Anàlisis
“EL
CASO VENEZUELA“: LA NUEVA VIOLENCIA
Las
protestas opositoras registradas en las últimas semanas en todo el país han
derivado en numerosas muertes, centenares de heridos, detenidos y cuantiosos
daños materiales. La condición pacifica de las acciones convocadas por la oposición han resultado, sin embargo,
en crecientes actos de violencia. La aplicación del “Operativo Zamora” y el Estado
de Excepción parcial decretado por el gobierno han justificado la presencia en las
calles cada vez de mayores contingentes de la Guardia Nacional a los cuales se les acusa de ejercer no sólo
la debida vigilancia sino de provocar una desmedida represión contra los manifestantes. El gobierno, por su parte,
acusa directamente a los dirigentes de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD)
de incentivar y motivar la presencia de grupos armados, responsables de algunas
muertes y los numerosos saqueos de comercios e industrias ocurridos en Caracas,
Valencia, Los Teques, Barinas, Táchira, Mérida e incluso en pequeñas
poblaciones del interior.
La
escalada de la violencia tiende a cobrar cuerpo con la práctica del el “escrache”
(nombre dado en el Cono Sur para denunciar la impunidad de militares acusados
de genocidio durante las dictaduras de los años setenta) contra familiares de
altos personeros oficiales radicados en el exterior; y además con repetidas
agresiones físicas contra partidario del oficialismo con una enorme carga de
rabia hasta entonces desconocida en la conflictividad de los últimos años. Si
bien es cierto que durante los enfrentamientos de los años 2001, 2002, 2003 y
2004 especialmente durante el golpe de estado que depuso por tres días al
Presidente Chávez (11 de abril del 2002) se protagonizaron escenas de
agresiones y persecución contra líderes
oficialistas por grupos espontáneos de opositores, éstos no revistieron las características de lo
ocurrido en las últimas semanas.
GUERRA
CIVIL DELICTIVA
Varios
factores explicarían las extensión de prácticas violentas que parecieran
incontrolables y que podrían conducir el país a escenarios muchos más graves y
costosos. Más allá de la confrontación entre gobierno y oposición, la sociedad
venezolana está enfrentada a una forma
de guerra civil de naturaleza delictiva, que si bien no tiene claras
intenciones políticas sus operaciones interfieren no sólo el debate entre los
partidos sino como lo comprueban las estadísticas nacionales e internacionales,
en la vida misma de los ciudadanos. Una crisis social inédita (mucho más grave
que los conocidos índices de delincuencia que se reportan en los países
latinoamericanos), y que conforman factores delictuales que operan como grandes
empresas con extraordinarias ganancias y además con una preparación militar,
que en algunos casos, supera a los propios cuerpos policiales y organismos de
seguridad. Es posible entonces que esta situación, que tiende a agravarse cada
día más, incorpore nuevos elementos a las acciones de calle más allá del interés de los factores políticos en pugna.
A
diferencia de las jornadas de la década anterior ahora se incorpora a ellas el uso intensivo de las redes sociales
llamadas con razón “las guerrillas de la clases media “, y que fueron demasiado
importantes en la llamada “Primavera
Árabe” del año 2011, con resultados en cambios de gobierno en Túnez, Libia,
Egipto y que propicio el inicio de la actual
guerra que devasta a Siria. En la situación venezolana sectores de la
clase media y estudiantes han protagonizado estas acciones opositoras si bien
es cierto que en los últimos días es evidente una incorporación, aunque todavía
modesta, de los sectores menos favorecidos de la población, lo cual se
explicaría por encima de razones estrictamente políticas como una consecuencia
de la crisis económica que no sólo se revela
en el desequilibrio macroeconómico y el disparo de una espiral inflacionaria
sin respuesta eficaz de contención, sino por las distorsiones propias de la
economía venezolana y que se traduce en desabastecimiento, mayor especulación y
aguda escasez.
La
emergencia del nuevo terrorismo representado por el Estado Islámico (ISIS) ya no sólo confinado a la región del
Medio Oriente sino mayormente operativo en Europa, ha globalizado una lucha
anteriormente reducida a espacios claramente definidos. De esta manera sus
prácticas son asumidas no solamente por
expresiones de rebeldía política o racial sino como una forma de lucha también
propia de las organizaciones del delito. Se trata de un fenómeno que en contrapartida
fortalece hasta los entonces aislados grupos racistas, ultranacionalista y
neofascistas en buena parte del mundo, por lo que es lógico suponer que esta variante tenga
impacto en los conflictos que se desarrollan en buena parte del mundo y en este
caso especifico en Venezuela.
La
aparición del “escrache”, no tendría por qué sorprender entonces mas allá que
su uso se condenado y adema contraproducente para quienes los propician porque como lo señala la psicóloga social Fátima Dos Santos “la violencia
cohesiona el núcleo de comprometidos, pero no gana adeptos e incluso puede
generar que algunos partidarios se desmarquen. Y en un momento en el cual se
está buscando un quiebre en las filas chavistas, es inadecuado presentarles
desde este lado un horizonte de lanzas erizadas”.
Ante un desbordamiento de las pasiones con altas
dosis de rabia y odio la única respuesta conocida es el dialogo en busca de
puntos de equilibrio y aproximaciones para alcanzar acuerdos y formas de
convivencia, capaces a la vez de regresar
la legítima disputa política e ideológica a un plano civilizado que
garantice la tranquilidad colectiva. No es casual entonces que instancias
internacionales como El Vaticano, la ONU, la OEA, UE, gobernantes y ex gobernantes del mundo entero
apuesten por las conversaciones y la mediación sobre bases racionales. Si las
dirigencias políticas no entienden que el llamado “Caso Venezuela “ha
desbordado los alcances de sus propias estrategias y convertido en un asusto de mayor gravedad que afecta a
la mayoría de la población, se abriría paso a la anarquía, la violencia
terminal, y la inevitable injerencia internacional ya no en el plano simplemente
diplomático si no mediante formas que supondrían mayores costos y una verdadera
tragedia para Venezuela y también para el continente. La situación de Siria no
pertenece al pasado.
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