jueves, 18 de septiembre de 2014

Fábulas de Carne y Huesos

El Chacal(*)

El café Danton en la estación Odeón de Saint Michell era el lugar de encuentro. Corrían los primeros meses de 1975 y un grupo de estudiantes venezolanos solían pasar revista a las noticias: “La Revolución de los Claveles” en Portugal con la insurgencia del coronel Otelo Saraiva De Carvalho; la inminente muerte de Franco y la transición española ; las historias de los exiliados chilenos y el rumbo impredecible de “La Gran Venezuela”. Entre cervezas y cuscús se animaba la tertulia de Leopoldo Puchi, Edgar Mariña, Eloy Torres hijo, Luis Barrios, Richard Fuentes, y quienes asistíamos en tránsito. 

Algunas veces se sumaba al grupo Ilich Ramírez. De poco hablar, para los nuevos conocidos se hacia nombrar como Carlos Martínez “el ecuatoriano”, refería sus frecuentes viajes a Londres a cuyo regreso exhibía capas de moda lo que valió que Mariña lo bautizara como “Batman”. Como prueba de su afición inglesa, desechaba la cerveza y prefería el whisky. El 27 de julio, en una fiesta con ron y canciones de Alí Primera, en el edificio 9 de la Rue Toullier, Ilich desenfundó una pistola y atacó a una comisión policial que lo buscaba. Tres agentes resultaron heridos de muerte junto al delator libanés Michel Moukharbal. Uno de los policías logró sobrevivir, Ilich huyó y la prensa registró el crimen como la presencia “de un peligroso terrorista palestino en París”.

“Nadie podía pensar que Ilich fuera capaz de esa operación” refiere Pastor Heydra su jefe en la Juventud Comunista quien lo recuerda como un joven más bien tímido y “achantado”, que estudiaba cuarto año en la sección “A” del liceo Fermín Toro. Igual impresión tiene Eloy Torres su compañero de aula en la universidad “Patricio Lumumba” de Moscú. Cuando ocurrieron los hechos en el apartamento del Barrio Latino ya “Carlos” (bautizado así, por su jefe Wadih Haddad por asociación con el nombre árabe de Khalil), el venezolano era militante del “Frente Popular Para la Liberación de Palestinos” (FPPLP) y con entrenamiento militar en Jordania. Prófugo de la justicia y perseguido por la policía internacional “The Guardian” de Londres lo bautizó “El Chacal”, porque entre los objetos que dejó en la huída, se encontró un ejemplar de la famosa novela de Frederick Forsyth.

El 21 de diciembre Ilich reaparece como jefe de un comando que asalta la sede de la OPEP en Viena. Sesenta y dos personas, entre ministros y funcionarios, fueron tomados como rehenes de una acción que buscaba llamar la atención a favor de la causa palestina y denunciar a Israel, Estados Unidos, las monarquías del Golfo Pérsico y el Irán del Sha Reza Pahlevi, como enemigos de la paz. Luego de enfrentamientos y negociaciones que dejaron tres muertos y de un nervioso periplo aéreo por las naciones del Magreb, el 24 de diciembre cesó el secuestro en la capital austriaca. Se cuenta que “Carlos” al despedirse saludó al ministro venezolano de Energía Valentín Hernández, extrajo de su chaqueta un proyectil, se lo entregó y le dijo: “éste era para usted, lléveselo de regalo a Carlos Andrés Pérez”. Desde ese día se sumergió en las brumas de la clandestinidad y la leyenda. El 15 de agosto de 1994, mientras se recuperaba de una intervención quirúrgica en un hospital de Jartum, fue anestesiado, esposado, encapuchado y entregado por las autoridades sudanesas a la policía francesa que lo trasladó a París en un jet ejecutivo. Carlos culminaba los sobresaltos de la lucha terrorista y era víctima de las divisiones del radicalismo palestino, de la conversión de la política en prácticas delictivas y del desconcierto causado por el término de la Guerra Fría. Abandonado y deprimido condujo sus pasos hasta Sudán, en busca de un incierto y lejano destino. En diciembre de 1997 “Carlos” fue condenado a cadena perpetua por la masacre de la Rue Toullier de 1975, pero aún le quedaba mucha tela que cortar ante la justicia.

El 17 de septiembre de 2014, un tribunal francés confirmó la condena a perpetuidad por terrorismo de Ilich Ramírez Sánchez, conocido como Carlos "El Chacal", tras el rechazo de un recurso de casación. 

(*) Este texto fue publicado en el libro Fábulas de Carne y Huesos (2001) 

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