría de ser artífice en la
organización del MBR-200 coincide con la de los oficiales del grupo originario
bolivariano, que como Jesús Urdaneta Hernández y Joel Acosta Chirinos sostienen
que en ningún momento entre los objetivos de la sublevación se planteó seguir
el camino cubano. El único dato de aproximación con el régimen castrista que
recuerdan sus compañeros en Yare, es el interés que le produjo la lectura de
“La prisión fecunda” del investigador Mario Mencía, que cuenta los días de
cautiverio de Fidel Castro en Isla de Pino después del asalto al Cuartel
Moncada el 26 de julio de 1953.
Por otra
parte, días antes del 4 de febrero Chávez había roto sus relaciones con los
partidos de izquierda que estimularon su incorporación al Ejército y que venían
siendo manejadas por él, al margen de sus compañeros de conspiración. El PRV de
Douglas Bravo, Bandera Roja y Causa R, tampoco eran movimientos identificados
con el régimen fidelista. Sólo el PCV con una fuerza muy disminuida operaba como
aliado de La Habana ,
y en esa época no tenía ningún tipo de cercanía con Chávez.
Se destaca
también que la dictadura cubana enfrentaba el “período especial” que estableció
extremas limitaciones económicas. Castro se había insertado en la política latinoamericana
a partir de la cumbre celebrada en México en el año 91, lo cual implicaba la
renuncia a la exportación del proceso cubano que había tenido su auge en los
años 60. Sin embargo, el viaje de diciembre del 94 habría sido decisivo en una
identificación personal, política e ideológica que se hizo más estrecha a raíz
de los sucesos del 11 de abril y el paro nacional de 2002; a partir de los
cuales Chávez se radicalizó y considero a los opositores asociados a Washington
en una estrategia contra la estabilidad de su régimen.
En el viaje de
1994 además del sorpresivo recibimiento Chávez habló sobre El Libertador en la Casa Bolívar ,
intervino en la
Universidad de La
Habana y visitó la Academia Militar
“Máximo Gómez”, recibiendo en ella una larga explicación sobre la naturaleza de
las fuerzas militares cubanas. Los
acuerdos de cooperación, el impulso a las misiones, la ayuda petrolera y la
creación del ALBA terminaron con el tiempo configurando una alianza que ahora
se conoce como Venecuba.
El 10 de junio
Chávez fue operado en La Habana ,
y los detalles de su enfermedad y convalecencia han permanecido en el misterio
y la desinformación, como suele ocurrir en los regímenes totalitarios. Este
martes parecía despejarse la incógnita cuando se anunció que ofrecería un
mensaje a los venezolanos, que esperan su presencia el 5 de julio en la
celebración bicentenaria de la Independencia.
Curiosamente , la televisión cubana y VTV ofrecieron imágenes
de Chávez sin audio, en una típica ceremonia de la propaganda comunista, como
la “fe de vida” que los secuestradores suelen presentar a los familiares de sus
víctimas. En este caso, como hace 17 años, Castro traspasa de nuevo la mirada
de Chávez. La noche del sábado 8 de diciembre, año y medio después de anunciar
que padecía de cáncer y luego de un largo tratamiento en un centro hospitalario
habanero Chávez anunció a los venezolanos la aparición en su sangre de nuevas
células cancerígenas. La madrugada del lunes 10 volvió a la isla para someterse
a una operación que él mismo considera delicada. Antes de partir anunció que en
caso de cualquier ausencia la revolución chavista tiene un sucesor en Nicolás
Maduro.
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