El ABC de Tulio
Hernández / Comunicólogo y Escritor
“Más que en unas
elecciones,
estamos en el “fin de una era””
La hiperinflación es
una enfermedad análoga a la metástasis. La crisis comenzó en 1983 con el famoso
“Viernes Negro”. No hay condiciones para que se reproduzca el viejo escenario
de las dictaduras militares, dice el columnista de El Nacional y profesor de la
UCV.
MANUEL FELIPE SIERRA
Es conocido por sus
investigaciones y ensayos en materia de comunicación social, como profesor de
la UCV y como docente invitado a instituciones del exterior, pero además por
sus columnas dominicales en el diario El Nacional, en las cuales repasa con
notable lucidez los episodios más relevantes de la vida nacional. Estas son sus
reflexiones para los lectores del ABC de la Semana.
En una reciente columna en el diario El Nacional, al analizar la
situación país, ponías el acento en dos elementos fundamentales: la
hiperinflación y el desgaste del chavismo más allá de lo que revelan las
encuestas.
Lo primero, lo de la
hiperinflación, lo calificaba de catástrofe ya que no es un mero accidente de
la economía, no es que se quiebran por casualidad las relaciones entre oferta y
demanda, o que se pierde el balance entre gasto, ingreso e inversión, que son
los tres botones fundamentales de una economía, sino que la hiperinflación es
una enfermedad del cuerpo social, análoga a las metástasis, como análoga a las
enfermedades cancerígenas; es decir, es un fenómeno que se vuelve indetenible,
y lo hemos visto, lo que cuesta el lunes 150 bolívares, por ejemplo, el lunes
siguiente puede costar 170 bolívares o más.
Por eso en los casos de hiperinflación se toman medidas sumamente
drásticas que tienen efectos sociales y políticos mayores que los que suponen
la corrección de los desequilibrios inflacionarios.
Si claro, la hiperinflación
necesita ser atacada, drenada con medidas que por lo general son muy drásticas,
muy duras, equivalentes a una radioterapia o quimioterapia, y generalmente son
medidas muy impopulares que si no se toman a tiempo la hiperinflación seguirá
creciendo, y puede generar incluso efectos psicosociales desesperantes,
desesperanza y hasta desesperación. A mí me gusta poner el ejemplo de una
experiencia que tuve en Argentina en los años 80’s, donde salía del hotel y
había un venta de zapatos, allí los precios los ponían en papel en la mañana, y
cuando regresaba en la noche, los precios habían aumentado un 50% más.
Todo el mundo se pregunta por qué no se han tomado medidas a tiempo
mientras el fenómeno crece y se agrava cada día más.
Ese es el problema, como nuestros
gobernantes no han querido actuar, no han tomado las medidas a tiempo, todos
los economistas están más o menos de acuerdo en que son 3 o 4 decisiones
inmediatas: aumento de la gasolina a sus precios reales de producción;
liberación o unificación cambiaria de manera de lograr que esta especulación
que nos obliga a pagar el dólar a 800 bolívares, pueda llevarse a más o menos
al precio correcto, que estaría alrededor de los 200 o 250 bolívares; y una
reducción de déficit fiscal, que pasa por disminuir las nóminas engrosadas
artificialmente del Estado. La inflación es, en sentido estricto, no un
accidente, sino una enfermedad gravísima a la cual hay que atacar.
Es lógico porque en este caso no hablamos de la inflación tradicional,
que de alguna manera han vivido todos los países.
Exactamente, es una cosa
distinta. Nuestra inflación es una cosa muy grave porque está asociada al
rentismo y a la mono-producción. Cuando la inflación ocurre en países que
tienen economías privadas, vamos a decir que se redistribuye la carga, pero
cuando se da en un país cuyo consumo depende de un solo factor, que es el
Estado, la hiperinflación se vuelve una cosa desesperante. Y aquí vamos a la
segunda parte de tu pregunta, en este caso, la gente entiende y considera que
el único responsable de la hiperinflación es el Estado o el Gobierno.
Por eso vinculabas el tema de las elecciones del 6D de manera directa
con el cuadro económico, a diferencia de otras consultas electorales.
Es así, en el caso de estas
elecciones estamos en un momento peligroso, que puede considerarse como el fin
de una era, porque ahora todas las encuestadoras serias, e incluso muchas que
se acusaban de ser pro-gobierno, predicen la victoria de la oposición y una
severa derrota del oficialismo.
Recuerdas lo ocurrido con el referéndum revocatorio del 2004, en el
cual todas las encuestas daban la victoria de la oposición y ocurrió lo
contrario, lo cual generó mucha decepción y derrotismo por varios meses.
Pero en aquel entonces, una u
otra encuestadora pronosticaba la victoria de Chávez. Pero es que ahora todas
las encuestadoras, incluso una que es sospechosa de ser cercana al gobierno,
por los datos que suele ofrecer, dan a la oposición ganando ampliamente; lo
cual implica, como te digo, que estamos en el fin de una era, la cual podemos
ver gráficamente. En un gráfico podemos ver cómo de una diferencia del 35% que
le saco Chávez a Rosales en el 2006, ha venido subiendo el porcentaje de la
votación opositora, y cayendo el porcentaje de votación del Gobierno, hasta el
punto en que las dos curvas casi se unen. Por ejemplo, la diferencia entre 1% y
2% en las elecciones presidenciales de Maduro y Capriles en el 2013 (sobre las
cuales aún se tiene dudas), resulto muy cerrado, esta tendencia continua y mientras
el gobierno no rectifique, no haga lo que tenía que hacer, incluso, teniendo
hoy el mayor control de todos los medios de comunicación (la prensa recogía que
un 83% de la radio está en su poder), bueno en esas circunstancias este es el
peor momento para los resultados electorales del oficialismo. Basta con ponerle
un poquito de cabeza: ¿cómo usan los medios si tienen la mayoría bajo su
control?; ¿cómo es que la comunicación de la gente puede esta por otras vías?;
¿es tan evidente la degradación de la calidad de vida del venezolano que por
primera vez, en ausencia del gran líder, se establece una conexión entre
gobierno y fracaso económico, político y educativo?
Pero debes tomar en cuenta dos factores importantes, el primero es el
desgaste natural del gobierno después de 16 años de gestión, y en segundo lugar
la ausencia de Chávez, que más que el líder del chavismo era un líder carismático
del país y con proyección internacional.
Sin duda hay una tendencia
natural al desgaste, en eso tienes razón, y por otra parte Chávez era un
hechicero, un gran seductor, yo creo que allí Fidel Castro fue un oráculo
cuando dijo que sin Chávez no había revolución, ni proceso de transformación.
Pero en todo caso, lo que yo quiero llamar la atención en ese artículo que
comentas es que la mezcla o el coctel que resulta de combinar hiperinflación
con una crisis política tan grande como ésta, nos coloca frente al fin de una
era, y cuando digo el fin de una era, no estoy hablando solamente del chavismo,
hablo de una crisis que comenzó en Venezuela en 1983 con el famoso “Viernes
Negro”, y de la cual nunca hemos recuperado el hilo de la democracia en
construcción, sino que el país ha fracasado varias veces tratando de
resolverlo.
LA CAÍDA DE BOLÍVAR
¿Por qué ubicas 1983?, porque ya antes existían signos de lo que tu
llamas el “fin de una era”, o lo dices acaso por el valor simbólico e histórico
del bolívar.
Bueno, porque 1983 simboliza la caída
del bolívar, y si algo tenía Venezuela, que les daba como una especie de
seguridad a los venezolanos, era tener una moneda fuerte que había pasado de
3,3 por dólar a 4,3.
Te decía lo del valor simbólico, histórico y hasta moral del bolívar, porque
recuerdo una anécdota que ocurrió el día que se anunció la medida. Un grupo de
intelectuales, como era costumbre, seguían la noticia en un restaurant de
Sabana Grande, y cuando se dio a conocer la medida, nuestro gran actor Héctor
Mayeston, subió a una silla y con aquella voz de primer actor y de galán
anuncio de la manera más solemne: “Señoras y señores, cumplo con anunciarles
que en estos momentos ha muerto Simón Bolívar”.
Sin duda todas esas connotaciones
las tuvo el famoso “Viernes Negro”, y desde esa época los venezolanos han
estado proclives al cambio y la propia dirigencia política tenia conciencia de
ello. Por eso en la época de Lusinchi se crea la Comisión para la Reforma del
Estado, la “COPRE” que produce unos documentos extraordinarios, y además estaba
presidida nada menos que por Ramón J. Velázquez, pero no le hacen caso, después
se forma una Comisión para la Reforma Constitucional, que preside Rafael
Caldera, y tampoco pasa nada; luego en el segundo gobierno de Pérez (que
probablemente fue el más lúcido en la formación de su gabinete), con el
proyecto que se llamó “el gran viraje” y tampoco pasó nada, no se logró
rectificar el país. Luego llego este aluvión de esperanza que se llamó Hugo
Chávez para los sectores populares, que tuvo el poder, todos los recursos, todo
el dinero y tampoco paso nada, no sólo no pasó nada, sino que el país empeoró,
que hemos regresado a cifras de deserción escolar, de morbilidad y mortalidad,
y a la aparición de enfermedades que se habían superado.
“ANOMIA”
Aparte de este fracaso económico, asociado a fracasos anteriores, ahora
se da un fenómeno sumamente grave, y que si se quiere incontrolable, que es la
conflictividad social que se expresa en unos niveles de delincuencia que se insertan
en la propia vida de la sociedad.
Claro, porque que es lo que
define conceptualmente al Estado, que es el que tienen el monopolio de la
fuerza, es decir, el único que puede tener armas, armas de guerra, armas largas
y que puede ejercerlas libremente para garantizar la cohesión social. Bueno ¿qué
ocurre cuando ese gobierno dice que le va a quitar las señales a las patrullas
del CICPC para que no le tiren granadas?; ¿Qué ocurre cuando una población como
Paraguaipoa o Machiques, deciden tomar la policial local y la toman?; ¿Qué
ocurre cuando en una semana a 5 sedes policiales les han lanzado granadas y han
herido o asesinado a policías?. Bueno que un Estado se está debilitando, está
reculando en su responsabilidad de mantener el orden social y que una
delincuencia cada vez más organizada, con armas largas, con granadas que
solamente pueden ser importadas por el Estado, empiezan a utilizarlas en contra
de los aparatos de seguridad, bueno que esto ya solo es un estado de “anomia”
en el sentido que hayan grupos que ya no respetan las leyes, lo que es una
franca claudicación del Estado ante un aparato armado que lo pone en riesgo y
lo hace huir hasta de sus funciones.
Frente a este escenario, habría que añadir un factor no menos
preocupante y es que sectores críticos, hasta la misma MUD, parecieran que
apuestan a un cambio rutinario de gobierno propio de una democracia, cuando se
trata de un proceso mucho más complejo. Fernando Mires escribió un artículo
donde decía que Maduro no es un gobierno, que Maduro es la expresión de un
régimen, en consecuencia no es los mismo cambiar de presidente que cambiar de
una estructura mucho más compleja de poder.
Si, sin duda, por eso yo escribía
que es un cuadro sumamente difícil, porque como tú dices, la alternancia es la
base de la democracia. Por ejemplo, en Chile, si la Bachelet, que es de
izquierda, pierde y gana Piñera que es de derecha, éste gobierna y no hay
ningún problema, si en España pierde Rajoy y gana Zapatero hay cambio de
partido, pero sin problemas, en Venezuela antes ganaba COPEI, ganaba AD y al
final muchas gobernaciones las ganó el MAS y hasta la Causa R y no había
ninguna catástrofe, pero ahora no, porque este gobierno se concibe, como dice
Mires, y que tiene la idea de que es una revolución y que por lo tanto, tiene
que tener la mayor duración posible. La Unión Soviética duro 77 años con el
gobierno socialista, Cuba ya va para los 60, los chinos duraron más o menos 40
años, el PRI en Méjico duro 70 y pico de años, y Chávez acuño una frase que
ahora la repite Maduro que necesitan gobernar hasta el 2030 para poder
completar los objetivos revolucionarios. En una ocasión entreviste en Madrid a
Marcos Pérez Jiménez, y él decía que si lo hubieran dejado gobernar 30 años
hubiera entregado un país del primer mundo, un país desarrollado; Pinochet
aspiraba a 25 años y nada más pudo gobernar 17, pero en todo caso, esa visión
de la política que no contempla la alternancia es el gran peligro para este
momento.
Pero nunca esos procesos son lineales, también en los regímenes más férreos
se generan corrientes internas que plantean renovaciones en esos modelos.
Sí, eso es verdad, se habla de
dos corrientes en chavismo, los que quieren darle, hablando en lenguaje
popular, quieren patear la mesa, y tienen con que, tienen colectivos armados,
tienen milicias, tienen un ejército pretoriano, y los que consideran mantener
la fachada democrática que hasta ahora han logrado mantener con éxito, aunque
no sea exactamente democrática. Ese dilema interno del proyecto en el poder
puede traer consecuencias nefastas, desde conflictos internos muy notables,
hasta conflictos que nos arrastren a todos. Esa es una posibilidad que no se
puede descartar.
Pero esa última posibilidad no parece viable en los tiempos actuales.
Exactamente, yo tengo la esperanza
de que en esta etapa que estamos, y no es una esperanza caprichosa, sino basada
en datos, que es muy difícil mantener un gobierno dictatorial y que la única
forma de violar los resultados electorales tendría que ser mediante fórmulas
muy dolorosas, muy sangrientas, muy crueles, y yo no creo que hay las
condiciones para que en Venezuela, o en cualquier país latinoamericano se
reproduzca el viejo escenario de las dictaduras militares.
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