jueves, 10 de enero de 2013


VENECUBA


La presencia de oficiales cubanos en las FANB fue formalizada hace 2 años por el general Antonio Rivero ante el Ministerio Público. En “Aló Presidente”, Chávez confesó, por esos días,  en son de burla que muchos de los asuntos en las relaciones entre los dos países, “no se conocen”. Desde hace unos años se sabe que las expresiones de “Venecuba” o “Cubazuela” no son fantasías opositoras. El vicepresidente cubano Carlos Lage despachaba prácticamente desde Caracas y sostenía que los dos países eran en esencia, una sola nación. Raúl Castro habló que “somos una misma cosa” y Chávez completó la frase: “somos la misma patria”.

¿Cuál es el verdadero alcance de las vinculaciones entre ambas naciones más allá de los acuerdos de intercambios comunes entre los Estados? La presencia del régimen castrista va mucho más allá de ello; incluso trasciende la compenetración  ideológica y la empatía política entre dos gobernantes. Caracas y La Habana han ido perfeccionando en estos años  un mecanismo de fusión de actividades estratégicas. No es la primera vez que ello ocurre. El Bloque Comunista de la Europa Oriental, después de la II Guerra Mundial garantizaba a los miembros su especificidad político-territorial, pero sus gobiernos respondían a las líneas trazadas por el Kremlin .Ciertamente , hubo actos de rebeldía en Hungría, Checoslovaquia y Polonia y tensiones recurrentes con Yugoslavia y Rumania, pero  hasta comienzos de los 90 estas naciones  permanecieron bajo la férula soviética. En los años 60 se perfiló la República Árabe Unida estimulada por el liderazgo de Gamal Adbel Nasser en Egipto y que incluyó además a Siria y Yemen. Tiempo más tarde se trató de repetir una alianza entre Siria e Irak propugnada por el Partido Árabe Baas, que devino en la dictadura iraquí de Sadam Hussein.
Cuba jugó en América Latina y África un papel activo en el ajedrez geopolítico de la Guerra Fría mediante una  agresiva estrategia de injerencia. A ello contribuía la vocación intervencionista de Fidel Castro y el “Che” Guevara que apostaron a la subversión latinoamericana desde la Conferencia Tricontinental de La Habana, que en 1966 proclamó la tesis de “uno, dos, tres Vietnam”. Venezuela fue objeto de tres intervenciones por parte del fidelismo y una cuarta que no pudo materializarse y que habría de ser una incursión masiva para apuntalar las guerrillas. Luego, Cuba cumplió un importante papel en varios países africanos para rematar los procesos de descolonización de la mano del ejército soviético. Castro nunca cesó en su empeño de exportar su revolución y por esta vía logró influir un tiempo en la  Jamaica de Michael Manley y capturar la Grenada de  Maurice Bishop hasta la intervención norteamericana en 1983. Su participación en la guerra centroamericana de los 80 le permitió el control del proceso sandinista que sucedió a la tiranía  de los Somoza. Sin embargo, el derrumbe del mundo comunista desnudó las carencias de la economía cubana y obligó a un “Período Especial” para garantizar una precaria sobrevivencia de la revolución.
Ya se sabe que desde 1999 Castro encontró en la propuesta bolivariana de Chávez más que un aliado, lo que Elizabeth Burgos llama “el milagro del Viagra”. Las relaciones entre ambos países se han profundizado luego en todos los ámbitos hasta el punto que hoy sus gobernantes puedan hablar de políticas comunes que en la práctica de alguna manera disuelven sus propias soberanías. Un caso curioso: el ejército cubano no invadió a Venezuela; la sumisión del chavismo no es consecuencia de una derrota militar ni existen condiciones en el mundo actual que justifiquen una alianza de esta naturaleza. Pero ella existe. Tanto que Chávez asegura que la avanzada fidelista llega a 30 mil funcionarios, aunque la cantidad es duplicada según otras cifras. En todo caso, la presencia de este ejército extranjero se ubica en áreas claves: seguridad, inteligencia, educación, salud, asesoramiento policial y militar, control de los sistemas de cedulación y registro.

¿Cómo se explica esta relación simbiótica? Además  de las razones ideológicas  se trata de una vinculación que ahora nace de necesidades pragmáticas. Chávez en el plan de perpetuarse en el poder necesita de la estructura de seguridad y espionaje  que le proporciona Cuba, cultivada durante 50 años con las técnicas de la KGB soviética y la Stasi alemana;  y Chávez mediante convenios económicos  garantiza la prolongación del fidelismo a través del auxilio a los gastos de Estado, y las necesidades de la “nomenklatura”. Chávez  seguramente requerirá cada vez de mayor ayuda para sortear las coyunturas políticas y consolidar su proyecto totalitario; y la dictadura castrista requerirá en mayor medida  del oxígeno que le proporciona el Petroestado venezolano. Una  relación perversa  por obra de necesidades mutuas, que resulta mucho más fuerte que la simple identidad ideológica y las simpatías políticas entre Chávez y los  Castro. 

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