MADURO: ¿EL CAMINO DEL AISLAMIENTO INTERNACIONAL?
Por primera vez en 19 años las relaciones de Venezuela con
los Estados Unidos pasan de los escarceos verbales entre los presidentes y el
retiro de funcionarios diplomáticos a una fase que podría implicar en los
próximos meses la aplicación de medidas de mayor envergadura. Incluso, algunos observadores
comienzan a hablar del riesgo cierto de que el gobierno de Nicolás Maduro sea
objeto de una suerte de aislamiento internacional.
Varias razones contribuyen a crear más que una sensación la
casi convicción de que las relaciones entre ambos países y otras naciones del
continente pasarían a una nueva fase. ¿Cuáles serian los nuevos elementos para
el endurecimiento de las vinculaciones
entre ambas naciones?
Sin duda, la elección de Donald Trump abrió la posibilidad
para un replanteamiento de las relaciones entre los dos países. Hay que
recordar que el proceso chavista que comenzó en 1998 fijó una línea de
distanciamiento con la estrategia norteamericana. Su definición
antiimperialista se correspondía con la promesa electoral de desarrollar una
estrategia asociada al esquema de la diplomacia multipolar, pese a que el
mandatario en su primera visita al Norte agitó las campanas de Wall Street y
cantó emocionado “New York, New York” de Frank Sinatra.
El rumbo adoptado por el gobierno venezolano a partir de los
acontecimientos de abril del 2002 acentuó la separación entre los dos países. Hubo
expulsión de funcionarios y finalmente el retiro mutuo de embajadores, lo cual
era comprensible en el choque entre dos visiones del escenario internacional.
La elección de Barack Obama, demócrata y con un perfil
académico más que militar, pronosticaba una etapa de posible mejoramiento de
las relaciones diplomáticas y la vuelta a una estrategia de entendimiento. No
obstante, su gobierno mantuvo el tono de
las relaciones durante Bush e incluso avanzó en su rechazo al gobierno venezolano
ya no en el plano retórico sino mediante políticas puntuales contra
funcionarios venezolanos e incluso promulgó y ratificó en dos oportunidades el
llamado “Decreto Obama” que considera a Venezuela como una “amenaza para la
seguridad estadounidense”.
El reciente ascenso de Donald Trump pronosticaba la
profundización de las diferencias que habían caracterizado en casi dos décadas el
intercambio diplomático y comercial. Era lógico, ya que Trump realizó su
campaña con un mensaje populista con acento chovinista y anunciando medidas
contra los emigrantes en su mayoría latinoamericanos. En los últimos días ha retomado aspectos de
los anteriores discursos de Bush y Obama pero por supuesto que en su caso, dada
su personalidad y su pensamiento en materia internacional, las amenazas cobran
mayor fuerza y se suman a un planteamiento al menos teóricamente agresivo y
guerrerista.
PERDIDA DE ALIADOS
Pero el dato que ha significado el virtual aislamiento del
gobierno de Maduro ha sido la consecuencia de los cambios ocurridos en los
últimos meses en gobiernos que compartían algunos ángulos de la diplomacia
chavista. La victoria de Mauricio Macri en Argentina, pese a haberla obtenido
con la votación decisiva de un segmento del peronismo, dio paso a un política
distinta, de mayor aproximación a los Estados Unidos y con la aplicación de
medidas neo-liberales. Habría que advertir que los gobiernos de la pareja Kirchner
mantuvieron una estrecha relación en materia de asuntos exteriores pero que no
podrían asimilarse al proceso que ocurre en Venezuela. La vinculación fue de
carácter político en iniciativas internacionales pero el régimen argentino
nunca asumió (de hecho no fue miembro del ALBA) la doctrina bolivariana y se
manejó en el marco de la democracia representativa.
La destitución de Dilma Rousseff en Brasil tuvo un efecto
similar a lo ocurrido en Argentina. Rousseff como Lula Da Silva pertenecen al
“Partido de los Trabajadores” con una visión progresista del proceso
latinoamericano pero que sería exagerado incorporarlo como un factor del “Socialismo
del siglo XXI”. Lo cierto es que a lo largo de los años se consolidó una
alianza comercial que resultó favorable para ambos países y que ahora con el
presidente Michel Temer (que por cierto fue el Vicepresidente electo junto a
Rousseff en el 2014) las cosas han cambiado como en Argentina.
En ambos casos, el nuevo esquema afecta la relación
económica con Venezuela ya que se trata de los dos países más fuertes de
Suramérica y que le daban un piso de solidaridad a las políticas de Hugo Chávez y Nicolás
Maduro. Luego la elección de Pedro Pablo Kuczynski en Perú implica la pérdida de
alguna manera de otro aliado del chavismo. Si bien la elección de Ollanta
Humala en el 2011 fue vista como un aliado de Chávez, su gestión demostró todo
lo contrario, ya que no formó parte del ALBA ni su gobierno pudo considerarse
como una pieza del nuevo socialismo inventado en Venezuela. Sin embargo durante
su gestión mantuvo una actitud neutral sobre el caso venezolano mientras que
ahora Kuczynski, ex Funcionario del “Banco de Boston” y promotor del “Consenso
de Washington” en los años 80 mantiene una actitud de oposición al gobierno de
Caracas y cultiva relaciones muy estrechas con el presidente Trump y con
factores de la economía norteamericana que han expresado la necesidad de aplicar
la “Carta Democrática Interamericana” a Venezuela.
Por otra parte, lo que ocurra en la segunda vuelta del 2 de
abril en Ecuador si tendría una repercusión mayor. Si el candidato opositor Guillermo Lasso logra derrotar a Lenin Moreno, candidato sucesor de Rafael
Correa ello implicaría entre otras cosas
la separación del ALBA y la adopción de algunas políticas diferente a las
instrumentadas por Correa en el marco de su “Revolución Ciudadana” pero que
tampoco podrían asimilarse íntegramente con lo que ocurre en Venezuela.
Una situación que sin duda facilitaría la aplicación de la
“Carta Democrática Interamericana”, lo cual intento el año pasado el secretario
general de la OEA Luis Almagro. Ello no sólo implicaría una derrota democrática
aunque el instrumento no es vinculante, pero abriría paso a otras gestiones de
mayor alcance que han sido asomadas ya por el presidente Trump. ¿Se acerca
Maduro al clásico aislamiento que caracterizó durante décadas el proceso
revolucionario de Fidel Castro?, ¿Es posible detener la tendencia?
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