viernes, 30 de septiembre de 2016

Globovisión

¿PARA QUÉ EL REVOCATORIO?


¿Por qué razón se procura la salida de un mandatario por vía distinta a la que establece el final de su mandato? Es normal que los gobernantes acumulen rechazo o aceptación a lo largo de sus gestiones como lo registran regularmente las encuestas, pero ello  no bastaría para presionar su abandono del poder.

            La figura del referéndum revocatorio en cambio, es un mecanismo que por su naturaleza se invoca para afrontar crisis de ingobernabilidad o  insalvables conflictos institucionales. En 2002 ante las tensiones que implicaron la salida por horas de Hugo Chávez de la Presidencia; la disidencia militar en la Plaza Altamira, la paralización de la industria petrolera y un paro nacional que se prolongó durante 63 días, resultaba necesario el uso del mecanismo. Ahora la Mesa de la Unidad Democrática activa el recurso ante una creciente conflictividad política y más recientemente un frontal choque entre los poderes ejecutivo y legislativo, en un escenario que ha merecido  atención y preocupación internacional y la exigencia de un diálogo con mediadores calificados.

            Todo indica, que el agravamiento de la crisis, el desgaste del gobierno y la sostenida tendencia de las encuestas que  de realizarse en el 2016 o 2017 el resultado sería desfavorable al gobierno. En el primer caso, ello implicaría la salida del Presidente  y la convocatoria  a nuevas elecciones en un plazo perentorio para  la elección de un gobernante hasta el final del período. Nadie duda que las fuerzas que impulsan la consulta  aplicaran su fortaleza en la escogencia del sucesor y que existan ya valiosos dirigentes en su seno que han comprobado  ascendencia popular para optar con éxito al cargo. ¿Pero las causas que obligaron al  revocatorio se podrían  superarse en este caso y ello no significaría, en cambio, una profundización de la crisis en todas sus expresiones? Lo que dicta la madurez política y la experiencia internacional es que ese lapso de transición debería ser ocupado por un nuevo gobernante y un equipo que gozara del reconocimiento nacional y que asumiera el compromiso de ejecutar un programa mínimo para restablecer las reglas de la convivencia y avanzar en la reordenación económica.  

En el segundo escenario una vez sustituido el mandatario las fuerzas que permanezcan en el poder estarían obligadas, más allá de su identidad ideológica, por un elemental sentido común y el peso de una insalvable realidad política a introducir cambios que faciliten  acuerdos mínimos en materias económicas vitales.  Solo sobre estos criterios se justificaría plenamente  la consulta revocatoria, porque de otra manera la pugnacidad fácil y la vocinglería demagógica que estarían presentes en ella, servirían más bien para añadir fuego a la candela.


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