lunes, 19 de junio de 2017

ANÁLISIS:

                                      EL CAMINO DE LAS TRANSICIONES

Con frecuencia se habla de transición como respuesta a la crisis nacional  que internacionalmente se conoce como el  “Caso Venezuela”. Sin embargo, las transiciones no se decretan ni son expresión de buenos deseos sino la evolución de procesos históricos. En las últimas décadas, América Latina registra episodios que condujeron de gobiernos dictatoriales, a través de fracturas y traumas, a la recomposición institucional, pero también situaciones de  autoritarismos que por la vía del agotamiento crearon condiciones para la sustitución.
Suele citarse la experiencia del Frente Nacional en Colombia entre liberales y conservadores a partir de los acuerdos subscritos en 1956 entre Laureano Gómez (conservador) y Alberto LLeras Camargo (liberal) en Benidorm y Sitges para enfrentar la “dictablanda” de Rojas Pinilla, que abandonaba el poder y daba paso a un interregno militar consensuado con la fuerza civil. El acuerdo estableció la gobernabilidad entre los dos partidos durante 16 años para enfrentar la violencia estructural y restablecer la institucionalidad.  A la caída de Pérez Jiménez en 1958 por una acción militar con apoyo civil, los partidos AD, COPEI y URD suscribieron el “Pacto de Punto Fijo”, que a diferencia del ensayo colombiano permitió a cada uno presentar sus propias candidaturas  e integrar un gobierno de coalición para estabilizar la democracia.

LA LECCIÓN DE PERÚ

“El Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada” como se llamo dictadura militar impuesta en el Perú tras el golpe de Estado del 3 de octubre de 1968 y encabezada por Juan Velasco Alvarado y luego por Francisco Morales Bermúdez, acosada por las tensiones internas y el riesgo de una acción militar contra Chile por el diferendo limítrofe,  en 1979 convocó a una Asamblea Constituyente que presidio el líder histórico y fundador del APRA Víctor Raúl Haya de la Torre, la cual redactó una  nueva constitución y llamó a elecciones un año después, la cuales  fueron ganadas por Fernando Belaúnde Terry, el mandatario depuesto diez años antes. Más recientemente con la renuncia de  Alberto Fujimori en el 2000 y el gobierno provisional de Valentín Paniagua retornó el juego democrático con la elección de Alejandro Toledo en julio del 2001, sin mayores complicaciones con el voto popular.

DE LAS BALAS A LOS GOLPES

Los años 70 estuvieron marcados por las dictaduras militares de Cono Sur, sustentadas en regímenes brutalmente represivos y violadores de los derechos humanos; no obstante su salida no se dio con respuestas violentas sino facilitadas por las mismas fuerzas armadas. En Argentina, el efecto de la derrota de la “Guerra de las Malvinas” en 1982 y el desbordamiento de la crisis económica crearon el clima para el tránsito  hacia el juego democrático al admitir la cúpula militar el fracaso de su proyecto. En 1982 el general Reynaldo Bignone convocó a elecciones las cuales fueron ganadas por Raúl Alfonsín al año siguiente; en Uruguay en 1984 el gobernante militar Gregorio Álvarez promovió el “Pacto Naval” con representantes de los partidos políticos que celebró elecciones en busca de la estabilización democrática; y meses después en Brasil el mismo grupo en el poder dio inicio al proceso de redemocratización con  elecciones libres.

CHILE Y NICARAGUA

Los casos de Chile y Nicaragua suelen ser referidos con frecuencia en el tratamiento del tema. En el primero, Augusto Pinochet mediante un plebiscito en 1980 aprobó una constitución que establecían un mandato de ocho años al cabo de los cuales se convocaba a un referéndum aprobatorio y estableció así mismo, que mas allá de los resultados de la consulta,   el Comándate en Jefe del Ejercito es decir él mismo, seguiría en sus funciones; de esta manera se blindaba en caso de lo que suponía como una segura derrota. La dictadura, ciertamente favorecida por una política económica de sesgo neoliberal, contrastaba en cambio con la propia naturaleza del modelo que impedía la minina disidencia y el debate;  sufría el aislamiento político de la comunidad internacional; el boicot de las organizaciones sindicales y ya en el Cono Sur  sus vecinos retornaban a la democracia.  El triunfo del “NO” en el plebiscito de 1988y la posterior victoria de Patricio Aylwin en 1990 con el apoyo de los grandes partidos se explica además por la madurez y la cultura democrática de la sociedad chilena desde comienzos del siglo XX. Sin embargo, debieron pasar 17 años para que las fuerzas opositoras entendieran la necesidad del consenso, y que sus divergencias durante el gobierno de Salvador Allende fueron uno de los factores que allanaron el camino dictatorial.

En 1990 el gobierno sandinista de Nicaragua promovió elecciones que fueron ganadas por la Alianza Democrática encabezada por Violeta Chamorro contra Daniel Ortega. Después de diez años el sandinismo conocía el desgaste y las circunstancias que estimularon inicialmente la revolución habían cambiado: Cuba, uno de sus aliados entraba en el “Periodo Especial”; el bloque soviético cancelaba la ayuda en tecnología y alimento; la guerra centroamericana cedía a los acuerdo de paz; Washington había convertido al país en objetivo de guerra mediante el acoso diplomático y militar; y la resistencia recibía financiamiento para la creación de “La Contra”, una estructura militar con fuertes recursos y logística. Otro elemento que facilitó el relevo  consistió  en que la  alianza opositora provenía del propio sandinismo (Violeta Chamorro junto con Ortega fueron  miembros de la Junta que sustituyó  a Somoza) es decir, ganaba una fuerza que no negaba la naturaleza del gobierno sino que la hacía suya, pero sobre la base de rectificaciones y moderación.


La transición en Venezuela, salvo que ocurra por una vía de hecho, tendría que tomar  en cuenta que los gobiernos de Chávez y Maduro son productos del cuarto proceso transicional ocurrido en el siglo XX y que se dio por la vía electoral y pacífica de la democracia representativa a la llamada revolución bolivariana y no por un golpe de estado ni por insurrecciones victoriosas como en el pasado. Cabria preguntarse entonces ¿la convocatoria a la Constituyente de Maduro no procura de alguna manera el inicio de una transición, que sin la participación de los partidos opositores, procura profundizar constitucionalmente el esquema ideológico original del chavismo?.                        

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