Análisis
LA PAZ DE COLOMBIA: ¿VIOLENCIA
VENEZOLANA?
“Hoy es un día muy especial, el día que
las armas se cambiaron por las palabras” dijo el presidente colombiano
Juan Manuel Santos en el acto de dejación de las armas de la FARC en
cumplimiento del Acuerdo de Paz entre el gobierno y la guerrilla firmado en
noviembre del año pasado. El vocero del grupo armado Rodrigo Londoño, alias
“Timochenko”, expresó emocionado: “adiós a las armas, adiós a la guerra,
bienvenida la paz” y en seguida advirtió: “este día no termina la
existencia de la FARC; en realidad, a lo que ponemos fin es a nuestro
alzamiento armado de 53 años, pues seguiremos existiendo como un movimiento de
carácter legal y democrático que desarrollará sus acciones por vías
exclusivamente legales, sin armas y pacíficamente”.
Culminaba de esta manera una de las
principales fases de la compleja tarea de implementar los compromiso que
pondrían fin a un conflicto que duró más de cinco décadas, cobró más de 8
millones de víctimas y 220 mil muertos. Sin duda se trata de un acto simbólico
de enorme importancia para la paz colombiana en cuyo desarrollo fue
significativa la participación de las Naciones Unidas, Noruega, Cuba, Chile y
Venezuela.
Los conflictos armados han marcado
la historia de Colombia desde el siglo pasado con la famosa guerra “De Los Mil
Días” que provocó la pérdida de Panamá; la sangrienta etapa que comenzó en 1948
con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán; una pausa en diciembre de
1957 con la salida de Rojas Pinilla y el plebiscito que originó el Frente
Nacional y que alternó durante 16 años a gobernantes liberales y conservadores;
y finalmente con la constitución de la Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia (FARC), que nacieron en 1964 como resultado de la “Operación
Marquetalia” durante el gobierno de Guillermo León Valencia.
CONFLICTO ESTRUCTURAL
A diferencia de las guerrillas de los
años sesenta que se organizaron en varios países latinoamericanos con el
impacto político e ideológico, y el financiamiento económico de la Revolución
Cubana, Colombia ha vivido una violencia de profundas raíces sociales,
económicas y culturales. Como señala Juan Carlos Cuéllar uno de los comandantes
del ELN (que ahora también negocia la paz en reuniones en Ecuador) “un grave
error se puede cometer y si se intenta negociar como si se tratara de otro tipo
de guerra ordinaria o los conflictos internos que tienen un sello político y de
clase, sin tener en cuenta que las graves desigualdades y la exclusión han
afectado a la estructura misma de la sociedad”. El actual Acuerdo de Paz
obliga a varios pasos como el desarme de los insurgentes y su tránsito a
la vida civil en el marco de la Ley de Amnistía y la Jurisdicción de la
Paz; el abandono de 26 zonas veredales; el desmantelamiento de los depósitos de
armas; y la entrega de los arsenales de los campamentos a la misión de la
ONU que certificará el proceso. El paso de insurgencia a la legalidad se
sellará con el Primer Congreso del futuro partido de las FARC en los primeros
días de agosto, para de esta manera participar en las elecciones legislativas
del 2018, en las cuales se le garantiza cinco curules en la Cámara de
Representantes y cinco en el Senado.
Para sellar la negociaciones de paz
queda aún pendiente la desmovilización del Ejercito de Liberación Nacional
(ELN), especializado en la práctica del secuestro así como enfrentar el
incremento de las operaciones de las bandas criminales “BACRIM” como ahora se
denomina a los paramilitares que están ocupando territorios dejados por la
guerrilla y en donde el Estado aun no tiene presencia, con el objetivo evidente
de apropiarse del negocio del narcotráfico y la minería ilegal imponiendo el
terrorismo y sus propias leyes. Según el Ministerios de la Defensa estos grupos
ya actúan en 27 de los 32 departamentos del país. Luego de la ceremonia de la
firma, el líder guerrillero “Timochenko” advirtió que los términos de la
amnistía negociada no se han cumplido y que además se cuentan por decenas el
número de excombatiente que han sido asesinados en las últimas semanas en
los que se considera una “vendetta” de las organizaciones paramilitares y
grupos de la delincuencia común.
En 24 de junio días antes del acto de
dejación de las armas se produjo un atentado en un centro comercial en el norte
de Bogotá que dejó tres víctimas mortales y decenas de heridos; y tras la
captura de ochos personas como sospechosas del ataque las fuentes policiales
atribuyeron al acto al Movimiento Revolucionario Popular (MRP) que tendría
vínculos con células urbanas del ELN. En los últimos días se han registrado en
la misma capital otros atentados con características similares en lo que se
supone la emergencia de organizaciones inspiradas en las prácticas del “nuevo
terrorismo”, que afecta al Medio Oriente, y los países europeos al convertir en
objetivos militares a la población civil indefensa procurando con ello una
mayor visibilidad mediática internacional.
¿GUERRA EN VENEZUELA?
Históricamente la violencia colombiana
ha tenido diversas y graves repercusiones en Venezuela. Antes del
presidente Juan Manuel Santos asumir su primer mandato en el 2010, la
diplomacia bogotana dio a conocer en el seno de la OEA un mapa según el cual,
la FARC tendrían en territorio venezolano una importante presencia “pasiva”
como una “zona de alivio” o de repliegue de los insurgente, y es además de
sobra conocida la actuación de los grupos paramilitares en zonas fronterizas
del Táchira, Zulia y los estados del sur, como factores que estimulan y
participan activamente en la violencia delictiva que afecta a la nación. Es
fácil suponer entonces que en la medida en la que se aplique el Acuerdo de Paz
los sectores guerrilleros disidentes y ya las poderosas “bacrim” operen con
mayor facilidad en territorio venezolano. Como señala el historiador Fernán
González: “en Colombia no se ha desarrollado una política moderna de diálogo
con el adversario; hasta que la gente no entienda que la vida política es una
construcción colectiva de acuerdos entre adversarios y no de enemigos, el reto
para la implementación de los Acuerdo de Paz va a ser muy grande”.
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