DIÁLOGO: EL DIFÍCIL CAMINO DE “CONVIVIR EN PAZ”
La declaración conjunta del gobierno
y la MUD en la Mesa de Negociaciones en procura de un Acuerdo Nacional dada a
conocer el sábado 12, puede considerarse como positiva y alentadora. En el
documento de cinco puntos se destaca la coincidencia en abordar el desencuentro
que prevalece entre los poderes públicos y que constituye un grave cuadro de
ingobernabilidad. La posibilidad de nuevas elecciones en el Estado Amazonas (ya
los diputados cuestionados fueron desincorporados por la AN); la próxima
elección de nuevos miembros del CNE y superar el desacato de la Asamblea
Nacional dictado por el Tribunal Supremo de Justicia suponen pasos importantes para
estabilizar el clima político en busca de lo que el documento define como la urgencia de “convivir en paz”.
En el campo económico las partes
acordaron trabajar de manera conjunta en medidas para resolver “el
abastecimiento de medicamentos y alimentos sobre la base de contribuir a
promover su producción e importación, y al mismo tiempo promover políticas de
cooperación entre los sectores públicos y privados para monitorear y controlar
la adquisición y distribución de insumos y mercancías”.
Si bien para algunos críticos los
voceros opositores no debieron comprometer su esfuerzo en abordar el creciente
cuadro de deterioro de la economía, ya que se trata de una responsabilidad que
compete fundamentalmente al Ejecutivo, en este caso habría que tomar en cuenta
que se actúa en función de una exigencia nacional ante situaciones que afectan
directamente a la población. También la incorporación al diálogo de
representantes de la sociedad civil organizada satisface la exigencia de comprometer
el mayor número de sectores nacionales en las negociaciones. En el mismo
sentido, se considera “la posición
unánime de defensa de los derechos legítimos de Venezuela sobre la Guayana Esequiba
y en consecuencia la defensa del Acuerdo de Ginebra de 1966”, en relación al
diferendo fronterizo.
No era posible esperar más de la
segunda plenaria en un proceso que como ha dicho uno de los mediadores
internacionales José Luis Rodríguez Zapatero será “largo, duro y difícil”. Más aun,
cuando tanto en el oficialismo como en la oposición conviven corrientes que si
bien formalmente suscriben la necesidad de un clima de convivencia, en función
de sus objetivos estratégicos discrepan de la oportunidad y de los temas
sometidos a discusión en este caso.
DISCREPANCIA TÁCTICA
De tal manera, que no tendrían
por qué extrañar las reacciones registradas en el seno de la MUD por los
partidos Voluntad Popular y Vente (con un indiscutible peso cuantitativo) y de
factores de la sociedad civil que hicieron reparos a la formalización del
diálogo. Una actitud que se corresponde con la divergencia táctica definida y
aplicada en el 2014 y conocida como “la
salida” (representada en los liderazgos de Leopoldo López, Antonio Ledesma y
María Corina Machado) frente a la postura firmemente electoral de Primero
Justicia, Un Nuevo Tiempo, Acción Democrática, y otros factores significativos de
la alianza.
Una situación que es perfectamente
comprensible si se considera que la MUD no es un partido político atado a una
disciplina que imponga la unanimidad de opiniones ni el acatamiento disciplinario
a las líneas emanadas de su dirección, sino que obedece a un compromiso
fundamentalmente electoral, al cual por lo demás han sido consecuentes todos los
partidos que la integran hasta el punto de concurrir a los elecciones con una
tarjeta única.
En el campo del gobierno la
situación es distinta porque la vocería presidencial y del PSUV define una
línea homogénea, si bien existen discrepancias entre algunos de los aliados
menores del llamado Polo Patriótico. No obstante, pese a que no han surgido
críticas al proceso de negociaciones se han repetido decisiones como el
reciente decreto del TSJ sobre el llamado “desacato de la AN” que desconoce uno de los puntos aprobados en el diálogo y
que revela la disposición de elementos del oficialismo de sembrar escollos a la
negociación, y lo mismo podría decirse de las opiniones sistemáticas de altos
voceros oficialistas que si bien no aluden al esfuerzo negociador, por el tono
y el contenido de sus discursos contribuyen a crear un clima desfavorable y hostil a éste.
BATALLA CAMPAL
Todo ello, ha generado un clima
de opinión, estimulado además por una “batalla campal” en las redes sociales,
que obligó a una declaración de los mediadores encabezado por Monseñor Claudio
María Celli enviado del Vaticano, los ex presidentes Leonel Fernández, José
Luis Rodríguez Zapatero, Martin Torrijos y el secretario general de la Unasur
Ernesto Samper a formular un llamado “a todos los responsables políticos del
gobierno nacional y de la Mesa de la Unidad Democrática para que respeten el
espíritu y el contenido de la declaración “Convivir en Paz” y el cese de la
campaña de descalificaciones públicas y que se imponga el respeto entre los
poderes como el único cauce racional para preservar el dialogo nacional”
¿Supone esta advertencia que los
avances de las negociaciones se detienen
o que están en peligro sus resultados finales? Si las partes mantienen
la voluntad política que han demostrado hasta ahora no habría por qué suponer, que pese a los obstáculos
que ya eran previsibles, no cristalice un acuerdo final que abra espacios a la convivencia de todos los sectores, más
allá de diferencias políticas e ideológicas y en función de abordar una crisis
cuyas consecuencias afectan mayormente a la población venezolana.
Habría que recordar también que las
actuales negociaciones no sólo implican al gobierno y la MUD sino que también
en ellas está comprometida la atención de la comunidad internacional que
incluye instancias como el Vaticano, ONU, OEA, Unasur, Unión Europea,
mandatarios de numerosos países y organizaciones no gubernamentales, que
sostienen con razón, que el fracaso de una iniciativa cuya cristalización procura
el entendimiento no sólo entre dos actores políticos sino en términos de toda
la sociedad y que ha vencido numerosos obstáculos, daría paso a lo que el
enviado del Papa Monseñor Celli, augura como un camino “no exento de sangre”.
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