ANÁLISIS
“CASO VENEZUELA”:
CONSTITUYENTE Y VOTOS
En el país se debate la convocatoria a una nueva Asamblea Nacional Constituyente que habría de introducir
algunas modificaciones (no exactamente redactar un nuevo texto distinto al aprobado
en 1999), sino como lo señalo el
presidente Nicolás Maduro en atención al
Artículo 347, para abordar situaciones terminales de crisis política, como la
que ahora define la conflictividad que afecta a la nación.
El debate suscitado por la iniciativa presidencial, permite
remitir de alguna manera a los episodios que marcaron un proceso similar
propiciado en 1952 y cuyas derivaciones ocupan
lugar importante en la historia
contemporánea. El 24 de noviembre de 1948 Rómulo Gallegos fue derrocado por una
acción golpista dirigida por los tenientes coroneles Carlos Delgado Chalbaud,
Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Lloverá Páez pero cuyo jefe sin duda fue Pérez
Jiménez.
La Junta Militar estaba emplazada inevitablemente a
estimular una consulta popular en busca de su relegitimación y en este sentido
designó una comisión especial para redactar un estatuto electoral con vistas a
una instancia constituyente que permitiera darle piso al
nuevo gobierno en el cual el factor
fundamental serian las Fuerzas Armadas. Se creó entonces, un equipo jurídico para
definir un estatuto que sirviera de marco
para una consulta que, sin duda, estaría
necesariamente condicionada por nuevas
exigencias y realidades de gobernabilidad. Acción Democrática cuyo presidente había
sido derrocado en noviembre del 48 y el Partido Comunista ilegalizado por su
participación en la huelga petrolera de 1950 no habrían de tener, como era
compresible, participación en ningún evento eleccionario futuro. Sin embargo, Jóvito
Villalba líder de URD y Rafael Caldera el conductor máximo de COPEI, junto a
reconocidos juristas como Luis Gerónimo Pietri, entre otros, fueron convocados
para elaborar las normas legales de una consulta que permitiera darle base de sustentación
constitucional.
En el contexto de un clima de alteraciones políticas por
obra de la política “insurreccional militar” decretada por Acción Democrática ya en plena clandestinidad
y el Partido Comunista también ilegalizado, se convocó a elecciones
que habrían de celebrarse para una Asamblea Nacional Constituyente el 30
de noviembre de 1952. Los proponentes de la iniciativa oficialista consideraban
que entonces, y de alguna manera tenían razón, que estaban dadas las condiciones para legalizar
el futuro mandato constitucional del coronel Marcos Pérez Jiménez quien era indiscutiblemente
el jefe militar de un proyecto, ahora más que nunca en sus manos después de
ocurrido el asesinato de Carlos Delgado Chalbaud en 1950 quien para entonces
presidia la Junta Militar en el poder.
TIEMPO DE DERROTA
En las condiciones de aquella época era ya previsible que la
consulta validara el proyecto militarista encabezado por Pérez Jiménez y las razones
eran muchas: Acción Democrática el partido mayoritario según los últimos
resultados electorales del 48, permanecía en la clandestinidad y llamaba a la
abstención frente al acto electoral y el
Partido Comunista, también clandestino y
cuya fuerza se refugiaba en los sindicatos petroleros no estaba en capacidad de
ofrecer una confrontación válida frente al régimen. Solo URD encabezado por Jóvito
Villalba y COPEI cuyo líder indiscutible era Rafael Caldera, después de
difíciles consultas a sus militancias, decidieron presentar candidatos propios a la Asamblea Constituyente, en el
entendido que en la votación no estaba en juego la nominación presidencial.
De esta manera todo conducía a pensar que la Constituyente
de Pérez Jiménez habría de conducir a una votación favorable a su esquema, su
política y su proyecto de gobierno de fuerza y ciertamente las razones eran
varias: en Venezuela existía un régimen piadosamente llamado “dictablanda” pero
que significaba no sólo la liquidación de la libertad de expresión, el uso
impune de la fuerza del llamado orden militar sino también con la presencia de la implacable
“Seguridad Nacional”, dirigida por Pedro Estrada.
Si esas razones no fueran suficientes para pronosticar la
victoria oficialista habría que tomar en cuenta, que gracias a un generoso ingreso petrolero, como
consecuencia de la reconstrucción de la postguerra en Europa y Japón, Venezuela
se convertía en la referencia fundamental de la industria petrolera, además de consolidarse
en la época por una vigorosa y vistosa política de
construcción de obras publicas que transformaban a Caracas en uno de los más
importantes ejemplos arquitectónicos del mundo.
LA BATALLA SIN ARMAS
¿Había razones para que AD y COPEI apostaran a la victoria
el 30 de noviembre de 1952?¿Acaso para la fecha de la consulta Acción Democrática,
el partido mayoritario del con casi el 80 por ciento de los votos 4 años antes no era la fuerza mayoritaria
enfrentada al régimen e impedida de activar su músculo electoral ?. ¿Cómo se
explicaba que dos partidos con líderes de indiscutible prestigio pero sin
fuerza real en términos de sufragios podrían derrotar una dictadura que se había
construido al calor de la prédica de Pérez Jiménez y sus compañeros de
generación en función de un país distinto
y moderno, con indiscutible hegemonía política, económica y social, además de
ser beneficiarios de la acelerada modernización de las Fuerzas Armadas pudieran
derrotarla en una consulta condicionada por su influencia y su poder y peor aún
por obra de organizaciones políticas sin mayor consistencia política ni
orgánica demostrada?.
El hecho es cierto es, que el día de la consulta el 30 de
noviembre de 1952 los votos de URD y
COPEI propinaron un histórico revés al partido FEI (Frente Electoral Independiente),
creado por el régimen para prolongarse en el poder y beneficiario de todos los
recursos económicos de la época. ¿Cómo URD y COPEI en una evidente indefensión
legal y política pudieron vencer en las urnas de votación a la fuerza
dictatorial?. Como decía Jóvito Villalba el ganador de aquella dramática
jornada: “El voto igual que las armas también sirve para ganar o perder
batallas”.
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