sábado, 9 de julio de 2011

EN LA CUENTA REGRESIVA

Análisis

EN LA CUENTA  REGRESIVA
14/07/2002

Manuel Felipe Sierra

La expresión multitudinaria de rechazo al Presidente Chávez el jueves 11, coloca al mandatario ante un dilema insalvable: entiende que las marchas y manifestaciones de los últimos meses no son un simple ejercicio oposicionista sino que traducen un creciente malestar social frente a lo que ha significado hasta ahora el proyecto bolivariano o debería propiciar él mismo, en términos apremiantes, su renuncia.
Si alguna lectura puede hacerse del torrente popular que recorrió la avenida Bolívar y colmó La Carlota hasta altas horas de la noche ese día, es que se trata de un nuevo episodio de un proceso que revela el acelerado desgaste de la base de sustentación del régimen y el fortalecimiento, en igual proporción, de una corriente plural, (que pese a los efectos depresivos que pudo operar en ella el desenlace de los sucesos de abril) cada día cobra mayor fuerza y vigor.

Chávez ha desaprovechado la oportunidad que le ha brindado el azar con su regreso a la Presidencia de la República en la madrugada del 14 de abril. Si hubiese hecho buena su promesa de estimular el diálogo para recomponer las bases de la convivencia democrática, hoy podría enfrentar una situación mucho menos difícil. Pero es evidente que mantiene una interpretación voluntarista y equivocada de las causa de su fugaz cautiverio. No es verdad que la decisión de renunciar la noche del 11 obedeciera solamente a una presión militar ni tampoco es cierto que su retorno al poder, 48 horas después, sea el producto de la aclamación popular.
El desconcierto del Alto Mando Militar en esa ocasión fue generado por la presencia de una marejada humana -que mas allá de los cálculos matemáticos que entretienen al ministro del Interior y Justicia Diosdado Cabello- demostraba una clara decisión de combate cívico. Su liberación se produjo por el manejo torpe que de la situación se hizo durante el breve mandato de Carmona y también como resultado del pronunciamiento, el sábado 13 de abril en Maracay, del general Raúl Baduel. ¿Pero, que fue del fervor chavista durante el 11 y el 12 de abril? ¿Si quienes aprovecharon el vació de poder o promovieron un curioso golpe de Estado, hubiesen deportado al prisionero y, adoptan las medidas elementales que se aplican en estos casos, que hubiera ocurrido? ¿Por qué el compromiso con la democracia del general Baduel no se expresó mediante una rápida respuesta la misma noche que se rompió el hilo constitucional? Sólo cuando se debeló un plan sectario y excluyente de la confusa transición de Carmona se crearon las condiciones para que Chávez volviera a Miraflores. ¿Pero, lo hizo acaso cabalgando sobre la ola de la rabia del pueblo? Ciertamente en la capital aragüeña (que es un tradicional bastión chavista) se produjo una manifestación de sus partidarios, pero en Caracas la adhesión a Chávez se materializo con la actuación de los círculos bolivarianos que validos de una situación de inexplicable impunidad promovieron saqueos y atropellos contra los medios de comunicación. ¿Pero si no se hubiese producido “el apagón noticioso” del sábado 13 de abril, quien puede asegurar hoy en día cual hubiera sido la reacción de la mas humana que dos días antes había sido detenida con la violencia en los alrededores del palacio presidencial?
En tres meses, a situación a cambiado para mal del Gobierno. La manera como se concibió la propuesta de dialogo a través del vicepresidente de la República José Vicente Rangel estaba condenada al fracaso. La crisis de gobernabilidad ya obliga a la intermediación de la ONU y de la OEA. La crisis económica no sólo se refiere, como parecen suponer los ministros de la economía, a las dificultades fiscales, sino que tiene consecuencias cada vez más dramáticas en el empobrecimiento de la población y el agravamiento de los problemas sociales. La tensión militar fue apenas atenuada por un hábil manejo en el tema de los ascensos.
A ello se une un cuadro político que si bien está marcado por la radicalización y los enfrentamientos, se complementa con las persistentes denuncias sobre actos de supuesta corrupción que implican al propio jefe de Estado, la constatación de una increíble ineficiencia en los más rutinarios actos administrativos y el desgaste, producto de fracturas y desencuentros en el seno del Movimiento Quinta República, hasta el principal soporte partidista del Gobierno.
Las nuevas acciones cívicas anunciadas por la Coordinadora Democrática y los paros programados por la CTV –ante una creciente conflictividad laboral- significaran un mayor debilitamiento social y político del proceso bolivariano. No hay ninguna señal que permita suponer que en las máximas instancias del Gobierno prive una percepción realista y serena del inmenso drama que vive el país. ¿Cuáles son las salidas? Cada día que pasa se fortalecen las propuestas constitucionales y pacificas. Chávez, sin embargo, se inclina -¿qué otra interpretación puede darse al hecho de que el 12 de julio haya seguido el desarrollo de la marcha desde un televisor en la guarnición de Maracay?- por la opción de la fuerza y la intimidación.

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