PAZ EN
COLOMBIA: SUEÑO O PESADILLA
La tarde del 26 de septiembre,
bajo el sol de Cartagena y el misterioso vuelo de las “mariposas amarillas” de
García Márquez, Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño “Timochenko” firmaron un histórico
acuerdo de paz. El documento que consta
de 297 páginas resume el resultado de las conversaciones entre los
representantes del gobierno colombiano y la dirigencia de las FARC después de
casi cuatro años de negociaciones en La Habana. El acuerdo se considera el más
completo y prolijo de los aprobados anteriormente para poner fin a los
conflictos armados en el mundo.
Mandatarios de varios países,
representantes de los organismos multilaterales, figuras del mundo intelectual
y económico lo avalaron con su presencia y apostaron al éxito de un proceso que
sus mismos actores consideran no exentos de tropiezos y complicaciones durante su aplicación. Los partidos opositores
colombianos criticaron la ceremonia y advierten sobre graves costos posteriores
para la vida colombiana. Sería temerario considerar que ha cesado una guerra cuyo
comienzo suele ubicarse con la fundación de las FARC hace 52 años, pero que
entonces ya azotaba a la nación por las luchas entre liberales y conservadores,
azuzadas aun más por el asesinato de Gaitán en 1948.
Habría que tomar en cuenta que la
insurgencia armada desde los años
sesenta que se cobijó en el planteamiento revolucionario estimulado por la
victoria de la Revolución Cubana pero
que en esencia (y ello la diferencia de las experiencias de otros países)
originalmente obedece a un viejo conflicto por la tenencia y propiedad de la
tierra y a otros factores como el tráfico de droga que conforman la llamada
“violencia estructural de Colombia”.
Las objeciones de los opositores
también recuerdan anteriores negociaciones fallidas como la promovida por el
presidente Belisario Betancur en 1982, por Cesar Gaviria en 1990 que desmovilizó al
grupo M-19 entonces el tercero en importancia y también a finales de 1998 el
Presidente Pastrana con la desmovilización de la zona de San Vicente del Caguan que estableció una
mesa de diálogos y negociaciones entre su gobierno y las FARC representada por
el propio Manuel Marulanda “Tirofijo”.
Santos, quien no pudo evitar
lagrimas en su discurso, recordó que durante un tiempo como Ministro de la
Defensa de Álvaro Uribe le tocó la etapa más dura en el enfrentamiento con los
grupos guerrilleros, lo cual le confería suficiente autoridad moral para
confiar en que ahora existe ciertamente una firme voluntad política de los
insurgentes para transitar el camino de la legalidad. Rodrigo Londoño
“Timochenko”, en su debut en el escenario democrático, también fue enfático sobre
la renuncia a la violencia e incluso ofreció perdón a las numerosas víctimas.
El acuerdo, sin duda, tiene una
enorme importancia política porque coloca fuera de la guerra al grupo armado
más importante, no solo de Colombia sino de América Latina y si bien subsisten
otras organizaciones en armas como el ELN, el ritmo de la guerra siempre lo
marcó la organización que ahora cambia los fusiles por los votos. Pero no menos
importante resultarían sus derivaciones económicas, ya que el cese de la guerra
permitiría el rescate para la producción
agrícola de enormes zonas bajo el control de los subversivos; el regreso de los
desplazados (seis millones la cifra más
alta del mundo según la ONU) a sus hogares y lugares de trabajo; el reencuentro
de zonas geográficas prácticamente distanciadas por el conflicto e incluso de
zonas petrolíferas bloqueadas por los rebeldes que ahora podrían operar
libremente.
La solidaridad con el acuerdo
también ha permitido una significativa ayuda externa para financiar las fases
de su implementación. De esta manera, el FMI ha dispuesto once mil millones de
dólares para estos fines, al igual que sustanciales aportes de Estados Unidos,
Suecia, y Noruega y la decisión de la Unión Europea de excluir a las FARC de su
lista de grupos terroristas mientras se implementan los compromisos y el
anuncio del gobierno chino de suministrar fondos para el fortalecimiento de la
agricultura. Pero sin duda, el más
importante tal como lo destaca el propio Santos, es el rescate de la confianza como un factor indispensable para los inversionistas
nacionales y extranjeros.
El impacto en la controversia
democrática en cambio es inmediato con la presencia de un nuevo partido nacido
de las FARC que incorpora al debate parlamentario planteamientos ideológicos y
programáticos hasta ahora ocultos en las limitaciones y sombras de lucha
clandestina. Con su discurso, Rodrigo Londoño “Timochenko” se reveló como un
político con experiencia, con dominio de la oratoria y que al frente de una
organización como la que ahora dirige habrá de perfilar una tercera opción consistente en
el juego político entre liberales y conservadores, que pese al cambio de
siglas de sus nuevas expresiones, polarizan
todavía la política colombiana. No es por casualidad que los opositores al acuerdo hayan colocado
vallas con la foto del jefe guerrillero para convocar el voto por el “No” con
la leyenda: “quieres ver a Timochenko presidente, vota “Si” al plebiscito”
EL POSTCONFLICTO
¿Qué efectos tendrá el postconflicto
colombiano en sus vecinos? Álvaro Uribe durante su compaña ha insistido en que
no sólo la violencia organizada seguirá traspasando las fronteras hacia el
vecino venezolano sino que también las experiencias políticas del socialismo
proclamado por los gobiernos de Hugo
Chávez y Nicolás Maduro podrían cobrar fuerza en su país. En sentido contrario,
lo que es previsible es que los factores de la violencia vecina que ya operan
en zonas del territorio nacional habrían de recibir un fuerte estimulo con el cese formal de la guerra. Los
grupos y megabandas que actúan en las zonas fronterizas venezolanas y que no
necesariamente pertenecen a las FARC viene ocupando cada vez mayores espacios
huyendo de la represión militar, pero también por su naturaleza no política ni
ideológica sino como organizaciones que obtienen altas ganancias y rendimientos
mediante el tráfico de droga, el secuestro, la extorsión y todas las formas de
violencia delictiva. Apenas se trata del “kilometro cero” de un proceso que
ojala no concluya en lo que vaticina el escritor Plinio Apuleyo Mendoza: “el sueño
de la paz puede convertirse en pesadilla”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario