11/04/07
BOLÍVAR NO PUDO
Manuel Felipe Sierra
“Miranda y Bolívar, dos visiones” es un valioso aporte del sociólogo Giovanni Meza Dorta para la reinterpretación del proceso de la Independencia. Ajeno a la apología cursilona, el texto profundiza en el pensamiento de los dos grandes próceres. Es un libro polémico pero siempre sustentado en un minucioso trabajo de investigación. Algunas de sus conclusiones cobran vigencia en la actual convulsión que arropa al país. El autor recrea la etapa del Bolívar victorioso después de sus campañas en Perú y el Alto Perú y su consagración a la redacción de la Constitución de Bolivia, presentada en 1825 en Chuquisaca. El hecho es conocido, pero vale la pena reivindicarlo con nuevas relecturas. En su exposición de motivos, Bolívar imprime su pensamiento de entonces: “el Presidente de la República viene a ser en nuestra Constitución como el Sol que, firme en su centro, da vida al universo. Esta suprema autoridad debe ser perpetua; porque en los sistemas sin jerarquía se necesita, más que en otros, un punto alrededor del cual giren los magistrados y los ciudadanos: los hombres y las cosas”. Sin matices, asume el concepto de la monarquía: “las elecciones que producen el gran azote de la República, la anarquía que es el lujo de la tiranía y el peligro más inmediato y más terrible de los gobiernos populares”.
Algunos estudiosos justifican el planteamiento dadas las circunstancias propias de la guerra. Pero en todo caso, el efecto resultó contrario a lo que se buscaba porque azuzó las diferencias ya existentes en el bando patriótico, desató la pugnacidad con Santander; provocó una rebelión realista en Perú, desvaneció el sueño de Sucre en la nueva nación y se constituyó en detonante para la fractura de la Gran Colombia. Además, como si fuera poco, abrió en Venezuela el camino del militarismo, el caudillismo, el bandidaje y los despotismos. Al mismo tiempo, ello significaba la negación de los valores republicanos y democráticos que habían inspirado a los revolucionarios que redactaron la constitución de 1811 en Caracas. El Libertador no “aró en el mar”, como escribió desencantado en sus días finales de Santa Marta. Su epopeya y su vida están a resguardo de la gloria. Simplemente, el héroe olvidó como cualquier humano que en la tierra no existen los dioses.
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