¿AHORA QUÉ VIENE?
El chavismo. Hugo Chávez logra la reelección en el escenario menos
favorable para él en 14 años. A la fatiga de un largo mandato con políticas
fallidas se agrega el evidente
agravamiento de problemas que afectan directamente a la población como la
delincuencia, el deterioro de los servicios públicos y una imparable alza del
costo de la vida. Pesaba también la interrogante planteada sobre su estado de salud la cual genera
incertidumbre entre sus partidarios. Si bien es cierto que su fuerza electoral
ha disminuido y que superó con menos de 12 puntos a su contendor Capriles
Radonski, logra sin embargo la relegitimación de su propuesta política después
de una intensa campaña.
La
votación obtenida y el reconocimiento de su victoria, en un evento con
presencia de veedores y la prensa extranjera, tendrá también un efecto en el
plano internacional al debilitar transitoriamente las aprensiones y dudas que
existen en gobiernos, organismos multilaterales y ongs de los derechos humanos
sobre la legitimidad democrática de su régimen. La reelección lo consagra al
mismo tiempo como el primer mandatario en la historia venezolana que es electo
por la vía del voto para ejercer la presidencia durante 20 años.
¿Por
qué gana Chávez? En primer lugar, porque pese al desgaste de los años y un
cuadro generalizado de conflictividad social aún mantiene un fuerte anclaje en
sectores populares y de la clase media. Si bien es cierto que mucha de su
fuerza radica en una vasta estructura clientelar producto de las misiones, los
consejos comunales y otros mecanismos asistencialistas, también lo es porque
durante su gobierno ha logrado impactar y comprometer el apoyo de sectores de
la población con sus propuestas ideológicas. Reducir su fortaleza solamente al
tema de las dádivas es una simpleza. El otro factor que resultó decisivo para la
victoria radica en el ventajismo de Estado lo cual implica colocar todos los
poderes incluidos el CNE y espacios confiscados a la sociedad, en función de su
proyecto político. Todo ello genera, como se sabe matrices de miedo e
inhibición en segmentos de la población, sin desdeñar por supuesto la
influencia que sigue ejerciendo pese a las limitaciones de su enfermedad, como
un líder carismático y con eficiente manejo de la comunicación.
¿Puede
avanzar Chávez en la radicalización del socialismo del siglo XXI? Aparentemente
no existirían razones para un viraje en su desenfrenada retórica revolucionaria,
y de hecho ya algunos de sus colaboradores anuncian nuevas medidas
confiscatorias y expropiatorias. Pero en términos realistas, Chávez está
obligado a gobernar de ahora en adelante con una contraparte opositora
fortalecida y con tendencia a la expansión. Si bien es ilusorio contemplar la
posibilidad del diálogo permanente e incluso del establecimiento de niveles de
alguna convivencia, es indudable que el gobernante deberá respetar alguna
suerte de “modus vivendi” con la disidencia democrática. Prácticamente agotada
la fase de la demolición del aparato productivo la realidad lo obligará a buscar
nuevas formas y mecanismos de estimular la iniciativa privada que garanticen
niveles de producción para generar empleo y riqueza y disminuir de esta manera
el uso desmesurado del ingreso petrolero para masivas importaciones.
En
el ámbito internacional la realidad latinoamericana lo obligará a una
“normalización” con el resto de los países del área. La exportación del
socialismo del siglo XXI que llegó a tener algún impacto en naciones
sureñas años atrás ya no será posible.
Su gestión mediadora para facilitar el diálogo de paz entre Santos y la FARC en Colombia implica una
apuesta por la opción política y no armada. Del mismo modo los pasos que se dan
en Cuba para una flexibilización de la política migratoria impuesta desde 1961
son dos elementos que indican que en el mejor de los casos Chávez orientará su
gestión diplomática más bien en la línea del “paradigma de gobernabilidad”
brasileño lo que en medios periodísticos ya se conoce como la tendencia del “lulismo”
aunque con rasgos más radicales.
La disidencia democrática. La candidatura de Capriles Radonski resultó
derrotada, pero a través de ella se logró un notable avance numérico con
tendencia a reforzarse en futuras elecciones. Sigue existiendo todavía en la
dirigencia opositora cierta falta de comprensión del proceso que vive Venezuela
y que implica la lucha por el poder entre dos factores con visiones distintas
de la sociedad, el país y el Estado. Ello hace que el énfasis se coloque
solamente en el plano electoral como si se tratara de elecciones democráticas
convencionales eludiendo de este modo la confrontación de fondo. Exactamente todo
lo contrario a lo que suele hacer Chávez. Un discurso y una campaña marcada
solamente por el marketing político y que omita la valoración social e
histórica de este tiempo no serán nunca suficientes para derrotar al chavismo.
A ello se agrega la incapacidad real para contrapesar el enorme ventajismo del
régimen, así como el temor a enfrentar y denunciar la estructura ventajista y
fraudulenta del CNE que es un factor clave del oficialismo para el manejo del
tema electoral. ¿Si se entiende que todos los poderes están secuestrados y que ellos responden a las órdenes de Chávez
cómo es que no lo está el ente electoral a partir del cual emana la soberanía
de los demás poderes?
En
el mundo opositor como es obvio se plantea ahora la necesidad de fortalecer la
voluntad unitaria después de los esfuerzos y logros de la MUD , lo cual no descarta un
balance descarnado y autocrítico de las fallas y errores que deja la reciente
contienda. Sólo de esta manera podrán articularse estrategias que combinen las
ofertas y promesas puntuales con los elementos eficaces para una confrontación
real por el poder frente a un adversario que no es simplemente un gobierno ni
una suma de partidos sino un modelo de naturaleza antidemocrático con tendencia
al neototalitarismo. Se trata de asumir que en Venezuela existen dos bloques
claramente diferenciados en términos políticos e ideológicos que se disputan la
hegemonía.
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