lunes, 14 de noviembre de 2016

Analisis

VENEZUELA Y EL IMPREDECIBLE TRUMP

La elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos ha provocado una inusual repercusión en el ámbito internacional. De hecho, el cambio en la Casa Blanca es seguido con interés por el mundo entero dado su peso político, militar, económico y el efecto de sus políticas en otras naciones.

En el caso de Trump que logra la victoria luego de una campaña atípica, carente de formulaciones programáticas y marcada por propuestas aparentemente disparatadas, además siendo un magnate no bien visto por la élite millonaria estadounidense y sin trayectoria política, las reacciones han sido mayores.

Los analistas ponen la mirada en un gobierno de Trump tomando en cuenta que se trata de un gobernante, que por obra casi de un milagro obtuvo sin contenedores la candidatura del Partido Republicano, incluso con la amenaza de que de no serlo, abriría un camino propio como aspirante independiente y a quien además se considera una expresión del populismo que como se decía en su tiempo del comunismo, es un fenómeno que “recorre el mundo”. El especialista Martin Wolf lo define como “pluto-populismo” porque representa “la demonización política de las instituciones, el coqueteo con la intolerancia y el racismo”.

Entre las promesas de Trump figura la aplicación de medidas sobre la inmigración que incluye la deportación de “inmigrantes musulmanes” y la construcción de un muro en la frontera con México que sería financiado por el gobierno de ese país, convertidos en temas que levantaron polémicas pero que al mismo tiempo le ganaron las simpatías de la clase media blanca afectada por el traslado de empresas hacia la región mexicana, China, India y otras naciones beneficiadas por los tratados comerciales y por la presencia cada vez mayor de inmigrantes latinoamericanos que abaratan la mano de obra en industrias y servicios.

¿QUÉ PASARÁ CON AMÉRICA LATINA?

¿Cuál será la política del nuevo gobierno con relación a América Latina una vez que el mandatario saliente se propuso un acercamiento a la región  mediante la reanudación de relaciones diplomáticas con Cuba, planes de ayuda económica para Centroamérica y el Caribe, y más recientemente el fortalecimiento de las relaciones políticas y económicas con Argentina y Brasil? Dos líneas de acción en esta materia fueron definidas en la campaña: nueva política migratoria y la revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y convenios bilaterales parecidos, y respetar las nuevas relaciones con Cuba pero revisando recientes decisiones en materia comercial.

En ese contexto es pertinente considerar las relaciones con Venezuela, las cuales a nivel de embajadores fueron suspendidas desde el 2008 a raíz de la expulsión del embajador norteamericano en Caracas en solidaridad con el gobernante boliviano Evo Morales, quien estaría amenazado por un magnicidio estimulado por Washington. De esta manera, Venezuela es el único país del área que en los últimos años del gobierno de Hugo Chávez y luego con Nicolás Maduro, vive sometido a recurrentes tensiones con la primera potencia del mundo a pesar de seguir siendo su principal socio comercial.  

Después de intentos de diálogo que no condujeron al restablecimiento pleno de las relaciones, en diciembre de 2014 Obama firmó una ley que impone sanciones a funcionarios venezolanos relacionados con violaciones a los derechos humanos en las protestas que tuvieron lugar durante el mes de febrero de ese año en varias ciudades y que dejaron como balance 43 muertos y cientos de detenidos o sometidos a limitaciones judiciales. En marzo de 2015, basado en esa ley, Obama anunció un decreto en el cual califica a Venezuela como “una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad del país”.

El gobierno venezolano inició una campaña internacional que tuvo eco en varios países latinoamericanos señalando los posibles alcances de una decisión, que si bien se refiere a sanciones en territorio de Estados Unidos contra siete funcionarios a los que Washington responsabiliza de culpables de reprimir las protestas en el 2014, podría tener mayores alcances como restricciones económicas e incluso como pretexto para operaciones militares. En años recientes Estados Unidos ha declarado estados de emergencia similares en países como Ucrania, Sudán del Sur, República Centroafricana, Yemen, Libia y Somalia que viven conflictos armados y que obligarían a una suerte de “injerencia legitima” de las fuerzas norteamericanas. Este año, pese al rechazo venezolano y a la declaración del propio Obama de que “Venezuela no es una amenaza para Estados Unidos y EEUU no es una amenaza para Venezuela”, el decreto fue ratificado en enero.

Si bien el Decreto Obama no ha tenido mayores consecuencias directas funciona como una “Espada de Damocles”, ya que es el único país que vive una situación de esta naturaleza en el continente. Mientras se mantenga su vigencia no cabe duda que ello estimula la desconfianza de inversionistas y de empresas internacionales sobre la seguridad de sus negocios en el país, a lo que obedecerían las advertencias de las calificadoras de riesgo sobre la posibilidad de impago de los compromisos externos de la nación y el cierre de cuentas de importantes bancos a entes del Estado.

Es comprensible que el nuevo gobierno republicano que históricamente se consideran de “línea dura” frente a los mandatos demócratas, despierte preocupación en el sentido de estimular niveles de conflictividad en unas relaciones bilaterales que en los últimos años han conocido grandes desavenencias. El 7 de septiembre, en Miami, en la mira de atraer el voto latino Trump calificó a Venezuela de haber sido llevada a las ruinas por los socialistas y que defendería a “los venezolanos oprimidos que desean ser libres”. Un mes antes en una entrevista al Miami Herald había dicho que “los lideres de Venezuela no son muy amistosos con nuestros líderes; pero claro nuestros lideres tampoco se llevan muy bien con muchas personas” y añadió  que Chávez “tomó en cuenta a mucha gente ignorada”, siempre en la tónica dubitativa e impredecible de un nuevo presidente que depara incertidumbre y temor sobre sus decisiones. Ello, sin suscribir la frase del prestigioso periodista John Carlin de que en este caso (Trump)”se trata de un loco a cargo del manicomio”.
    


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