MERCOSUR: POR LA PUERTA O LA VENTANA
Venezuela solicitó su
incorporación al Mercosur en el 2005 y hubo de esperar hasta el 2012
(justamente cuando Paraguay fue suspendido del organismo por la destitución del
Presidente Fernando Lugo) para formalizar su ingreso definitivo. Sin embargo, cuatro
años después todavía quedan trámites pendientes para que asuma la membrecía con
todos los deberse y derechos los cuales debieron completarse el pasado cuatro
de agosto. Ello no ocurrió, y por el
contrario ofreció un pretexto para que la designación que le
correspondía a la presidencia pro-témpore fuera negada por iniciativa de
Paraguay, posteriormente suscrita por Argentina Brasil y Uruguay, dando paso de
este modo a la actual crisis política.
Paraguay, en razón de las
tensiones políticas venezolanas objetó
la designación alegando el Protocolo de Ushuaia que establece: “la vigencia de las instituciones democráticas es
condición indispensable para la existencia y desarrollo de los procesos de
integración, y toda alteración del orden democrático constituye un obstáculo
inaceptable para la continuidad del proceso de integración regional”. Ya antes
el Secretario General de la OEA Luis Almagro había anunciado la posibilidad de activar la Carta Democrática Interamericana
por la misma razón.
Brasil
y Argentina y posteriormente Uruguay invocaron por su parte el
incumplimiento por el país de los lapsos establecidos para su plena
incorporación. En el fondo se trataba de suscribir la objeción política de
Paraguay ya que ambos países con los nuevos mandatos de Mauricio Macri y Michel
Temer resienten la postura ideológica venezolana que compartían los anteriores gobernantes Cristina Kirchner y
Dilma Rousseau.
Recientemente en el marco de la Asamblea
General de la ONU en Nueva York los
cancilleres del organismo anunciaron que “Venezuela estará fuera de la ronda de
conversaciones con la Unión Europea que se celebrará en Bruselas del 10 al 14
de octubre”. Mercosur busca concluir un
acuerdo con las economías europeas que según los cancilleres en ella “Venezuela
no tiene la menor inclinación dado su rechazo a ese tipo de tratados
comerciales”.
Por otra parte, los cuatro países
le han dado al gobierno venezolano un plazo hasta el 1 de diciembre para
“solventar sus problemas en materia de comercio, política de energía,
infraestructura, política de derechos humanos y defensa y aduana” algunos de
cuyos requisitos deberán ser aprobados por la Asamblea Nacional para adecuarse
definitivamente al Mercosur, y de no cumplirse con estas exigencias el país podría quedar fuera de la organización por
incumplimiento a las reglas que firmó cuando se unió al bloque.
El presidente Maduro en recientes
declaraciones descartó la expulsión de Venezuela diciendo: “si nos sacan por la
puerta nos metemos por la ventana pero del Mercosur nadie saca a Venezuela”, y luego
añadió que existe un plan no sólo para expulsar
al país sino para desmembrar al organismo: “quieren acabar con Mercosur,
entregarlo a Estados Unidos a través de un ALCA es decir, a través de un
Tratado de Libre Comercio”.
Las sanciones que en este sentido
se le impondrían a Venezuela sobre la base del Tratado de Asunción y sus
protocolos, supondrían la suspensión del Parlasur tal como ocurrió con Paraguay
entre el 2012-2013; sin embargo, los venezolanos como los paraguayos en aquella
ocasión seguirán gozando de toda la protección de la cual hoy gozan en los
países miembros donde residan y tampoco se les negara el ingreso a ellos porque
seguirán vigentes los convenios establecidos con la Convención Interamericana
de Derechos Humanos.
EL VIEJO “PACTO ANDINO”
El ingreso de Venezuela al
Mercosur luego de la salida de la Comunidad Andina de Naciones fue visto con
reservas y criticas por sectores económicos y políticos del país, por cuanto se
trataba de abandonar un espacio de integración que había logrado importantes
niveles de crecimiento de las exportaciones no tradicionales y el
fortalecimiento de las relaciones con países con una sólida identificación
histórica y cultural. Los argumentos
para abandonar la CAN popularmente conocido como el “Pacto Andino” a la cual
ingresó Venezuela en 1973 se produjo por una razón fundamentalmente política
como lo fue el desacuerdo con la suscripción de dos de sus miembros Colombia y
Perú de acuerdos de Libres Tratados de
Comercio con Estados Unidos, un mecanismo que había sido rechazado por la IV
Cumbre de las Américas en Mar de Plata en noviembre del 2005, decisión que entonces fortalecía la vigencia de la
organización.
El Mercosur se consideraba más
que un verdadero escenario de integración un mecanismo de complementación
comercial entre Brasil y Argentina (ya existían ensayos fallidos en el pasado)
con la presencia de dos naciones vecinas como Paraguay y Uruguay que si bien
mantenían una relación asimétrica con los dos polos tradicionalmente habían
resultado favorecidas con un intensa relación de importaciones y exportaciones.
La presencia de Venezuela, dada la debilidad de su capacidad exportadora no
tradicional no era particularmente atractiva para los empresarios venezolanos y
sólo se explicaba como la incorporación del músculo energético venezolano a
nuevos espacios y que cobraba fuerza con la estabilización a un nivel elevado
de los precios del petróleo.
Por supuesto, el factor político
resultaba tan importante como el económico,
y era clave para la alianza con los gobiernos de la pareja Kirchner en Argentina y “Lula” Da Silva y luego
Dilma Rousseau en Brasil, que suscribían en buena medida la estrategia
diplomática de Hugo Chávez de acentuar coincidencias ideológicas y de
reafirmación del perfil latinoamericano ante la nueva configuración geopolítica
multipolar. En términos concretos, según cifras de CONAPRI en 2014 Venezuela exportó al Mercosur
260 millones de dólares mientras las importaciones fueron de casi 6 billones de
dólares una relación exactamente contraria
a la que se registraba como socio de la CAN. Todo indica que Mercosur se
inclina ahora con los cambios ocurridos en los principales países miembros
hacia una instancia comercial de mayores relaciones con procesos similares en
Europa y Asia, dejando atrás el viejo espíritu integracionista bolivariano que
inspiró los procesos de integración impulsados a partir de los años 60.
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