EL PEREZJIMENISMO
¿Existen
paralelos entre Marcos Pérez Jiménez y Hugo Chávez Frías? ¿Por qué el interés
que despierta el juego de las comparaciones entre ambos regímenes? Por
supuesto, se trata de situaciones distintas y que se corresponden con
diferentes tiempos históricos. Pero de todos modos es posible fijar algunas
aproximaciones. El gobierno militar perezjimenista fue una dictadura abierta,
negadora de todas la libertades, represiva y encadenada con las dictaduras que
en los años cincuenta configuraron la “Internacional de las Espadas”. Chávez ha
construido un régimen autocrático en sintonía con nuevas realidades y
emparentado con formas de neototalitarismo. Es decir, regímenes que mantienen
algunos atributos propios de la democracia como el ejercicio electoral y
espacios de libertad de expresión, pero que ejercen el control total de los
poderes públicos.
Pérez
Jiménez fue la típica dictadura política mientras que el régimen chavista
procura además la confiscación de los espacios que corresponden a la economía y
la sociedad, a partir, de una visión ideológica que asume la definición del
socialismo del siglo XXI. Un modelo hibrido que se nutre de diversas
experiencias de gobierno fuertes, de tal manera que el chavismo combina elementos
derivados del régimen de Mugabe de Zimbabwe en el manejo político y el esquema
de la economía estatista cubana.
En
el plano venezolano se encuentran coincidencias notorias. Pérez Jiménez
concibió el proyecto militarista desde sus años de cadete, fue madurado en los
cuarteles y perfeccionado en la Academia
Militar de Chorrillos en Lima
y culminó con la constitución de la Unión Patriótica Militar. El
plan originalmente destinado a remozar las viejas jerarquías castrenses cobró
el carácter de una propuesta política que cristalizó el 18 de octubre de 1945
con el derrocamiento de Isaías Medina Angarita. Chávez siendo cadete también,
inició la construcción del Movimiento Bolivariano que se planteó el
refrescamiento de los altos mandos y luego se tornó en una propuesta política
que irrumpió con la asonada del 4 de febrero del 1992.
Pérez
Jiménez dio los pasos para la construcción de un ejército moderno, ajustado a
las necesidades de la post-guerra y cultivado con los valores tradicionales de
la institución: defensa de la integridad territorial y la soberanía nacional y
que sirvió de sostén a su dictadura durante varios años. Sin embargo, ante la
crisis provocada por su empeño reeleccionista en 1957, jugó papel importante en
su salida del poder y luego con leves cambios, fue la sustentación durante
cuarenta años de los gobiernos democráticos.
Chávez
en cambio, desde el comienzo de su mandato inició una tarea de reconversión de
las Fuerzas Armadas en todos sus niveles, despojándola de sus valores
tradicionales, marcando distancia de los parámetros hemisféricos y orientándola
como una fuerza ideologizada puesta al
servicio de un proyecto personalista. De esta manera sus planes de reelección y
de perpetuación en el poder pasan por contar con una estructura militar
incondicional y políticamente obediente a su jefatura única.
La
dictadura perezjimenista ejerció el poder en tres etapas. En una interpretación
laxa podría ubicarse el 18 de octubre del 45 como el punto de partida del plan
militarista, aunque en ese momento fue coptado por Rómulo Betancourt y Acción
Democrática que durante tres años transformaron la aventura militar en el más
importante proceso de vigencia civil con la aprobación de la Constitución de 1947
que significó el término de largos períodos dictatoriales. Un cálculo más
cercano a la verdad se ubica a partir del 24 de noviembre de 1948 con el
derrocamiento de Rómulo Gallegos. No obstante, el ciclo debió agotar dos años
de la Junta Militar
presidida por Carlos Delgado Chalbaud y a la muerte de éste dos años más de la Junta de Gobierno encabezada
por Germán Suárez Flamerich. Es el 2 de diciembre de 1952 con el
desconocimiento de los resultados de la elección constituyente que comienza en
estricto sentido la dictadura perezjimenista hasta el 23 de enero de 1958
cuando el dictador es echado del poder por factores democráticos y la mayoría
de las Fuerzas Armadas. En total fueron trece años en los cuales Pérez Jiménez
ejerció influencia decisiva.
Chávez,
en cambio sin interrupción ha gobernado durante catorce años y aspira a la
reelección, que de lograrla le
permitiría el ejercicio de un poder discrecional durante veinte años por la vía
del voto. Otro tema son los resultados de ambos mandatos. La dictadura de Pérez
Jiménez fue brutal, implacable en
materia de derechos humanos, pero aprovechó la bonanza petrolera generada por
la post-guerra y la transformación del petróleo en una materia prima
estratégica de la economía mundial, para financiar una audaz política de
construcciones materiales que convirtió a Caracas en una de las ciudades más
modernas del mundo. Para facilitar el análisis podría hablarse de la dictadura
perezjimenista (como el hecho político) y del perezjimenismo como una inusitada
etapa de esplendor. Es justamente la fase del perezjimenismo la que aún se
recuerda y permite comparaciones con las obras realizadas por los gobiernos
posteriores.
El
chavismo en cambio ha gozado de una etapa de mayores ingresos por la vía del
petróleo sin que ofrezca realizaciones perdurables ni significativas sino un
cuadro de deterioro de todos los servicios y una franca sensación de retroceso.
En los últimos días, y el hecho no es casual, se presenta en los cines del país
la película “Tiempos de dictadura” dirigida por Carlos Oteyza en la cual
mediante testimonios e innovadores recursos cinematográficos se retratan los
años del perezjimenismo. También Alejandro Padrón (con importante obra
narrativa) publica “La ciudad incandescente” un texto novelado de los años
finales del perezjimenismo visto por un joven estudiante de Cumaná en cuya
lectura es posible reencontrarse con aquellos años de sacrificios, de luchas y
de sueños modernizadores. Película y libro son útiles para profundizar en la
búsqueda de las raíces de nuestro proceso histórico y la gravitación en él del
fenómeno militarista.
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