lunes, 21 de noviembre de 2016

Analisis el universal

DIÁLOGO: EL DIFÍCIL CAMINO DE “CONVIVIR EN PAZ”


La declaración conjunta del gobierno y la MUD en la Mesa de Negociaciones en procura de un Acuerdo Nacional dada a conocer el sábado 12, puede considerarse como positiva y alentadora. En el documento de cinco puntos se destaca la coincidencia en abordar el desencuentro que prevalece entre los poderes públicos y que constituye un grave cuadro de ingobernabilidad. La posibilidad de nuevas elecciones en el Estado Amazonas (ya los diputados cuestionados fueron desincorporados por la AN); la próxima elección de nuevos miembros del CNE y superar el desacato de la Asamblea Nacional dictado por el Tribunal Supremo de Justicia suponen pasos importantes para estabilizar el clima político en busca de lo que el documento define  como la urgencia de “convivir en paz”.

En el campo económico las partes acordaron trabajar de manera conjunta en medidas para resolver “el abastecimiento de medicamentos y alimentos sobre la base de contribuir a promover su producción e importación, y al mismo tiempo promover políticas de cooperación entre los sectores públicos y privados para monitorear y controlar la adquisición y distribución de insumos y mercancías”.

Si bien para algunos críticos los voceros opositores no debieron comprometer su esfuerzo en abordar el creciente cuadro de deterioro de la economía, ya que se trata de una responsabilidad que compete fundamentalmente al Ejecutivo, en este caso habría que tomar en cuenta que se actúa en función de una exigencia nacional ante situaciones que afectan directamente a la población. También la incorporación al diálogo de representantes de la sociedad civil organizada satisface la exigencia de comprometer el mayor número de sectores nacionales en las negociaciones. En el mismo sentido, se considera  “la posición unánime de defensa de los derechos legítimos de Venezuela sobre la Guayana Esequiba y en consecuencia la defensa del Acuerdo de Ginebra de 1966”, en relación al diferendo fronterizo.

No era posible esperar más de la segunda plenaria en un proceso que como ha dicho uno de los mediadores internacionales José Luis Rodríguez Zapatero será “largo, duro y difícil”. Más aun, cuando tanto en el oficialismo como en la oposición conviven corrientes que si bien formalmente suscriben la necesidad de un clima de convivencia, en función de sus objetivos estratégicos discrepan de la oportunidad y de los temas sometidos a discusión en este caso.

DISCREPANCIA TÁCTICA

De tal manera, que no tendrían por qué extrañar las reacciones registradas en el seno de la MUD por los partidos Voluntad Popular y Vente (con un indiscutible peso cuantitativo) y de factores de la sociedad civil que hicieron reparos a la formalización del diálogo. Una actitud que se corresponde con la divergencia táctica definida y aplicada en el 2014  y conocida como “la salida” (representada en los liderazgos de Leopoldo López, Antonio Ledesma y María Corina Machado) frente a la postura firmemente electoral de Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo, Acción Democrática, y otros factores significativos de la alianza. 

Una situación que es perfectamente comprensible si se considera que la MUD no es un partido político atado a una disciplina que imponga la unanimidad de opiniones ni el acatamiento disciplinario a las líneas emanadas de su dirección, sino que obedece a un compromiso fundamentalmente electoral, al cual por lo demás han sido consecuentes todos los partidos que la integran hasta el punto de concurrir a los elecciones con una tarjeta única. 

En el campo del gobierno la situación es distinta porque la vocería presidencial y del PSUV define una línea homogénea, si bien existen discrepancias entre algunos de los aliados menores del llamado Polo Patriótico. No obstante, pese a que no han surgido críticas al proceso de negociaciones se han repetido decisiones como el reciente decreto del TSJ sobre el llamado “desacato de la AN” que desconoce  uno de los puntos aprobados en el diálogo y que revela la disposición de elementos del oficialismo de sembrar escollos a la negociación, y lo mismo podría decirse de las opiniones sistemáticas de altos voceros oficialistas que si bien no aluden al esfuerzo negociador, por el tono y el contenido de sus discursos contribuyen a crear un clima desfavorable y  hostil a éste.

BATALLA CAMPAL

Todo ello, ha generado un clima de opinión, estimulado además por una “batalla campal” en las redes sociales, que obligó a una declaración de los mediadores encabezado por Monseñor Claudio María Celli enviado del Vaticano, los ex presidentes Leonel Fernández, José Luis Rodríguez Zapatero, Martin Torrijos y el secretario general de la Unasur Ernesto Samper a formular un llamado “a todos los responsables políticos del gobierno nacional y de la Mesa de la Unidad Democrática para que respeten el espíritu y el contenido de la declaración “Convivir en Paz” y el cese de la campaña de descalificaciones públicas y que se imponga el respeto entre los poderes como el único cauce racional para preservar el dialogo nacional”

¿Supone esta advertencia que los avances de las negociaciones se detienen  o que están en peligro sus resultados finales? Si las partes mantienen la voluntad política que han demostrado hasta ahora no habría  por qué suponer, que pese a los obstáculos que ya eran previsibles, no cristalice un acuerdo final que abra espacios  a la convivencia de todos los sectores, más allá de diferencias políticas e ideológicas y en función de abordar una crisis cuyas consecuencias afectan mayormente a la población venezolana. 

Habría que recordar también que las actuales negociaciones no sólo implican al gobierno y la MUD sino que también en ellas está comprometida la atención de la comunidad internacional que incluye instancias como el Vaticano, ONU, OEA, Unasur, Unión Europea, mandatarios de numerosos países y organizaciones no gubernamentales, que sostienen con razón, que el fracaso de una iniciativa cuya cristalización procura el entendimiento no sólo entre dos actores políticos sino en términos de toda la sociedad y que ha vencido numerosos obstáculos, daría paso a lo que el enviado del Papa Monseñor Celli, augura como un camino “no exento de sangre”.



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