martes, 29 de noviembre de 2016

Análisis


MADURO-TRUMP: DERECHOS HUMANOS Y PETRÓLEO

Tal como ocurrió durante su  campaña Donald Trump ya como presidente de después del 20 de enero del 2017  ¿será un mandatario de decisiones contradictorias y desconcertantes o actuará con mayor sensatez y cuidado tomando en cuenta los efectos de sus medidas para la población estadounidense y  la política internacional? Si bien Trump  fue el típico “outsider” en la competencia electoral, ahora como gobernante del Partido Republicano  (organización que también controla el poder legislativo) estaría obligado a una actuación más realista.

De hecho, en los últimos días los anuncios sobre sus más cercanos colaboradores revelan concesiones a las tendencias  en el seno del partido y a los sectores que apoyaron su candidatura. A las citas cotidianas en la Trump Tower de la Quinta Avenida de Nueva York han acudido partidarios cercanos, críticos de la campaña e incluso simpatizantes del Partido Demócrata dispuestos a participar en una gestión de cuatro años que ha despertado las más diversas controversias. 

Resulta claro que Trump colocará el acento en los asuntos internos y fundamentalmente en la economía, que fueron las propuestas principales de su campaña y que le facilitaron sellar un compromiso con la clase media blanca  y  la vieja ultraderecha tradicional, que apuestan a mantener la hegemonía norteamericana  heredada de la Segunda Guerra Mundial y de la “Guerra Fría”. Sin embargo, en el nuevo equipo de gobierno pareciera cobrar fuerza la llamada “corriente realista”, que si bien aboga por el fortalecimiento del poderío norteamericano, se inclina por buscar coincidencias con factores geopolíticos y realidades del esquema multipolar que favorecerían mucho más la defensa interna que la estrategia de expansión militar. 

En esta línea se explicarían las opiniones aparentemente conciliadoras con la Rusia de Putin y la propuesta de reducir gastos de la OTAN y otras organizaciones internacionales que han servido de base para la intervención norteamericana en el Medio Oriente durante la “era  Bush”  y en menor medida en el mandato de Barack Obama. En este contexto, es lógico que se analice y especule sobre los alcances de la política de Washington con relación América Latina y en particular con Venezuela. En el caso venezolano recientemente el presidente Nicolás  Maduro saludó la elección de Trump como una posibilidad de normalizar las relaciones entre ambos países, suspendidas a nivel de embajadores y contaminadas por el famoso “Decreto Obama” que considera a Venezuela como una “amenaza para la seguridad de los Estados Unidos”. 

¿Corriente realista?

Si se toma en  cuenta que los pasos iníciales del Presidente electo se orientan al levantamiento de un  muro migratorio en la frontera mexicana y la oposición a los Tratados de Libre Comercio como dos premisas fundamentales en sus relaciones internacionales, la situación de Venezuela no representaría un tema urgente ni prioritario en la agenda de Washington de mantenerse sin  alteraciones la situación actual. Sin embargo, habría que tomar como dato significativo la designación de la gobernadora de Carolina del Sur Nikki Haley como embajadora ante las Naciones Unidas dada su aproximación política con el senador republicano de Florida Marco Rubio, quien mantiene una actitud beligerante y sostenida en el sentido de proponer  sanciones contra  funcionarios venezolanos y aplicar severas prohibiciones a la gestión de Maduro.

En este sentido, el analista político Leopoldo Puchi destaca que Trump expresó durante su campaña criterios y conceptos como los siguientes: “vamos a dejar de construir democracias extranjeras, derrocar regímenes e intervenir imprudentemente en situaciones en donde no tenemos derecho de estar”, y  en la misma línea de razonamiento aseguró que el objetivo prioritario de su diplomacia será “mantener la seguridad de Estados Unidos y enfrentar al Estado Islámico”, expresando al mismo tiempo que debe considerarse a Rusia como un país aliado en esa guerra contra el terrorismo. Según Puchi, de asumir Trump esa línea contraria a intervenciones y propia de la corriente “realista republicana”, las relaciones entre Washington y Caracas mejorarían, porque obviamente Venezuela no dispone de fuerzas para “meterse” con Estados Unidos ni representa un peligro, por lo que no habría razones para “intervenir imprudentemente como lo ha dicho Trump”. 

El petróleo siempre

No obstante, el Presidente electo sigue deslizando consideraciones críticas sobre el gobierno venezolano y ya había advertido durante la campaña que  de no resultar electo la Corte Suprema de su país podría convertir “a Estados Unidos en algo parecido a Argentina  o Venezuela”. El internacionalista Kenneth Ramírez, se refiere también a la aparente vinculación de Trump con Vladimir Putin lo cual podría configurar un esquema parecido a los años de la “Guerra Fría”: “tu no me tocas unos sitios, yo no te toco otros y Venezuela puede estar resguardada bajo la sombra de Putin, lo que implicaría que el gobierno de Maduro podría sentirse más seguro que con un gobierno de Hillary Clinton”. Otros analistas consideran que el tema de mayores fricciones entre los dos países es el referido a los derechos humanos en Venezuela sobre lo cual Ramírez recuerda que “Trump no es precisamente un defensor de esos derechos”.

En todo caso, las relaciones Venezuela-EEUU han estado marcadas históricamente por el tema petrolero y en relación al asunto, Trump ha definido una estrategia para favorecer una mayor exploración en las tierras federales para incrementar la extracción e incentivar la llamada “fractura hidráulica” como mecanismo para consolidar la  expansión de la producción que ya se registra con la construcción del oleoducto TransAmérica desde Canadá y  que disminuirá la importación de petróleo. Para el economista y diputado José Guerra “esta política podría implicar un reacomodo global del mercado petrolero con precios bajos y menor demanda para el petróleo venezolano en los Estados Unidos”. Estima Guerra que “con un precio alrededor de 45 dólares por barril, con el actual modelo económico ni Venezuela ni PDVSA son viables”.  En todo caso, no es posible precisar un rumbo de la política norteamericana dada la personalidad del nuevo mandatario. Como escribe Ana Palacios, ex Ministra de Asuntos Exteriores de España: “Vértigo, Trump es presidente: el mundo mudó de piel”. 

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