Análisis
LA BUENA CONDUCTA
13/02/2002
Manuel Felipe Sierra
Chávez esta gobernando al borde del abismo. Nunca en 43 años de democracia el país se enfrenta una situación política más explosiva y delicada. A ello se une una situación económica de alguna manera ingobernable y una galopante crisis militar; y como si todo esto fuera poco sobre el país se cierran las tenasas de un terrible aislamiento internacional.
Chávez sólo tiene dos opciones: la rectificación, el cambio de rumbo en las líneas medulares de su proyecto mediante los acuerdos mínimos que establece la democracia; o las concesiones. A sus críticos la posibilidad o la vía de un autogolpe, es decir, la declaración de un Estado de Excepción que ponga en sus manos de manera definitiva el destino de la República. Chávez lo sabe y entiende que debe romper el cerco que de manera inexorable lo asfixia. Dado su carácter y sus antecedentes – además de su discurso gruñón y prepotente. Es de esperarse que ponga el pie sobre el acelerador y nos conduzca al país a una confrontación impredecible, traumática y sangrienta. El proceso bolivariano, ya se sabe mas que una propuesta política supone para Chávez una fijación psicológica.
Pero la vida da sorpresas como diría Rubén Blades, mas aún tratándose de la defensa del poder y de la sobrevivencia de un gobierno que ha sido el producto de complejas condiciones históricas. En sus últimas presentaciones. Chávez luce más sobrio, sereno y juicioso. Obviamente las circunstancias lo han obligado a cierto cambio de comportamiento. El 15 de diciembre ante la Asamblea Nacional bajó el tono de su voz para anunciar una cesta de impuestos que afectarán de manera decisiva a la población. Era también un escenario desfavorable a sus políticos y debía asumir - aunque no fuera de su agrado algunas exigencias de protocolo. El 7 de febrero, en Maracay, pronunció un discurso que pasó inadvertido en sus aspectos sustanciales para la opinión pública. Allí acuño a la frase de “envainar la espada y pasarla a su mano derecha” para impulsar el desarrollo. Pero en la última semana, después de los pronunciamientos del coronel Pedro Soto y el capitán Pedro Flores Rivero de la Guardia Nacional y del desbordamiento callejero de la clase media opositora (que hizo del carnaval una alegre y vistosa fiesta antichavista) la exposición del martes doce era esperada lógicamente, con necesaria espectativa y curiosidad por el país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario