domingo, 6 de octubre de 2013

El Carabobeño

Tiempos de guerra

Nicolás Maduro insiste en que está en marcha una guerra económica. Por esta razón ha citado a los organismos empresariales, encabezados por Fedecámaras ante el ministro del Interior y Justicia, Miguel Rodríguez Torres, para que expliquen hasta dónde estarían involucrados en una supuesta operación de desestabilización política, a partir de la compleja situación financiera del país. Es más, se anuncia incluso una reforma del Gabinete Ejecutivo con el objeto de enfrentar, utilizando un esquema militar, lo que sería una cuidadosa y grave acción subversiva. 
Ocurre que un argumento semejante ha sido utilizado en América Latina en dos casos en los cuales propuestas presuntamente revolucionarias condujeron a intrincados dilemas de la economía. En Chile, durante el gobierno de Allende, hubo ciertamente al margen de la confrontación política, un conflicto de naturaleza económica y social. Mientras el gobierno, o mejor dicho, los sectores radicales del Partido Socialista y otras organizaciones menores adelantaban la invasión y la incautación de empresas agrícolas e industriales, los sectores económicos tenían capacidad de respuesta. Y efectivamente así ocurrió con el derrocamiento del Presidente el 11 de septiembre de 1973. 
Gonzalo Martner, el entonces ministro de Planificación de Allende, en el libro “Chile: los mil días de una economía sitiada” (publicado en Caracas en 1974, cuando el autor exiliado se desempeñaba como docente en el Cendes) pone en claro las tribulaciones que debió enfrentar el Gobierno ante la acción contundente y sostenida de grupos económicos, que si bien actuaban en defensa de sus propios intereses, guardaban relación con una estrategia internacional auspiciada públicamente por Estados Unidos, para impedir la consolidación del modelo socialista. 
Eran tiempos de la Guerra Fría y la experiencia de Allende estaba enfrentada a dos amenazas ciertas: por un lado Estados Unidos durante el mandato Nixon-Kissinger procuraba demostrar que no era posible la vía electoral para el ascenso al poder de movimientos revolucionarios y paradójicamente, también Fidel Castro (luego de la muerte del “Che Guevara”) apostaba a negar los métodos pacíficos para implantar su propuesta. Pero lo que facilitó en definitiva una conflictividad que habría de conducir inevitablemente a la intervención militar para sustituir a un gobierno cuyas políticas estimulaban las luchas de clases, fue la inviabilidad más que comprobada de unas medidas, que más allá de sus intenciones iniciales, liquidaban el aparato productivo con las consecuencias que ello supone. 
Lo mismo ocurrió en Nicaragua después de 10 años del gobierno sandinista encabezado por Daniel Ortega en 1990, cuando debió entregar la Presidencia a Violeta Chamorro ante un generalizado malestar social como producto de acciones que contrariamente a lo que se proponían, significaron la quiebra económica de la nación y el fracaso de un proceso revolucionario que en aquel momento era visto con atención y expectativa en buena parte del mundo. En este caso, también operó el contexto internacional para determinar la derrota sandinista. Estados Unidos (ya era la etapa dura de Reagan) había activado la acción militar a través de “La Contra” en Honduras, para la creación de un cuadro bélico que lucía claramente desfavorable para Ortega y sus comandantes. 
¿Guarda el caso venezolano un paralelo con lo ocurrido en Chile y Nicaragua? Es más que evidente que la capacidad de respuesta del sector empresarial venezolano no estaría en condiciones de generar un clima de mayor conflictividad. En primer lugar, por la propia dinámica económica del país: el Petroestado fortalecido a lo largo de los últimos 14 años es infinitamente más fuerte y poderoso que los factores empresariales de la economía privada. Por supuesto, Maduro sigue utilizando, para atenuar los efectos cada vez mayores de un escenario que se pronostica severamente complicado, el guión cubano del magnicidio, el sabotaje y la guerra. ¿Tiene ello sentido en la Venezuela de este momento? Hay demasiadas razones para la duda.

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