EL DIÁLOGO SOBRE ARENA MOVEDIZA
Hasta horas
antes existían dudas sobre el comienzo del anunciado proceso de diálogo, en
rigor más bien de conversaciones, entre el Gobierno y la MUD en procura de un
acuerdo nacional. El llamado del Papa Francisco a través del Nuncio Apostólico
de Buenos Aires, Emil Paul Tscherrig, enviado a Caracas decidió el primer
encuentro la noche del domingo 30 de octubre en el Museo Alejandro Otero.
El hecho merece
una valoración positiva y deja en claro la voluntad política de los bandos para
intercambiar criterios y facilitar acuerdos. La presencia en la reunión de los
expresidentes Rodríguez Zapatero, Martín Torrijos y Leonel Fernández, y horas
después la visita del subsecretario de Estado de Estados Unidos, Thomas Shannon,
compromete a los actores de las conversaciones en asumir con sinceridad una
gestión que responde a urgencias nacionales, pero que también ha tenido una importante
proyección internacional.
El llamado
diálogo Gobierno-Oposición (que más bien son pasos para una aproximación sobre
temas sustantivos) guarda diferencias con los conocidos procesos de paz, cada
vez más comunes para poner término a conflictos armados y distanciamientos
históricos entre países, como los recientes casos de Cuba y Colombia. Venezuela
no asiste al final de una guerra sobre cuyos escombros suelen florecer las vías
de entendimiento en busca de la paz.
“La situación
Venezuela”- como ya se le conoce en los círculos diplomáticos- es producto de
una severa polarización entre un régimen que ha tratado de imponer y consolidar
un modelo político que restringe los espacios propios de la democracia
representativa como la separación de poderes y que sustenta políticas
económicas, que si bien no es cierto que son una copia fotográfica de la
Revolución Cubana, ejercen un mayor control de espacios propios del sector
privado. Cuando ya se avizoraba tal escenario a finales del 2001 el
enfrentamiento político cobró una fuerza inusitada que marcó los conocidos
episodios de los años 2002, 2003 hasta el revocatorio presidencial del 2004.
Si bien durante
un tiempo bajaron las tensiones de la confrontación partidista ellas no dejaron
de estar presentes sino que más bien en los años siguientes, mediante
mecanismos legales y decisiones administrativas avanzó la configuración del
modelo original del chavismo. Si bien entonces la respuesta de los sectores
críticos, ya representados en los partidos políticos, bajó el tono de la
protesta en razón de nuevas realidades nunca estuvo ausente la posibilidad de
que retornara la confrontación que sólo había sido pospuesta. Ello explica que en
ese lapso se hayan registrado situaciones significativas como la emergencia del
movimiento estudiantil en 2007, los avances electorales de gobernaciones y alcaldías
con victorias de candidatos opositores; el apretadísimo resultado de la
elección de Nicolás Maduro en 2013 y la estrategia de “la salida” propuesta por
dirigentes de la disidencia como Leopoldo López, Antonio Ledezma y María Corina
Machado en 2014 que generaron acciones de calle enfrentadas con una brutal
represión con saldo de muertos, heridos y números detenidos, la mayoría de los
cuales todavía permanecen en las cárceles o sometidos a limitaciones
judiciales.
La caída de los
precios del petróleo en 2012 y el fracaso de una política dispendiosa y
populista, erróneas decisiones en materia cambiaria y nuevos enfrentamientos
con la política de Washington y otros países, además de la negativa a la rectificación
económica incluso sugerida por funcionarios del propio gobierno, condujeron al
declive económico que junto con la conflictividad política configuran un cuadro
que exige ahora de acuerdos en función de los intereses nacionales.
La negociación
que comenzó el domingo 30 de octubre, como es lógico, está sometida a un cuadro
de contingencias impredecibles por lo cual no pueden esperarse de ella resultados
a corto plazo ni suficientemente satisfactorios para las partes. Tampoco se
descarta, que pasado un tiempo se compruebe su inviabilidad por ahora, lo cual de
ocurrir tampoco implicaría la negación de la necesidad e importancia del
diálogo y los arreglos.
La decisión más
importante tomada en la primera reunión fue la designación de cuatro mesas para
abordar los principales aspectos de la agenda: paz, respeto al estado de
derecho y a la soberanía nacional en primer término; luego una mesa referida a
la verdad, justicia, derechos humanos, reparación de victimas y reconciliación;
otra sobre el tema económico y social; y la referida a la generación de
confianza y la fijación de un cronograma electoral para buscar alternativas a
la polarización.
LA SOCIEDAD CIVIL
Una observación,
que se juzga pertinente, ha sido formulada por voceros y especialistas quienes
proponen que en las mesas, hasta ahora limitadas a los actores y la mirada de
los mediadores, deberían incorporarse representantes de la sociedad civil
vinculados a los temas en discusión como empresarios, dirigentes sindicales,
universidades, colegios profesionales y organizaciones no gubernamentales que
en definitiva tendrían la tarea de instrumentar y garantizar la eficacia para
eventuales soluciones. Pero además en ello priva una razón política: si bien el
Gobierno y la Oposición deben fijar los criterios de armonía para la
gobernabilidad, el abordaje de los grandes temas del momento como la inflación
imparable, el desabastecimiento y el desbordamiento de la violencia social son
materias que les competen directamente.
Además existe el
riesgo que el clima de la confrontación antes de ceder se exacerbe y ponga en
peligro los aspectos cardinales de las conversaciones. Así lo advierte el analista
y consultor político José Rafael Revenga, quien declara: “La oposición en la
mesa de diálogo es muy limitada, es únicamente la presencia de los partidos
políticos y no representa a los estudiantes, las academias, las organizaciones
gremiales, las universidades, entre otros. Pareciera que se busca una salida
electoral o “electorera” que es totalmente insuficiente y algunos voceros
insisten en darle prioridad sólo a las elecciones. Si ello es el resultado del
diálogo éste será insuficiente frente a las necesidades reales que vive la
gente en su vida diaria y en la practica el diálogo fracasaría porque habría
privado solamente la ambición electoral”.
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