lunes, 6 de mayo de 2013


EL SUICIDIO DEL PODER



Desde muy joven Mario Vargas Llosa confiesa haber tenido un especial interés por la historia venezolana. El hecho de que en 1967 resultara ganador del  I Premio Internacional de Novela “Rómulo Gallegos”, con su obra “La Casa Verde” (que significó el salto del llamado boom de la literatura latinoamericana), también lo vinculó a numerosos políticos e intelectuales de Venezuela. De allí en adelante han sido frecuentes sus visitas al país y en sus artículos semanales  ha venido reflejando el proceso político de la nación desde aquellos días cuando recibió el galardón  en tiempos de guerrillas y represión. Estas circunstancias le han servido al periodista Juan Carlos Zapata para darle seguimiento a los pasos de Vargas Llosa en territorio venezolano y las numerosas actividades que en él le ha tocado cumplir.

De esta manera, el novelista peruano sirve de pretexto para que Zapata intente una reconstrucción de los episodios más significativos de los últimos años de la política nacional. Reportero acucioso y con dotes de buen narrador, Zapata ha publicado varios libros que han merecido el reconocimiento de la crítica y de los lectores. Ahora en “El suicidio del poder” (una frase del propio Vargas Llosa) Zapata utiliza la técnica del monólogo en primera persona mezclado con la crónica, ensayos y vivencias periodísticas para trazar un excelente panorama de las circunstancias que condujeron al nacimiento del chavismo y las consecuencias ya conocidas que este fenómeno supuso para los venezolanos.

En los textos se da cuenta de las entrevistas de Vargas Llosa con los mandatarios venezolanos en momentos en que el país enfrentaba situaciones conflictivas. Zapata internaliza a los entrevistados y en un relato libre va dando cuenta de lo que entonces deberían pensar los gobernantes. Por supuesto hay mucho de relato fabulado, pero éste combinado con circunstancias y situaciones que el autor vivió como reportero. “Jaime Lusinchi en el paraíso de los tontos”; “La verdadera muerte de Carlos Andrés Pérez”; “El intelectual analfabeta”; “La guerra santa de Rafael Caldera”; “La decadencia de Rómulo Betancourt”; “El empresario toma la palabra”; “La guerrilla llega a casa” entre otros, son capítulos que refrescan la historia y que revelan hechos desconocidos ahora en el lenguaje de una interesante y atractiva novela.

“El suicidio del poder” tiene además la virtud de acercarnos al proceso político más reciente, sin que el autor tome partido en el juego de la polarización irreflexiva que en los últimos días abraza de nuevo al país. Si bien es cierto que la naturaleza del proyecto chavista estableció un deslinde político y social entre los venezolanos que tuvo expresiones críticas en los acontecimientos del 2002, 2003 y 2004, también es cierto que en los últimos años se impuso el camino electoral como una manera de apuntalar la confrontación en términos cívicos. Era de esperarse que la desaparición de Chávez (cuya personalidad, estilo y lenguaje eran de por sí polarizadores), diera paso a un clima que permitiera a las fuerzas políticas, sin renunciar a sus principios y visiones divergentes, facilitar un clima de estabilidad que permitiera condiciones mínimas de convivencia.

Las últimas semanas por el contrario han estado marcadas por un clima de violencia y pugnacidad que de profundizarse  podría conducir a una etapa de ingobernabilidad y de tensiones mucho más graves que las que debió enfrentar Chávez en los momentos más difíciles de su mandato. Estos elementos hacen aún más necesario el regreso a la literatura y a los textos de la historia más reciente como una manera de abordar el futuro. “El suicidio del poder” es un texto útil en este sentido porque como dice el prologuista Álvaro Vargas Llosa: “Zapata ejecuta una radiografía política y moral de su país y nos muestra como una clase dirigente que empezó significando la buena cara del continente acabó en lo que está convertida hoy”. Añade: “Uno no emerge de estas páginas con desaliento sino con una melancolía no exenta de estímulos para imaginar una Venezuela mejor”.

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