AL COMPÁS DE LOS DÍAS
UN DEMÓCRATA
24/10/2007
Manuel Felipe Sierra
No fue nada fácil la gestión de Carlos Delgado Chapellín (recientemente fallecido) como presidente del Consejo Supremo Electoral durante 15 años. Se podría alegar que en la relación bipartidista de entonces no existían mayores peligros que comprometieran el desempeño de la institución. Pero a Delgado también le correspondió facilitar la incorporación de los partidos de la izquierda insurreccional al camino de las elecciones y dar los pasos finales para consolidar una institución todavía nueva, con criterios de transparencia y tolerancia.
Un rector electoral debe ejercer, además, un poder moral, muchas veces superior a los recursos técnicos disponibles. De la misma manera que un apostador recela de un rival inescrupuloso o un empresario evita la relación con un socio de mala fama, el árbitro electoral está obligado a transmitir seguridad y credibilidad a los actores políticos. Sólo de esta manera se asegura el respeto a los resultados que arrojen las urnas y a las reglas de la convivencia.
La eficiente tarea de Delgado llegó a trascender las fronteras nacionales, exportando el CSE su experiencia a otros países. Sus técnicos participaron en la organización de las primeras elecciones en España a la muerte de Franco; diseñaron los comicios de Haití y Nicaragua para el retorno a la democracia; y sus consejos no fueron ajenos, sino por el contrario, altamente valorados por los gobiernos del Cono Sur que salían del horror dictatorial.
La gestión de Delgado tiene especial vigencia cuando el sistema electoral venezolano en los últimos años vive un acelerado proceso de deslegitimación. ¿Por qué una proporción determinante del electorado desconfía de las cifras de un registro electoral que se sabe manipulado y que no representa nítidamente a la población votante? ¿Por qué un decisivo segmento de los electores (que nunca tuvo vocación abstencionista) ahora cuestiona un dispositivo electoral, cuya informatización antes que despejar dudas confirma el riesgo del fraude?
Nadie duda que la desconfianza, la incertidumbre y las aprensiones han debilitado la eficacia del sufragio como fuente de soberanía popular. Por eso es pertinente reivindicar la labor cumplida por Carlos Delgado, quien con modestia y sentido de la amistad supo asumir con entereza el compromiso propio de un demócrata.
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