lunes, 3 de octubre de 2016

Análisis

 PAZ EN COLOMBIA: SUEÑO O PESADILLA

La tarde del 26 de septiembre, bajo el sol de Cartagena y el misterioso vuelo de las “mariposas amarillas” de García Márquez, Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño “Timochenko” firmaron un histórico acuerdo de paz.  El documento que consta de 297 páginas resume el resultado de las conversaciones entre los representantes del gobierno colombiano y la dirigencia de las FARC después de casi cuatro años de negociaciones en La Habana. El acuerdo se considera el más completo y prolijo de los aprobados anteriormente para poner fin a los conflictos armados en el mundo.

Mandatarios de varios países, representantes de los organismos multilaterales, figuras del mundo intelectual y económico lo avalaron con su presencia y apostaron al éxito de un proceso que sus mismos actores consideran no exentos de tropiezos y complicaciones durante  su aplicación. Los partidos opositores colombianos criticaron la ceremonia y advierten sobre graves costos posteriores para la vida colombiana. Sería temerario considerar que ha cesado una guerra cuyo comienzo suele ubicarse con la fundación de las FARC hace 52 años, pero que entonces ya azotaba a la nación por las luchas entre liberales y conservadores, azuzadas aun más por el asesinato de Gaitán en 1948.

Habría que tomar en cuenta que la insurgencia armada desde  los años sesenta que se cobijó en el planteamiento revolucionario estimulado por la victoria de la Revolución Cubana  pero que en esencia (y ello la diferencia de las experiencias de otros países) originalmente obedece a un viejo conflicto por la tenencia y propiedad de la tierra y a otros factores como el tráfico de droga que conforman la llamada “violencia estructural de Colombia”.

Las objeciones de los opositores también recuerdan anteriores negociaciones fallidas como la promovida por el presidente Belisario Betancur en 1982,  por Cesar Gaviria en 1990 que desmovilizó al grupo M-19 entonces el tercero en importancia y también a finales de 1998 el Presidente Pastrana con la desmovilización de la zona   de San Vicente del Caguan que estableció una mesa de diálogos y negociaciones entre su gobierno y las FARC representada por el propio Manuel Marulanda “Tirofijo”.

Santos, quien no pudo evitar lagrimas en su discurso, recordó que durante un tiempo como Ministro de la Defensa de Álvaro Uribe le tocó la etapa más dura en el enfrentamiento con los grupos guerrilleros, lo cual le confería suficiente autoridad moral para confiar en que ahora existe ciertamente una firme voluntad política de los insurgentes para transitar el camino de la legalidad. Rodrigo Londoño “Timochenko”, en su debut en el escenario democrático, también fue enfático sobre la renuncia a la violencia e incluso ofreció perdón a las numerosas víctimas.

El acuerdo, sin duda, tiene una enorme importancia política porque coloca fuera de la guerra al grupo armado más importante, no solo de Colombia sino de América Latina y si bien subsisten otras organizaciones en armas como el ELN, el ritmo de la guerra siempre lo marcó la organización que ahora cambia los fusiles por los votos. Pero no menos importante resultarían sus derivaciones económicas, ya que el cese de la guerra permitiría  el rescate para la producción agrícola de enormes zonas bajo el control de los subversivos; el regreso de los  desplazados (seis millones la cifra más alta del mundo según la ONU) a sus hogares y lugares de trabajo; el reencuentro de zonas geográficas prácticamente distanciadas por el conflicto e incluso de zonas petrolíferas bloqueadas por los rebeldes que ahora podrían operar libremente.

La solidaridad con el acuerdo también ha permitido una significativa ayuda externa para financiar las fases de su implementación. De esta manera, el FMI ha dispuesto once mil millones de dólares para estos fines, al igual que sustanciales aportes de Estados Unidos, Suecia, y Noruega y la decisión de la Unión Europea de excluir a las FARC de su lista de grupos terroristas mientras se implementan los compromisos y el anuncio del gobierno chino de suministrar  fondos para el fortalecimiento de la agricultura. Pero  sin duda, el más importante tal como lo destaca el propio Santos,  es el rescate de la  confianza como un  factor indispensable para los inversionistas nacionales y extranjeros.

El impacto en la controversia democrática en cambio es inmediato con la presencia de un nuevo partido nacido de las FARC que incorpora al debate parlamentario planteamientos ideológicos y programáticos hasta ahora ocultos en las limitaciones y sombras de lucha clandestina. Con su discurso, Rodrigo Londoño “Timochenko” se reveló como un político con experiencia, con dominio de la oratoria y que al frente de una organización como la que ahora dirige habrá  de perfilar una tercera opción consistente en el juego político entre liberales y conservadores, que pese al cambio de siglas  de sus nuevas expresiones, polarizan todavía la política colombiana. No es por casualidad que  los opositores al acuerdo hayan colocado vallas con la foto del jefe guerrillero para convocar el voto por el “No” con la leyenda: “quieres ver a Timochenko presidente, vota “Si” al plebiscito”

EL POSTCONFLICTO


¿Qué efectos tendrá el postconflicto colombiano en sus vecinos? Álvaro Uribe durante su compaña ha insistido en que no sólo la violencia organizada seguirá traspasando las fronteras hacia el vecino venezolano sino que también las experiencias políticas del socialismo proclamado por  los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro podrían cobrar fuerza en su país. En sentido contrario, lo que es previsible es que los factores de la violencia vecina que ya operan en zonas del territorio nacional habrían de recibir un fuerte  estimulo con el cese formal de la guerra. Los grupos y megabandas que actúan en las zonas fronterizas venezolanas y que no necesariamente pertenecen a las FARC viene ocupando cada vez mayores espacios huyendo de la represión militar, pero también por su naturaleza no política ni ideológica sino como organizaciones que obtienen altas ganancias y rendimientos mediante el tráfico de droga, el secuestro, la extorsión y todas las formas de violencia delictiva. Apenas se trata del “kilometro cero” de un proceso que ojala no concluya en lo que vaticina el escritor Plinio Apuleyo Mendoza: “el sueño de la paz puede convertirse en pesadilla”. 

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