lunes, 5 de diciembre de 2016

Análisis


FIDEL Y VENEZUELA: RELACIÓN DE AMOR-ODIO

Desde muy joven a los 22 años cuando Fidel Castro llegó a Caracas en marzo de 1948 de paso hacia Bogotá para un evento estudiantil de lucha contra el colonialismo, se estableció una relación entre el estudiante cubano y la política venezolana. En la capital colombiana comenzaba la IX Conferencia Interamericana que dio nacimiento a la Organización de Estados Americanos (OEA). En esa oportunidad Castro llevó una carta de presentación de Rómulo Betancourt para el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, asesinado días después, en un hecho que desató el incendio social del “Bogotazo”. 

A los meses, el 24 de noviembre Rómulo Gallegos fue derrocado y tanto él como Betancourt, Andrés Eloy Blanco y la mayoría de los dirigentes de Acción Democrática víctimas del golpe militar encontraron un generoso refugio en La Habana bajo el gobierno de Carlos Prío Socarrás. Desde allí funcionó el centro de la resistencia contra los gobiernos militares que se prolongaron durante diez años. Ya Castro se destacaba como dirigente estudiantil y del Partido Ortodoxo, liderado por Eduardo Chibás y mantenía vínculos con los luchadores venezolanos que apostaban por la vía insurreccional.

El Golpe de Estado de Fulgencio Batista en 1952 obligó al exilio venezolano a trasladarse principalmente a México, y Castro propició la toma fallida del Cuartel Moncada, siendo sometido a un juicio que le mantuvo durante dos años en la cárcel. A su salida, marcha también a México y consolida vínculos con los desterrados venezolanos. De esta manera, las luchas contra las dictaduras de Batista y Pérez Jiménez se convierten en una empresa común. 

LUCHA COMÚN 

El 23 de enero de 1958 cuando es derrocado Pérez Jiménez, ya Castro consolida las guerrillas en la Sierra Maestra y la dictadura de Batista da signos de debilitamientos por una fuerte resistencia urbana y rural. A partir de entonces, el centro de la lucha contra el régimen cubano se instala en Venezuela, donde se firma el “Pacto de Caracas” para la transición hacia la democracia y el movimiento estudiantil que había sido factor importante en el derrocamiento de Pérez Jiménez propicia diversas actividades en apoyo a la insurgencia fidelista, como la recolección de recursos en la denominada campaña “un bolívar para la Sierra Maestra”. El propio Wolfgang Larrazábal envía armas a los insurgentes y Castro siempre recordó que había tenido en sus manos el primer fusil FAL enviado con un mensaje personal del mandatario venezolano.

Ello explica que antes de tener cargos formales en el gobierno provisional a la caída de Batista, Castro llegue a Venezuela invitado por la FCU de la Universidad Central y sea objeto de un recibimiento entonces no ofrecido a ningún político extranjero. Los meses siguientes el gobierno cubano definió una estrategia de cambios radicales, que si bien respondían a realidades nacionales, lo aproximaban al polo soviético en el marco de la “Guerra Fría”. El impacto del camino cubano fue inmediato en Venezuela y el PCV y sectores jóvenes de AD y URD, fortalecidos en la lucha antiperezjimenista asumieron como un modelo ese proceso y proclamaron (tal como ocurrió luego en otros países latinoamericanos) el camino de la insurgencia guerrillera.

 El gobierno de Rómulo Betancourt sería el objetivo de una ofensiva armada nacional con el apoyo directo de los gobernantes cubanos empeñados en exportar su revolución. Se abrió un tiempo que enfrentó a los dos gobiernos hasta el punto que rompieron relaciones diplomáticas y se produjo incluso la injerencia de milicianos fidelistas en territorio nacional. El tiempo habría de comprobar la inviabilidad de la estrategia de Castro y el fortalecimiento de las democracias latinoamericanas, lo cual determinó el aislamiento de La Habana.

La caída del Bloque Comunista a finales de los ochenta, que había sostenido económica y políticamente al régimen de Castro, condenó a la isla al llamado “periodo especial” caracterizado por penurias y estrecheces de todo tipo. Castro miró entonces hacia América Latina en busca de su inserción en una nueva realidad continental. Su presencia en Caracas en la toma de posesión de Carlós Andrés Pérez en febrero de 1989 le facilitó los contactos con gobernantes de otras naciones como César Gaviria de Colombia y Carlos Salinas de Gortari de México, quienes facilitaron su presencia en la I Cumbre Iberoamericana Guadalajara en 1991, que marcó su regreso a la comunidad política continental.

ALIANZA PRAGMÁTICA 

Sin embargo, Cuba debió enfrentar todavía el bloqueo de Estados Unidos y la exigencia de una apertura democrática por parte de los países latinoamericanos. El ascenso de Hugo Chávez en 1998 le abrió al fidelismo la posibilidad de encontrar un camino para su plena incorporación a la política continental. Más que coincidencias ideológicas y políticas al comienzo la aproximación entre La Habana y Caracas se facilitó por razones pragmáticas. Chávez proclamó el proceso bolivariano que debería prolongarse más allá del juego de la alternancia constitucional, lo cual provocó el rechazo de sectores económicos sindicales y de los partidos democráticos venezolanos, que generaron las grandes tensiones registradas entre los años 2001 y 2004. Para fortalecer la seguridad de su mandato, recurrió entonces a la asistencia de los servicios de inteligencia y la asesoría militar cubana a cambio de convenios energéticos y comerciales que sirvieran para superar las carencias de la isla. De esta manera, por razones de conveniencia mutua se fue avanzando en una alianza entre los dos gobiernos hasta el punto que Chávez decidió afrontar su enfermedad terminal en la clínica personal de Castro y que la semana pasada a la muerte del viejo líder comunista en Venezuela se declararan tres días de un inusual duelo nacional. Tal como están las cosas, la desaparición de Castro- quien desde hace diez años se había alejado de sus funciones ejecutivas- no tendría porque suponer alteraciones en una relación madurada durante casi dos décadas. Ello sin desconocer que la muerte del jefe cubano ha tenido una significativa repercusión en el mundo entero, porque como sostiene el exmandatario uruguayo, José “Pepe” Mujica, “Fidel como cualquier personaje grande que ocupa un largo periodo de la historia va a tener detractores y va a tener enamorados”.  

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