AL COMPÁS DE LOS DÍAS
21/03/2007
EL JEFE ÚNICO
Manuel Felipe Sierra
Robert Mugabe, el dictador de Zimbabwe, a los 88 años se prepara para reelegirse el 2008. Fidel Castro, una vez recuperado de salud por obra de la ciencia médica y la santería, se postularía nuevamente el próximo año, según voceros de su entorno. Chávez avanza en una reforma constitucional que contempla la elección indefinida. Los tres gobernantes han configurado sistemas electorales no para la renovación democrática de los poderes, sino para la perpetuación del jefe único. Mugabe cuenta con una oposición que le ha servido (pese a las recurrentes palizas que le propina a sus dirigentes) para convertir el acto electoral en una enorme farsa. Aplica una represión masiva a los opositores; interviene en la vida de los ciudadanos con implacable saña racista y mantiene una férrea censura de prensa que facilita su dominio sobre un país otrora rico y que en estos tiempos no es otra cosa que un patético muestrario de miseria.
Castro se acerca a los cincuenta años en el poder como producto de una revolución que liquidó a sus adversarios y adoptó el sistema del comunismo soviético que, como era previsible, ha costado a los cubanos terribles y largos padecimientos. Mugabe y Castro serán reelectos sin la menor duda. Chávez se ha movido en un contexto que lo ha obligado a mantener por ocho años ciertos escrúpulos democráticos. Ahora (después que fue reelecto por un mecanismo eleccionario hecho a la medida de su ambición) construye el partido único, asfixia la libertad de expresión y las garantías ciudadanas y echa a un lado a sus aliados civiles para fortalecer la naturaleza militarista de su proyecto. Al mismo tiempo, usa la riqueza nacional para una ambiciosa estrategia de proyección universal que, como contrapartida, condena a la mayoría de los venezolanos a toda suerte de dificultades y carencias.
Este año promueve un referéndum para aprobar la reforma de la Constitución, que consagrará seguramente la elección sin límite de tiempo. Por eso, más que el debate estimulado por el régimen sobre un modelo de socialismo que ya fue juzgado y condenado por la historia, resulta más bien pertinente la discusión sobre las formas y los rasgos de los nuevos totalitarismos del siglo XXI. Allí están tres ejemplos a la mano.
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