lunes, 11 de marzo de 2013

Artículo


CHÁVEZ EN BLANCO Y NEGRO (I)


“Después del “por ahora” hay el “para siempre”, que fue una manera de completar aquello que quedó como en el aire, para siempre en la lucha y para siempre”, dijo Hugo Chávez Frías a José Vicente Rangel en entrevista televisiva el 26 de marzo de1994. Diecinueve años después su cadáver es objeto de una celebración funeraria en la Academia Militar que ha movilizado a millones de personas y convertido en noticia dominante en los medios internacionales. El féretro permanecerá por unos días a la vista del público y luego de embalsamado en un monumento construido en el Museo Histórico Militar de la Planicie. Es decir, el mismo lugar donde Hugo Chávez encabezó la sublevación fracasada el 4 de febrero de 1992. ¿Qué hubo de pasar para que la figura entonces desconocida de un teniente coronel luego de dos años de cárcel y con sólo seis en la calle construyera un movimiento que lo llevara a la Presidencia de la República por el voto popular en diciembre de 1998? Esa sola travesía abrió el camino de lo que habría de considerarse ser un liderazgo mítico con el tiempo. Desde el poder convocó a una Constituyente que aprobó una nueva Constitución que recogía cambios en materia de derechos humanos, participación ciudadana y preservación del medio ambiente y que sustituía a la “Constitución moribunda” ante la cual juró en febrero de 1999.

 Chávez daba comienzo a lo que había sido su proyecto original cuando tejía conspiraciones en los cuarteles: la necesidad de un cambio en la estructura castrense, pero también en el ámbito del Estado para abrir paso a un difuso mensaje bolivariano que con el tiempo fue tornándose en una propuesta revolucionaria. La historia más reciente se conoce. Fue reelecto  en el 2000 de acuerdo al nuevo texto constitucional e inició por la vía de leyes habilitantes un proceso de confiscación de los poderes empezando por el sistema educativo. Cuando era evidente el agotamiento de los partidos tradicionales apareció en las calles la sociedad civil a través de diversas organizaciones no gubernamentales que intuyeron que estaba en marcha un proyecto que desnaturalizaba la esencia democrática del mandato presidencial. Mientras Chávez persistía en acelerar su autocracia mediante el control de nuevos espacios sociales, la resistencia se hacía cada vez más robusta. Surgieron los paros promovidos por la CTV, Fedecámaras y los trabajadores petroleros que culminaron con las multitudinarias jornadas populares del 2002 que el 11 de abril de ese año determinaron la salida del poder (mediante una dudosa renuncia) del mandatario.


Su vuelta a Miraflores en circunstancias casi milagrosas habrían de añadir nuevos elementos a la leyenda. Meses después de haber superado el paro nacional (2002-2003) de 63 días encabezado por los petroleros,  los medios de comunicación, y una disidencia militar se ponían en claro las destrezas no habituales de Chávez para el manejo de situaciones criticas. ¿Era posible imponer un modelo no democrático a una sociedad con una conducta y una práctica comprobada en el ejercicio de los derechos civiles, y que demostraba una enorme fortaleza en las acciones de masas?

Resultaba evidente entonces que debería convocarse a la voluntad popular para abordar una radicalización ya no sólo política sino de la sociedad que había tenido un importante saldo de muertos y heridos. Se apeló a la figura del referéndum revocatorio y los opositores lograron cumplir con las condiciones necesarias para su activación. ¿Quién podía apostar en aquellas circunstancias que con una gestión erosionada y presionado por la acción popular pudiera superar favorablemente aquella prueba? El hecho cierto es que, más allá de maniobras y manipulaciones legales previas y de la instauración de un sistema electoral sospechosamente fraudulento, Chávez obtuvo la victoria lo que significaba un segundo aire para su propuesta y un desgaste inevitable para los factores que en los últimos años condujeron una oposición militante. En el próximo artículo continuaremos con el tema.



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