domingo, 25 de agosto de 2013

El Carabobeño

Amuay, un año después



A la 1 de la madrugada del sábado 25 de agosto de 2012 la refinería de Amuay (que junto con la de Cardón forman el complejo refinador más importante del mundo) estalló envuelta en llamas. En segundos, un escape de gas impulsado por el viento habría de convertirse en una onda imparable que arrasó con el Destacamento 44 de la Guardia Nacional, barrios, comercios y viviendas hasta convertirse en una verdadera tragedia. A cinco días del accidente todavía no podían predecirse los daños y aún no existe información suficiente sobre ellos. Un reporte de la agencia AFP daba la noticia al mundo: “La explosión del sábado en la refinería de Amuay ha dejado más de 40 muertos (a la fecha la cifra es superior) es la más grande en el mundo en los últimos 25 años y supera accidentes similares ocurridos en Kuwait, India, España, China, Estados Unidos, México; Gran Bretaña y el ocurrido en la misma refinería el 21 de marzo de 2006 cuando murieron dos obreros en operaciones de mantenimiento”.

Hugo Chávez visitó la zona para rendir homenaje y otorgar el post-mortem a los efectivos de la Guardia Nacional que perecieron en el incendio; el líder opositor Henrique Capriles Radonski solicitó la investigación y llamó a la calma y a recobrar la serenidad colectiva. Se declararon tres días de duelo en el país; la campaña electoral fue suspendida y mandatarios de numerosos países expresaron su condolencia, solidaridad y la disposición a prestar ayuda material. Pero si los daños físicos fueron cuantiosos y tienen aún un severo impacto para la industria, las implicaciones humanas y emocionales fueron también incalculables y sus estragos, más difíciles de superar. Un año después, no se ha restablecido plenamente la calma, no hay un número preciso de las víctimas y persiste el riesgo de nuevas explosiones, como la ocurrida la noche del martes 20, cuando al parecer un rayo (todavía no hay versión oficial) incendió la chimenea de la refinería. En este caso, no hubo pérdidas humanas y la descarga eléctrica fue extinguida a tiempo.

Se trató de uno más de los accidentes registrados en instalaciones petroleras en una semana. El pasado domingo 18 de agosto, un incendio en la refinería de Puerto La Cruz sembró de nuevo el pánico en la población y a las horas, un accidente registrado en la refinería de El Palito, en Morón, dejó sin luz a buena parte del estado Carabobo. A los dos días, se reportó otra falla en la refinería de Cardón, también en Paraguaná. 

A una semana de la tragedia de Amuay recorrimos la zona del siniestro y recogimos conmovedores testimonios de los testigos y afectados por la explosión. Robert Sánchez y su familia vivían frente a la refinería: “la neblina de gas no nos dejaba ver y no sabíamos qué hacer”. Elio López, habitante del sector “Alí Primera” exclamó: “no queremos vivir de nuevo ese estruendo y ese olor a gas que nos despertó el sábado”. La presidenta de Fedecamaras-Falcón Xiomara Castro comprobaba que “todo quedó como si hubiese habido una guerra” y el psiquiatra Solano Calles, rector de la Universidad de Falcón, dijo “que es el momento de convocar la moral de los falconianos ante una tragedia de estas dimensiones”. Por su parte, Rafael Goitía, quien tiene más de 80 años y podría contar la historia de Punto Fijo y la refinería, contemplaba un cuadro de desolación, humo y tristeza. Atento y sereno, con el rostro surcado por las huellas de las sequías, resignado comentó: “pero el viento todo se lo lleva”.

Después de un año, no se conoce una investigación exhaustiva de la tragedia y las causas que la provocaron no habrían sido superadas, hasta el punto de que todavía no se estabiliza la producción de la refinería. Es sin duda, el accidente más costoso que alertó a la opinión mundial sobre los bajos niveles de mantenimiento de las instalaciones petroleras, pero los hechos ocurridos en los últimos días revelan que el problema es mucho más grave: PDVSA no está en condiciones de cumplir con su tarea como el motor económico del país.

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