"Plan estremecedor"
Nicolás Maduro
fue habilitado para gobernar por decreto durante un año y ya anunció las
primeras normas que dictará: una establecerá mecanismos de costos, ganancias y
precios y la otra, dará base al Centro de Comercio Exterior. Pero no sólo ello,
el Presidente al recibir el texto de la
Ley en el Balcón del Pueblo, en Miraflores, de mano de
Diosdado Cabello, expresó textualmente: “lo que han visto es poco para lo que
vamos a hacer para defender al pueblo y sus derechos” y anunció un “plan
estremecedor” contra la corrupción, que comenzará a ejecutar en enero de 2014.
Resulta claro
que para enfrentar la especulación y la corrupción existen suficientes
instrumentos jurídicos, que aplicados correctamente podrían combatir con
eficacia ambos fenómenos que han cobrado una inusitada fuerza en los últimos
años. El mismo hecho que durante de las últimas dos semanas se venga aplicando
la contraofensiva frente a la llamada “guerra económica”, mediante la
fiscalización compulsiva de comercios e industrias, demuestra que para estos
fines no se requería el otorgamiento de poderes especiales.
Una operación
que más allá de sus resultados concretos, que son de naturaleza electoral de
cara a los comicios municipales del 8 de diciembre, habrá de tener como consecuencia
a mediano plazo efectos contraproducentes en el plano económico, por lo que no
es aventurado afirmar que 2014 será un año de mayores complicaciones en la
economía y lógicamente de mayor conflictividad social y política.
Como se ha
dicho, sólo un viraje o una rectificación en la estrategia económica permitirá
en el futuro reestimular la producción nacional y de esta manera, aminorar el
peso ya prácticamente insoportable de las importaciones e incorporar factores
privados a las tareas productivas. Sin embargo, todo indica que en la línea del
régimen (y lo ha ratificado el propio Maduro) la Habilitante será
utilizada para profundizar una nueva etapa del socialismo del siglo XXI. De
esta manera, de no existir una corrección de las líneas económicas, es
inevitable que el país entre en un escenario de mayor desabastecimiento y
escasez, que aumentará las protestas que han convertido a Venezuela en el país
de mayor conflictividad en el continente.
Ante ello, se
abre el camino de acentuar la represión en dos vías: la que tendría que ver con
el reestablecimiento del orden público por la vía de la fuerza, y una
persecusión selectiva de los factores de oposición, que ya se viene dando, como
es el caso del candidato a la alcaldía de Valencia, Miguel Cocchiola y la
decisión de última hora del TSJ (contraviniendo una anterior) de inhabilitar al
candidato de la MUD
en Baruta, David Uzcátegui; así como el allanamiento de la inmunidad de María
Aranguren, que facilitó el famoso voto del “diputado 99” en la Asamblea Nacional
para aprobar los nuevos poderes habilitantes.
Esta
perspectiva que se corresponde con una valoración de la situación actual
obligaría a los factores opositores a un
manejo más realista de la coyuntura. Estaría claro que si bien es cierto que se
mantiene un espacio democrático como son las elecciones y ciertos márgenes de
libertad de expresión, los poderes habilitantes abrirían paso para blindar aún
más al régimen en su propósito de avanzar en un proyecto que cada vez se aleja
más de las prácticas genuinas de la democracia.
Un modelo que ciertamente trata de copiar la
experiencia fidelista de los años 60 (porque ahora en Cuba hay signos de una
relativa apertura) pero que en esencia, como vienen señalando analistas
internacionales, se asemeja cada vez más en el plano político al régimen de
Mugabe en Zimbabwe. Habría que recordar nuevamente que en sus memorias “Puntos
decisivos”, el expresidente George W. Bush establece un paralelo muy preciso
entre lo ocurrido en la nación africana y lo que desde hace 15 años está en
marcha en Venezuela, como dos ejemplos de cómo es posible convertir
paulatinamente los valores democráticos en instrumentos de regímenes del
llamado “neuautoritarismo”.
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