lunes, 24 de septiembre de 2012

Fábula Cotidiana




LA DEMOCRACIA POSIBLE



Pocas dudas caben en el mundo de hoy sobre la afirmación de Winston Churchill según la cual “la democracia es el menos imperfecto de los gobiernos”. En los rincones más remotos del planeta se lucha por conquistar la libertad y la soberanía y asegurar regímenes plurales y respetuosos de los derechos humanos. Y en naciones que desde hace décadas conocen y respetan las reglas del juego democrático, no cesa el empeño por profundizar y mejorar el único sistema que ofrece al ciudadano la posibilidad de expresarse, de desarrollar sus aptitudes y potencialidades en un marco de respeto a su dignidad y a sus derechos.

Durante largos años América Latina osciló en el péndulo trágico de dictadura y democracia. Venezuela no fue la excepción, nuestro país más que otras naciones conoció largos períodos de regímenes militaristas, primitivos y negadores de las libertades. Desde el 23 de enero de 1958, con la caída de la dictadura de Pérez Jiménez hasta finales del siglo XX, el país vivió un período de ejercicio democrático. Imperfecto, con enormes fallas, victima de la inmadurez en muchos casos, pero que ofreció la posibilidad de construir una nación abierta a la convivencia, al respeto a las ideas y que además significó importantes niveles de progreso y bienestar. Hoy, por fortuna, el continente está poblado de gobiernos surgidos del voto y ello seguramente explica también los avances que se reflejan en el orden económico y en la lucha contra la pobreza y la exclusión.

“Claves para una democracia estable” de Valentín Arenas y “Una Carta para la Democracia” de Gustavo Briceño Vivas dos libros de reciente aparición constituyen valiosos aportes para entender y profundizar en el tema de la democracia. Un tema que se convierte en elemento fundamental del debate nacional, dada las circunstancias históricas que vive Venezuela. Ambos autores  son académicos con amplios méritos y reconocimientos. Arenas desde muy joven se comprometió además en la lucha por la democracia;  y no en vano le tocó vivir el fin de la dictadura de Fulgencio Batista en Cuba y los primeros días de la revolución cubana cuando aquella apuntaba como una esperanza tempranamente frustrada. Debió abandonar la isla y radicarse en Venezuela justamente cuando nuestra democracia vencía asechanzas y riesgos hasta alcanzar una forma estable de gobierno. Desde entonces y durante cuarenta años ha ejercido la docencia en la UCAB y en cuanto escenario ha requerido de sus conocimientos y su experiencia. 

Su texto es una suerte de manual dedicado a la juventud sobre los principios de la democracia referidos al caso venezolano. En él y en pocas palabras están condensadas ideas indispensables para la restauración democrática. Por cierto, hablando de democracia y dictadura vale recordar como dato anecdótico que Arenas compartió con Fidel Castro el bachillerato y posteriormente la carrera de derecho.

Briceño Vivas profesor de post grado de Derechos Humanos y promotor de la figura del Ombudsman,  en su ensayo analiza  el tema y de manera particular el contexto latinoamericano que estimuló y dio nacimiento el 11 de septiembre del 2001 en Lima a la Carta Democrática Interamericana, un instrumento que establece que la naturaleza democrática de un gobierno no está dada solamente por su origen mediante el voto sino por un desempeño ajustado a los valores constitucionales y el Estado de Derecho. “Es la democracia que se construye todos los días” al decir del líder polaco Lech Walesa, y es la democracia que para John. F  Kennedy “es una forma superior de gobierno porque se basa en el respeto del hombre como ser racional”.

En otro momento la aparición de ambos libros sería saludada como un útil aporte académico, pero seguramente circunscrita al ámbito universitario y especializado. Sin embargo, en la Venezuela de estos días el tema de la democracia, su conquista, su vigencia y su defensa  escapa de las reflexiones teóricas. Desde hace catorce años  asoma de nuevo entre nosotros el rostro del fantasma de la dictadura, ahora asumiendo formas y apariencias de flexibilidad, pero sin ocultar su inequívoca esencia confiscatoria de los poderes y con ulteriores objetivos totalitarios.

En el pasado la mayoría de los países latinoamericanos padecieron el peso  de la bota militarista, de las dictaduras abiertas, represivas y negadoras de todas las libertades. En los últimos años en Venezuela se vive un proceso, en apariencia distinto, pero en el fondo de inequívoca naturaleza autocrática. En el país se construye en los últimos años un régimen, una versión del “neoautoritarismo” o las “nuevas dictaduras”. Es decir, regímenes que mantienen algunos atributos propios de la democracia (imposibles de eludir en la globalización de este tiempo), como el ejercicio electoral y ciertos espacios de libertad de expresión, pero que ejercen un control discrecional, total y abusivo de todos los poderes. El caso venezolano es mucho más complejo y sus consecuencias mayormente graves, porque se trata de utilizar el control de los poderes para avanzar en la coptación de territorios de la economía libre y  la sociedad misma; a partir de una visión ideológica que asume  la definición del “socialismo del siglo XXI”.

Es un modelo híbrido, que se alimenta de experiencias recientes de gobiernos autocráticos. El chavismo junta elementos derivados del fujimorismo en Perú, de la tiranía de Robert Mugabe en Zimbabwe, en el tratamiento político y el fracasado esquema  estatista de la economía cubana. En consecuencia enfrentar un sistema de esta naturaleza implica un serio esfuerzo de las mayorías democráticas, pero también una contraposición igualmente firme en el plano teórico. Los libros de Arenas y Briceño Vivas  son dos armas que sus autores ofrecen a los venezolanos en el combate por restablecer la vigencia de los valores democráticos, para lo cual sin duda alguna ahora se abre un esperanzador camino. Y, ciertamente hay un camino.

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