AL COMPÁS DE LOS DÍAS
08/05/07
¿QUÉ HACER?
Manuel Felipe Sierra
Hace dos años, un día como hoy, fue presentada la plataforma política Alianza Popular encabezada por Oswaldo Álvarez Paz. No es un partido político, sino una confluencia de venezolanos con diversos matices ideológicos. Álvarez definió la situación venezolana con una frase: “no es un problema electoral, sino existencial”. Llamaba la atención el señalamiento porque ya para entonces estaban en la calle candidatos para concejos, juntas parroquiales, AN y aparecían los primeros aspirantes presidenciales.
La declaración planteaba la necesidad de la resistencia democrática ante un proyecto que capturaba espacios decisivos de la sociedad. El planteamiento marcó una diferencia con otros sectores opositores que valoraban el escenario en términos convencionales, al omitir que se trataba de enfrentar un régimen, un modelo y no simplemente a un partido en el poder. Desde entonces, AP junto con otras organizaciones no ha sido ajena a ninguna de las iniciativas en defensa de los derechos humanos, por la libertad de los presos políticos, contra la intromisión fidelista, la manipulación de la FAN y el cercenamiento de las garantías ciudadanas.
En las elecciones a la AN el 4-D del 2005, llamó a ejercer el derecho constitucional de no votar, ante un proceso marcado por el ventajismo y el fraude. Pocos días antes de la votación, la totalidad de los partidos de oposición retiraron sus candidatos y se registró en la consulta una abstención de 83% , lo que representa la más estrepitosa derrota del oficialismo.
El año pasado, ante la expectativa que despertó la opción de Manuel Rosales, AP le ofreció su apoyo condicionado a la lucha por la transparencia electoral y apego a su consigna de “cobrar”. Ya se sabe lo que ocurrió. Hoy no caben dudas hacia dónde se orienta la propuesta chavista. Álvarez Paz y su equipo han mantenido una posición de principios que, a lo mejor, se juzga como idealista. Pero en circunstancias como las que viven los venezolanos, posturas como ésta cobran vigencia y resultan un indispensable estímulo moral para las luchas del futuro. Cuando Francia era humillada por la bota de Hitler, se le hizo a André Malraux la pregunta ritual: ¿qué hacer? El escritor y hombre de acción respondió: “dignidad, dignidad y más dignidad”. Y tenía razón.
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