SEMBRAR EL PETRÓLEO
En
1936 cuando Arturo Uslar Pietri acuñó la frase de “sembrar el petróleo” en un
editorial del diario “Ahora”, resumía una reflexión generalizada en los
círculos intelectuales tras la muerte de
Juan Vicente Gómez. En esos días Alberto
Adriani y otros estudiosos del fenómeno económico advertían también sobre la
necesidad de aprovechar la riqueza petrolera para diversificar la economía
nacional y obtener el mejor uso de los ingresos fiscales. Sin embargo, los
posteriores periodos de alza de los precios petroleros antes de servir para
alcanzar los objetivos propuestos en el famoso escrito de Uslar, sirvieron más
bien para reforzar el modelo rentista-petrolero.
Gumersindo
Rodríguez, político y economista de amplio reconocimiento acaba de publicar un
libro fundamental sobre el tema. “Rómulo Betancourt y la siembra del petróleo”
es un valioso estudio que se complementa con una compilación de testimonios
sobre la generación política de 1958
a la cual perteneció Rodríguez con rango protagónico. El
texto central consiste en una revisión exhaustiva, esclarecedora y
definitivamente brillante de los principales escritos de economía de Betancourt
desde 1927 hasta 1976. Ellos sirvieron de base para el llamado “Plan de
Barranquilla” en 1931 y en buena medida de plataforma programática para los
partidos democráticos y los gobiernos nacidos a partir del 23 de enero de 1958.
Rodríguez
quien fue ministro de Cordiplan y factor principal en el diseño de la “Gran
Venezuela” en el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, explica cómo ese
proyecto procuró la redistribución del ingreso fiscal en función de las
exigencias de sectores mayoritarios de la población. ¿Pero qué ha ocurrido para
que las advertencias de Uslar, Adriani y la sostenida prédica de Betancourt
sigan teniendo vigencia después de 76 años? ¿Qué factores y realidades han
impedido que la riqueza petrolera se haya utilizado en una beneficiosa
redistribución en función de potenciar la economía y atender a las grandes
exigencias nacionales? En su libro Rodríguez encara el tema con franqueza y
notable lucidez pedagógica. El autor con profundo conocimiento de la
problemática venezolana asumió la política en su adolescencia margariteña, se
convirtió en luchador antidictatorial, conoció la clandestinidad, la cárcel y
el exilio y fue uno de los fundadores del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria, en 1960 para adentrarse posteriormente en el estudio y la
investigación económica en importantes universidades del extranjero. El
testimonio de Rodríguez cobra una notable importancia en estos años y ante el
reto definitivo de “sembrar el petróleo” o acentuar la catastrófica tendencia
actual hacia el populismo y el uso inapropiado de una riqueza providencial y
perecedera.
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