lunes, 1 de agosto de 2016

Análisis


MUD: DESENCUENTRO Y UNIDAD


Las crisis del bipartidismo venezolano se puso claramente en evidencia con la reelección de Rafael Caldera en 1993, entonces postulado por Convergencia, una organización sin peso específico y una alianza de retazos políticos conocidos como “el chiripero”. El agotamiento de AD y Copei siguió y se agudizó en 1994 con la aparición de nuevos movimientos alentados por Hugo Chávez al salir de la cárcel, y que representaban una válvula de escape para el descontento contra las viejas cúpulas partidistas. El fenómeno era explicable, porque si bien ello se correspondía con el desgaste de los partidos a nivel mundial, en este caso tenía una mayor implicación política y social ya que el andamiaje de apoyo a la democracia durante cuarenta años, no era el producto de una sólida institucionalidad anterior, sino una derivación del Pacto de Puntofijo (1958) y de los sucesivos gobiernos de AD y Copei.

De esta manera, el declive partidista significaba también el desplome del propio sistema lo cual provocaba un vacio y una necesaria transición que habría de ser ocupada por una propuesta de cambio radical y la personalidad carismática de Chávez. En este contexto se comprende su inesperado triunfo en 1998 con el respaldo de partidos de escaso arrastre popular. Los cómputos de la consulta retrataban el drama: AD y Copei juntos sumaron sólo el 11 por ciento de los votos y de esta manera se vieron privados de postular candidatos para las elecciones siguientes de 2000 y 2006 y de presentar incluso tarjeta propia.

Aquellos resultados consagraron la hegemonía del chavismo representado inicialmente por el MVR y luego por el PSUV con respaldo de algunas fuerzas minoritarias y que habría de prolongarse hasta ahora por 17 años con el largo mandato de Chávez, y a su muerte con la actual gestión de Nicolás Maduro. El ascenso del chavismo al poder no representaba un cambio de gobierno en la rutina de la alternabilidad democrática sino el desarrollo de un modelo que se planteaba reacomodos a contracorriente del régimen democrático representativo.

El escenario provocaba como contrapartida el rechazo y la oposición no sólo de partidos sino de sectores sociales a las iniciativas y acciones del nuevo modelo, una tarea para la cual ya AD y Copei no estaban en capacidad de asumir como eficaces alternativas de recambio. De esta manera, las primeras protestas opositoras de calle  que subieron de tono entre los años 2001 y 2004 fueron conducidas por una combinación espontánea de expresiones de la sociedad civil que facilitaron- una vez agotada la transitoria dirección de la Coordinadora Democrática- la aparición de nuevas referencias políticas ocupando ya los viejos partidos un papel irrelevante.

A partir de entonces la oposición es conducida fundamentalmente por Primero Justicia, una fuerza al comienzo circunscrita al centro del país y que animó a sectores periféricos copeyanos; Un Nuevo Tiempo, como desprendimiento de AD liderado por Manuel Rosales quien asumió la candidatura presidencial en 2006; Proyecto Venezuela fundado por el exgobernador de Carabobo y aspirante presidencial Henrique Salas Römer; Voluntad Popular con el liderazgo del exalcalde de Chacao Leopoldo López y Avanzada Progresista, conducida por el gobernador de Lara, Henri Falcón. 

 En enero del 2008, ya como resultado de una experiencia de intensas luchas nace la Mesa de la Unidad Democrática que cumple un valioso papel en la escogencia mediante el sistema de primarias a Henrique Capriles Radonski como candidato presidencial en 2011 y que aplica el mismo criterio unitario para definir candidaturas en las posteriores elecciones de gobernadores, alcaldes y la conformación de la Asamblea Nacional en las elecciones del 6 de diciembre de 2015 que significaron una apabullante victoria de sus candidatos. Un triunfo que demostró eficacia organizativa y que más allá de las estadísticas electorales le confiere a la plataforma un peso decisivo en la política nacional para enfrentar ahora el reto de conducir el proceso revocatorio presidencial y definir los aspirantes para la nueva elección de gobernadores.

La MUD, sin embargo, es una importante confluencia de fuerzas ideológicamente disimiles y algunas contrapuestas que coinciden en la necesidad de enfrentar el modelo chavista pero en todo caso todavía ninguno de los partidos que la integran individualmente considerado, tiene la fuerza que en el pasado tuvieron AD y Copei y que según todos los sondeos de opinión en el presente sigue manteniendo el PSUV.

¿PARTIDO ÚNICO?

José Antonio Gil Yepes, politólogo y presidente de Datanálisis opina sobre el tema: “Los partidos políticos desde el punto de vista de la oposición, después de haber tenido dos grandes partidos como Acción Democrática y Copei y yendo más atrás con URD y partidos intermedios como el MEP, ahora esos dos grandes partidos políticos han desaparecido en el escenario venezolano. Y los nuevos partidos como Voluntad Popular, Primero Justicia, entre otros, no han logrado proyectarse todavía como partidos distintos a los tradicionales que desgastaron sus imágenes y perdieron identificación y simpatía partidista”. El especialista agrega: “Estos nuevos partidos no logran conectarse con la gente y se mantienen en un 3 por ciento  de identificación partidista y en conjunto con otros partidos logran un aproximado del 27 por ciento de la adhesión. La MUD dentro de este porcentaje actualmente posee un 16 por ciento de la identificación venezolana. Ello indica que  en caso de asumir  esta alianza la condición de un partido, en lo cual la MUD debería poner atención, ello  le daría un enorme arranque y un peso político que desentrabe la situación del país y tenga más posibilidades de mover con éxito el revocatorio y actuar con eficacia en cualquier episodio que se genere como producto de la polarización y la crisis que en todos los órdenes vive el país”. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario