Análisis
YO, SOBERANO
24/06/2002
Manuel Felipe Sierra
Frente a las circunstancias más difíciles que ha enfrentado su mandato, el presidente Chávez juega a la estrategia del doble discurso. Pero, como recuerda la historia siempre la trampa termina por ponerse al descubierto. Ayer, el mandatario ante el alto nivel de la Fuerza Armada Nacional, abogó por la paz y descarató cualquier posibilidad de una guerra civil.
De acuerdo a las reglas del marketing, Chávez suele hablar para la complacencia de auditorios diversos. Pero en la política ese mecanismo no tiene generalmente los mismos efectos. El verdadero discurso de Chávez es el que pronunció el jueves en la parroquia El Valle y que reprodujo en su programa dominical de Aló Presidente: el llamado a la violencia y a la ilegalidad.
Está claro que en ambas intervenciones, Chávez apostó al fortalecimiento moral de sus partidarios más irreductibles. Por esa vía, sin embargo, coloca el debate político ante el simple dilema de democracia ó dictadura. Chávez, nada más y nada menos, se atribuye la condición celestial a no ser enjuiciado en un mundo donde todo ser humano tiende a responder por sus errores y delitos.
Cuesta concebir, entonces, que Venezuela haya conocido mayores atentados al sentido común que en estos tiempos. Ante la posibilidad de que el Tribunal Supremo de Justicia procese y sentencie acusaciones pertinentes y legítimas de ciudadanos, el Presidente de la República responde con el conocido lenguaje del guapetón de barrio.
Para Chávez, por ejemplo, un juicio en su contra por la comisión, de delitos perfectamente tipificados en la Constitución Bolivariana que él mismo diseñó, implicaría un acto deliberado de los enemigos de la revolución. En ningún caso, se tratataría de establecer responsabilidades por faltas en el honesto manejo de la gestión administrativa.
Según esta particular visión, en la conocida donación del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria a su campaña él no tendría nada que ver. ¿Cómo creer que una trasnacional decida colaborar económicamente con un candidato presidencial sin que éste lo sepa? Chávez justifica el desvió de 2,3 billones del FIEM para urgencias sociales como la cancelación de salarios y aguinaldos y apela a que “ningún centavo desapareció del Erario”. ¿Quién ha dicho que el delito de malversación supone la desaparición física de los dineros públicos? El problema a juzgar es que esos recursos son del Estado y en ningún caso están dispuestos para su uso discrecional por un mandatario.
No obstante, el colmo de la manipulación del discurso presidencial, es cuando Chávez amenaza en que una decisión en su contra del Tribunal Supremo de Justicia, justificaría y provocaría una respuesta militante y activa del “pueblo y de la Fuerza Armada Nacional”. Con ello Chávez trata de vender a sus partidarios que un dictamen de esta naturaleza sería un acto de oposición a su revolución, cuando en realidad no sería más que una sentencia, de las muchas que todos los días recaen sobre los hombros de una persona que violenta el orden jurídico.
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