martes, 8 de noviembre de 2016

Análisis

EL DIÁLOGO SOBRE ARENA MOVEDIZA



Hasta horas antes existían dudas sobre el comienzo del anunciado proceso de diálogo, en rigor más bien de conversaciones, entre el Gobierno y la MUD en procura de un acuerdo nacional. El llamado del Papa Francisco a través del Nuncio Apostólico de Buenos Aires, Emil Paul Tscherrig, enviado a Caracas decidió el primer encuentro la noche del domingo 30 de octubre en el Museo Alejandro Otero.

El hecho merece una valoración positiva y deja en claro la voluntad política de los bandos para intercambiar criterios y facilitar acuerdos. La presencia en la reunión de los expresidentes Rodríguez Zapatero, Martín Torrijos y Leonel Fernández, y horas después la visita del subsecretario de Estado de Estados Unidos, Thomas Shannon, compromete a los actores de las conversaciones en asumir con sinceridad una gestión que responde a urgencias nacionales, pero que también ha tenido una importante proyección internacional.

El llamado diálogo Gobierno-Oposición (que más bien son pasos para una aproximación sobre temas sustantivos) guarda diferencias con los conocidos procesos de paz, cada vez más comunes para poner término a conflictos armados y distanciamientos históricos entre países, como los recientes casos de Cuba y Colombia. Venezuela no asiste al final de una guerra sobre cuyos escombros suelen florecer las vías de entendimiento en busca de la paz.

“La situación Venezuela”- como ya se le conoce en los círculos diplomáticos- es producto de una severa polarización entre un régimen que ha tratado de imponer y consolidar un modelo político que restringe los espacios propios de la democracia representativa como la separación de poderes y que sustenta políticas económicas, que si bien no es cierto que son una copia fotográfica de la Revolución Cubana, ejercen un mayor control de espacios propios del sector privado. Cuando ya se avizoraba tal escenario a finales del 2001 el enfrentamiento político cobró una fuerza inusitada que marcó los conocidos episodios de los años 2002, 2003 hasta el revocatorio presidencial del 2004.

Si bien durante un tiempo bajaron las tensiones de la confrontación partidista ellas no dejaron de estar presentes sino que más bien en los años siguientes, mediante mecanismos legales y decisiones administrativas avanzó la configuración del modelo original del chavismo. Si bien entonces la respuesta de los sectores críticos, ya representados en los partidos políticos, bajó el tono de la protesta en razón de nuevas realidades nunca estuvo ausente la posibilidad de que retornara la confrontación que sólo había sido pospuesta. Ello explica que en ese lapso se hayan registrado situaciones significativas como la emergencia del movimiento estudiantil en 2007, los avances electorales de gobernaciones y alcaldías con victorias de candidatos opositores; el apretadísimo resultado de la elección de Nicolás Maduro en 2013 y la estrategia de “la salida” propuesta por dirigentes de la disidencia como Leopoldo López, Antonio Ledezma y María Corina Machado en 2014 que generaron acciones de calle enfrentadas con una brutal represión con saldo de muertos, heridos y números detenidos, la mayoría de los cuales todavía permanecen en las cárceles o sometidos a limitaciones judiciales.

La caída de los precios del petróleo en 2012 y el fracaso de una política dispendiosa y populista, erróneas decisiones en materia cambiaria y nuevos enfrentamientos con la política de Washington y otros países, además de la negativa a la rectificación económica incluso sugerida por funcionarios del propio gobierno, condujeron al declive económico que junto con la conflictividad política configuran un cuadro que exige ahora de acuerdos en función de los intereses nacionales.

La negociación que comenzó el domingo 30 de octubre, como es lógico, está sometida a un cuadro de contingencias impredecibles por lo cual no pueden esperarse de ella resultados a corto plazo ni suficientemente satisfactorios para las partes. Tampoco se descarta, que pasado un tiempo se compruebe su inviabilidad por ahora, lo cual de ocurrir tampoco implicaría la negación de la necesidad e importancia del diálogo y los arreglos.

La decisión más importante tomada en la primera reunión fue la designación de cuatro mesas para abordar los principales aspectos de la agenda: paz, respeto al estado de derecho y a la soberanía nacional en primer término; luego una mesa referida a la verdad, justicia, derechos humanos, reparación de victimas y reconciliación; otra sobre el tema económico y social; y la referida a la generación de confianza y la fijación de un cronograma electoral para buscar alternativas a la polarización.

LA SOCIEDAD CIVIL

Una observación, que se juzga pertinente, ha sido formulada por voceros y especialistas quienes proponen que en las mesas, hasta ahora limitadas a los actores y la mirada de los mediadores, deberían incorporarse representantes de la sociedad civil vinculados a los temas en discusión como empresarios, dirigentes sindicales, universidades, colegios profesionales y organizaciones no gubernamentales que en definitiva tendrían la tarea de instrumentar y garantizar la eficacia para eventuales soluciones. Pero además en ello priva una razón política: si bien el Gobierno y la Oposición deben fijar los criterios de armonía para la gobernabilidad, el abordaje de los grandes temas del momento como la inflación imparable, el desabastecimiento y el desbordamiento de la violencia social son materias que les competen directamente.

Además existe el riesgo que el clima de la confrontación antes de ceder se exacerbe y ponga en peligro los aspectos cardinales de las conversaciones. Así lo advierte el analista y consultor político José Rafael Revenga, quien declara: “La oposición en la mesa de diálogo es muy limitada, es únicamente la presencia de los partidos políticos y no representa a los estudiantes, las academias, las organizaciones gremiales, las universidades, entre otros. Pareciera que se busca una salida electoral o “electorera” que es totalmente insuficiente y algunos voceros insisten en darle prioridad sólo a las elecciones. Si ello es el resultado del diálogo éste será insuficiente frente a las necesidades reales que vive la gente en su vida diaria y en la practica el diálogo fracasaría porque habría privado solamente la ambición electoral”.              

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