El otoño del tirano
Según el parte médico, Jorge Rafael Videla falleció a las 6:25 de la mañana del 17 de mayo del 2013 a la edad de 87 años, por muerte natural. El ex dictador argentino fue encontrado muerto sin pulso ni respiración, en el penal donde cumplía con el castigo de cadena perpetua. Videla llena una etapa de la política argentina de finales de los años 70. Un período que comienza el 24 de marzo de 1976 cuando junto a otros oficiales derrocan al gobierno de Isabel Martínez de Perón, dando inicio al llamado Proceso de Reorganización Nacional. Isabel Martínez viuda de Juan Domingo Perón iniciaba una gestión demasiado difícil y complicada luego de la muerte de quien fuera el caudillo popular más importante de la historia argentina.
El pronunciamiento castrense se explicó, además, como una manera de poner orden en un país que parecía encaminarse hacia la anarquía y la ingobernabilidad por las disputas internas de los grupos armados peronistas. Ya existía el antecedente del derrocamiento de Salvador Allende de 1973 en Chile que dio paso a la dictadura de Augusto Pinochet. El asalto de Videla coincidió con el establecimiento de gobiernos militares en Brasil y Uruguay, es decir, el Cono Sur se militarizó con el apoyo directo de los Estados Unidos como una manera de enfrentar el riesgo de la expansión marxista o comunista que había tenido expresión durante el mandato de Allende.
Pero resultó otra cosa. Se abrió una etapa de brutal represión, de violación de los derechos humanos tanto que el mismo Videla llegó a admitir que ejerció el “terrorismo de Estado” por razones de seguridad nacional. El balance de sus cinco años de mandato y de posteriores gobiernos militares hasta 1983 cuando retornó la democracia con Raúl Alfonsín deja como resultado la monstruosa cifra de 30.000 ciudadanos desaparecidos. La impunidad con que actuaron las Fuerzas Armadas sureñas no provocó como era de esperarse la reacción militante de la comunidad internacional ni de los organismos que hoy velan por los derechos humanos; y se inscribía en la dinámica de la Guerra Fría.
El retorno a la democracia de manos de Alfonsín abrió juicio contra Videla y sus compañeros de armas responsables de un claro genocidio. Fue declarado culpable por el asesinato y desaparición de miles de ciudadanos, sentenciado a reclusión perpetua, inhabilitación política y destitución del grado militar. Cumplió solo cinco años de prisión efectiva porque en 1990 el presidente Carlos Saúl Menen decretó su indulto y su excarcelación. En 1998 fue devuelto a la cárcel aunque por breve tiempo y luego sometido al arresto domiciliario en atención a su edad. Mientras tanto desde el 2003 fue solicitada su extradición a Alemania por el Tribunal Territorial de Nuremberg y en agosto del 2010 la Corte Suprema de Justicia dictaminó que el indulto que recibió de Menen no fue constitucional y declaró la prisión perpetua. En sus últimas palabras Videla volvió a reivindicar los crímenes de lesa humanidad que se imputaron y justificó su mandato de terror.
A larga distancia en Guatemala el 19 de abril del 2013 fue anulada transitoriamente la sentencia dictada de 80 años de cárcel por genocidio contra el dictador Efraín Ríos Montt. Ahora se trataba de la guerra centroamericana que cobró fuerza con la victoria sandinista en 1979 y la presencia de fuerzas internacionales apoyadas por Estados Unidos en los conflictos de Guatemala, El Salvador e impulsada desde Honduras. Ríos Montt ahora con 87 años el 23 de marzo de 1982 derrocó al presidente Fernando Romeo Lucas García (también condenado por genocidio y quien muriera coincidencialmente en territorio venezolano). Montt se erigió en presidente de una junta militar que disolvió a los tres meses, entonces se declaró Presidente de la República e inició su mandato dictatorial que resultó relativamente corto, ya que el 8 de agosto de 1983 fue destituido por una conspiración de su ministro de Defensa Oscar Humberto Mejías Victores. Sin embargo, y pese a incursionar posteriormente en el debate democrático dejó una estela de crímenes y tropelías contra millones de indígenas guatemaltecos. Su consigna no podía ser más cínica: “matar, pero no asesinar”. La maldad no conoce tiempo ni distancia y la justicia tarda, pero llega.
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