AQUEL “CARACAZO”
La
mañana del lunes 27 de febrero de 1989 comenzaba con un alentador pronóstico
del tiempo. Horas después se conoció que en el eje Guarenas-Guatire se
registraban disturbios. No era la primera vez que ocurrían hechos de este tipo y
en los últimos meses el país se venía acostumbrando a cierta conflictividad a nivel
comunitario y estudiantil. La protesta se originaba por el aumento de los
precios del transporte colectivo que entraban en vigencia un día después del
incremento del precio de la gasolina. Ya era común a lo largo de los últimos
años que se ajustara el precio del combustible y en este caso se trataba de un
modesto incremento. Minutos después los manifestantes enfurecidos convirtieron
en objetivo de su verdadera ira a supermercados y abastos que fueron
salvajemente saqueados.
Nadie
podía pensar que comenzaban las llamas del incendio que habría de conocerse
como “El Caracazo”. La protesta se extendió a otras zonas de Caracas hasta el
1º de marzo con un enorme saldo de daños materiales y víctimas y obligó a la
suspensión de las garantías, el toque de
queda y al uso de la fuerza militar en tareas represivas. La agencia AFP
informaba: “barricadas, marchas y saqueos se produjeron en varias de las
principales ciudades de Venezuela al comenzar la aplicación de alzas en las
tarifas del transporte público, la más visible consecuencia de un paquete de
ajuste acordado con el Fondo Monetario Internacional. El alza oficial del 30%
de esas tarifas que siguió a una duplicación de los precios de combustibles y
lubricantes, sirvió como detonante para la oleada de las protestas callejeras”.
Ciertamente,
el 16 de febrero Carlos Andrés Pérez, a
dos semanas de la toma de posesión para su segundo gobierno, había presentado un
programa de ajuste económico denominado el “Gran Viraje” que contemplaba
modificaciones en las tarifas de luz, agua, teléfono, el impuesto sobre la
renta, los aranceles de aduanas para la importación de bienes; además de un
nuevo esquema cambiario con cambio único determinado por la oferta y la demanda.
¿Cuáles fueron en verdad las causas del estremecimiento social? En su
valoración se destacan varios elementos: 1) el alza del pasaje urbano y un
prolongado desabastecimiento de artículos de primera necesidad durante el gobierno
anterior de Jaime Lusinchi. 2) la cobertura televisiva de los motines en tiempo
real que desató un “efecto-demostración” no sólo en las barriadas sino también
en los sectores de la clase media que saquearon centros comerciales. 3) la Policía Metropolitana
fue incapaz de restablecer el orden porque vivía una situación de anarquía que
obligó a su posterior intervención y 4) El uso de la FAN en aquellas circunstancias
resultó contraproducente porque ellas no están preparadas para atender alteraciones
de esta naturaleza. Pérez dio una explicación sobre lo ocurrido: “al llegar al Gobierno encontré no sólo las
arcas vacías y el problema de la escasez
de divisas para la importación sino también el desabastecimiento que había
creado la política de control de precios y de control de cambios”.
A distancia la “revuelta consumista” como la calificó
María Sol Pérez Schael significó una agresiva reacción de grupo sociales que
actuaron sin responder a líneas políticas ni a dirigentes conocidos, más bien
como evidencia del malestar de las clases más necesitadas por obra de una
sostenida devaluación y la pérdida de su calidad de vida. Se reflejó también la
nueva composición de la marginalidad, fortalecida por contingentes
inmigratorios de naciones andinas y caribeñas portadoras de una mayor rabia
social y quedó al descubierto ya la falta de representatividad de los
liderazgos y los partidos tradicionales. Con el tiempo para Chávez en una lectura
simplista, los hechos habrían sido “la partida de nacimiento” de su proyecto
político. Un juicio explicable en el chavismo que suele alimentarse de una
interpretación demasiado ligera y caprichosa de la historia. Sin embargo, veinticuatro
años después es pertinente la pregunta: ¿han desaparecido las causas que
hicieron posible aquel “Caracazo”?
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