EL
PRINCÍPE ROJO
Esa mañana de octubre de 1991 la plaza Tiananmen luce
despejada y una lluvia de pequeñas hojas se desprende de los árboles cercanos.
Dos años antes el inmenso espacio construido en 1949 como símbolo de “La Nueva China”, se
convirtió en una sangrienta masacre estudiantil. Minutos después, ya en los
salones majestuosos de “La Casa
del Pueblo” se camina por largos corredores y al final se abre una puerta. Varios
ayudantes conducen a los miembros de la delegación venezolana hacia un enorme
salón que guarda en sus paredes la milenaria simbología asiática. Con pasos
calculados, sonriente y de sobrio vestir aparece el primer ministro Li Peng,
escoltado por sus ministros. El diálogo se desarrolla en idioma chino pese a
que el funcionario y su entorno manejan el inglés a la perfección. La misión de
Venezuela la encabeza el Ministro de Relaciones Exteriores Armando Durán y
procura un mayor acercamiento comercial. Li Peng agradece la visita y dice que
su país tiene la mejor intención de mejorar y ampliar las relaciones
diplomáticas y comerciales con América Latina; y ordena a sus funcionarios avanzar
en negociaciones en busca de acuerdos. Luego destina unos minutos a destacar la
potencialidad petrolera venezolana.
Durán le comenta que está próxima la elección del secretario general de las
Naciones Unidas y que existe un consenso en torno a la candidatura del excanciller
egipcio Butros Ghali. Hasta ese momento se desconocía el voto de
China que tiene derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. “Es un nombre propuesto por el presidente de Francia Francois Miterrand” comenta el venezolano. Li Peng sonríe malicioso: “Por Miterrand no, por Bush” y explica que el asunto no está entre
las prioridades de su gobierno. La conversación se torna anecdótica y con
numerosas referencias históricas. A la hora de la despedida protocolar el líder
chino se distiende y le dice a Durán “trasmítale a su presidente Carlos Andrés
Pérez que por él, por Venezuela y América Latina China votará por Butros
Ghali. De esta manera el llamado arquitecto de los Acuerdos de Camp David de
1978 para la paz del Medio Oriente aseguró la secretaría general del organismo. China se asomaba en ese tiempo a una vigorosa expansión económica y
cobraban fuerza las reformas de Deng Xiaoping iniciadas en 1978, si bien los
sucesos de Tiananmen reflejaban la brutalidad represiva del viejo comunismo de
Mao Tse-tung. Veintiún años después de aquel encuentro, la presencia de China
en el mundo se expande de modo acelerado. No sólo es la segunda economía del planeta
sino la que goza de mayor vitalidad para afrontar los sobresaltos provocados
por la crisis norteamericana y europea. América Latina y África conocen hoy su
activa y creciente presencia comercial. No obstante, el régimen de Beijing sigue
siendo un modelo asfixiante de las libertades y violador de los derechos
humanos y los esfuerzos por aperturas políticas han resultado insuficientes. Su
estrategia capitalista ha generado en cambio una capa de privilegiados multimillonarios y facilitado una
corrupción sin límites. Y pese a los avances
en la lucha contra la pobreza éstos no han sido eficaces todavía para aminorar
las desigualdades sociales.
Esta semana en el “Gran Palacio del Pueblo” se reunió el XVIII Congreso del Partido
Comunista Chino. Dos mil delegados escogieron al nuevo Comité Central, el
Comité Permanente y el Politburó del único partido que existe en esa nación. La
reciente caída en desgracia de Bo Xilai ex ministro de comercio acusado de
abuso de poder y corrupción así como de una condena a muerte contra su esposa,
enturbió el ambiente conventual del cónclave. En el seno del PCCh conviven varias
corrientes que si bien mantienen diferencias de óptica sobre algunas materias, éstas
de ningún modo son antagónicas. En términos ideológicos los analistas suelen
hablar de Liberales Conservadores y Social Reformistas. Los primeros apoyan la
liberación económica, pero rechazan cualquier reforma política; y los Social Reformistas
cuyo mayor referente es el actual presidente Hu Jintao, se inclinan por dotar la
apertura de mayor contenido social y avanzar en el reformismo político.
Desde el jueves 15 y como resultado de la votación del Congreso, el nuevo
líder de China es Xi Jinping perteneciente
a la quinta generación de líderes desde 1949. Su padre fue un héroe
revolucionario al lado de Mao Tse-tung y como todos ellos fue víctima de la
“purga” de la “revolución cultural” de los años sesenta. Regresa al poder con Deng Xiaoping y se
convierte en uno de los artífices de la economía de mercado. Xi pertenece a los
llamados “príncipes” y ha ocupado cargos de alta responsabilidad en el
liderazgo civil y militar. Le ha correspondido manejar las relaciones con
Venezuela y estrechar, según comentan ambos, una buena amistad con Hugo Chávez.
En abril del 2009 el gobernante venezolano se reunió en Beijing con el entonces
vicepresidente y éste le abrió las puertas de la escuela de dirigentes de su
partido para formar e ideologizar a militantes del PSUV. En aquella oportunidad
se llamaron “amigos”, se tomaron fotos y rieron jocosamente. “Dios puso el petróleo que China necesita
los próximos 200 años en Venezuela” dijo Chávez entre aplausos de la
dirigencia.
Una nota del diario El Universal
recuerda que ese mismo año Xi Jinping inauguró en Caracas un foro empresarial
binacional durante el cual se firmaron millonarios contratos entre ambos países
que lograron que en 2011 el intercambio comercial cerrara en 18 mil millones de
dólares. En esa oportunidad también se suscribieron documentos para el préstamo
chino que elevó a 8 mil millones de dólares la deuda venezolana con uno de los
fondos que se mantiene con esa nación. Según la crónica luego de aquella
rúbrica el dirigente comunista exclamó: “el
pueblo de Venezuela es un buen amigo”.
El nuevo secretario general del PCCh es ingeniero químico con un
doctorado en teoría marxista ambos títulos obtenidos en la Universidad de
Quinghua, Beijing y reemplazará como presidente de China a Hu Jintao en la
reunión de la
Asamblea Popular Nacional en marzo del 2013. El príncipe rojo
(“taizandang” en mandarín) asumirá la enorme responsabilidad de conducir una
nación de creciente influencia en el mundo de hoy y seguramente en el futuro.
Hace muchos años Nehru, el primer ministro de La India
advertía: “cuando China crece se hace imperialista”.
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