PAZ EN COLOMBIA: SU
EFECTO EN VENEZUELA
“Campanas y sirenas anunciaron el lunes 29 en
Colombia el primer día de silencio definitivo de los fusiles de las FARC luego
del acuerdo alcanzado por el gobierno en La Habana” según reporta la prensa
bogotana. Sin embargo será 2 de octubre
en un plebiscito cuando los colombianos votaran con un “sí” o un “no” para el
término de la guerra. Tras casi cuatro
años de negociaciones el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC, con la medición
de la ONU, el Vaticano y varios países europeos y latinoamericanos, suscribieron
en un documento de 297 páginas las bases
del acuerdo.
El
asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948, suele tomarse como el punto de partida de la confrontación, pero ya
la sociedad colombiana era estructuralmente violenta como producto de una aguda
exclusión social y relaciones de injusticia en el campo. La acción armada se fue ajustando a las
circunstancias internacionales pero sustentadas en causas nacionales y
preservando su base campesina sin ceder al liderazgo de expedicionarios
académicos fanatizados del guevarismo tan
comunes en los años sesenta. Su propio jefe,
Manuel Marulanda “Tirofijo” mantuvo el perfil de un patético “Pancho
Villa” andino mientras su movimiento cedía
al mimetismo ideológico de las épocas. De
la paz se habló incluso con el recrudecimiento de la lucha campesina liberal y conservadora
a la muerte de Gaitán y estuvo presente en la creación del Frente Nacional firmado en
Benidorm en 1956 por los lideres Laureano Gómez y Alberto Lleras Camargo, que
implicó la salida del dictador Rojas Pinilla y la alternancia de mandatarios
liberales y conservadores entre 1958 y 1974.
El presidente Belisario
Betancur en 1982 se sentó incluso a la
mesa con representantes de la FARC y reconoció las causas estructurales del
conflicto pero la posibilidad de un acuerdo se malogró por la incomprensión de
las partes que iniciaron una pronta “guerra
sucia”. A comienzo de los 90 el M-19, el EPL y el PRT movimientos con menor
arraigo que las FARC y ELN, se acogieron a la legalidad y apostaron al proceso
constituyente promovido por Cesar Gaviria pero ya el narcotráfico a través de
sus carteles habían asumido el camino de la violencia y establecido un modus vivendi con los grupos armados a
los cuales se sumaban las Autodefensas Unidas de Colombia o mejor conocido como
el “paramilitarismo”.
Acusado
de llegar a la Presidencia con el auxilio financiero de los carteles delictivo
Ernesto Samper gobernó cuatro años con la habilidad de un equilibrista ante las
aprensiones y el recelo de los Estados Unidos que privilegiaban entonces el
tema de la lucha contra la droga. El siguiente mandatario Andrés Pastrana afirmó
su gestión en el Plan de Paz con la ayuda de Estados Unidos y abrió un proceso
de diálogos con las FARC a las cuales incluso le facilitó un territorio de 42
kilómetros cuadrados en San Vicente del
Caguan en el departamento de Caquetá, para ejercer una curiosa forma de “gobierno de
liberación”. La estrategia le permitió
al gobernante manejarse durante casi cuatro años evitando mayores
confrontaciones y recobrar el prestigio internacional del país debilitado
durante la gestión de Samper. Sin embargo, Pastrana mejor que nadie sabía que no era
posible acuerdos estables con una guerrilla convertida en un emporio económico,
mientras que las FARC aceptaron el dialogo porque durante el mismo tiempo
gobernaron un espacio libre de confrontaciones y sus voceros pudieron ejercer
sus gestiones diplomáticas libremente en los centros de poder.
LA BATALLA DE URIBE
La victoria de
Álvaro Uribe Vélez en el 2002 con la promesa de combatir frontalmente a los
grupos armados en un contexto nacional que resentía el fracaso de la gestión pacificadora de Pastrana,
le garantizó la victoria y luego su reelección. Durante ocho años cumplió sus promesas
y combatió por todos los medios a la guerrilla con la aplicación del Plan Colombia
y la eficiente gestión de su Ministro de la Defensa Juan Manuel Santos quien
incluso asumió la responsabilidad personal en una incursión en el territorio
del Ecuador y enfrentó tensiones
generadas con el gobierno de Hugo Chávez.
De la misma
manera que el gobierno de Pastrana significó un alivio para las FARC durante
los gobiernos de Uribe la organización sufrió severas derrotas militares
incluyendo, aunque por causa natural la muerte de su jefe “Tirofijo”. La
elección presidencial de su ex ministro de la Defensa suponía para muchos, incluso
el expresidente lo confirmó al periodista en una conversación en Bogotá en noviembre del 2011, que habría de acentuarse
la lucha antiguerrillera.
Pero los tiempos
habían cambiado; la guerrilla estaba
militarmente debilitada, el escenario internacional le era abiertamente
adverso, el negocio de la droga y la
industria del secuestro también sufrían modificaciones y el ejercicio de la
violencia delictiva ya era compartida por nuevos factores organizados. Estaba
en marcha un intento de pacificación ente Cuba y Estados Unidos, y aparecía la influencia medidora del Papa Francisco en
un clima internacional enfrentado a la ofensiva del terrorismo y que cierra filas a
favor de la paz y los acuerdos.
EN VENEZUELA
El acuerdo es considerado por el presidente Santos
como “el más completo que se hizo en el mundo”, aunque admite que “el camino a la reconciliación, aun está
minado de obstáculos”. La simple firma supone sin duda un hecho histórico. La
mayoría de los electores colombianos según los sondeos de opinión son partidarios de la
paz y votarían por ella. Sin embargo, políticos importantes como el expresidente
Álvaro Uribe celebran el cese de la guerra pero consideran que la negociación deja espacios
sobre todo en el tema de la “justicia transicional” para la impunidad. Venezuela como es lógico no escapa a los
efectos de un acuerdo que si bien revela que éstos son posibles en escenarios
de violencia histórica no hay porque dudar de la necesidad de ellos cuando se
trata de negociaciones más sencillas y menos traumáticas como la simple polarización
política. Existe en cambios la observación que los acuerdos comprometen a las
FARC pero que también en las zonas fronterizas operan otros grupos armados beneficiarios
del negocio de la droga, el secuestro y
la extorsión. Una pregunta entonces seria pertinente: ¿disminuirá la violencia
en Colombia y se incrementará en Venezuela? En la historia no hay pronósticos
certeros.
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