La Murga de Panamá
Poder y Tragedia de Noriega
Veinte años son mucho más de lo que dice el tango. Si
alguien pudiera contarlo es Manuel Antonio Noriega. El ex dictador panameño se
despidió de su ciudad el 3 de enero de 1990 cuando el Nuncio Sebastián Laboa lo
entregó al ejército estadounidense con la garantía de preservar su vida. Desde
el 24 de diciembre de 1989 había permanecido en la Nunciatura Apostólica para
escapar del bombardeo de la aviación norteamericana.
En su casa, René de la Cova (Agente de la DEA) encontró
8.2 millones de dólares en bolsas del Banco Nacional de Panamá, varias tarjetas
de crédito y un pasaporte. George H. Bush había autorizado una invasión con el
objetivo de capturar a Noriega y proteger de esta manera, los “intereses
norteamericanos” en aquél país. La llamada operación “Causa Justa” se prolongó
por dos semanas y se estiman entre 3.000 y 5.000 las muertes, en su mayoría de
civiles en las zonas populares de la capital.
Era el final de una historia en la cual se mezclaban las
más diversas perversiones de la política latinoamericana. Noriega, nacido
en Guachimango en 1934, accede al
aprendizaje militar en la prestigiosa Escuela Militar de Chorrillos, en Perú
(un centro de estudios estratégicos que adiestró a dictadores como Manuel Odría
y Marcos Pérez Jiménez) de donde egresó como ingeniero y luego ingresa a la
Guardia Nacional, la principal institución militar del país. Se destaca por su
participación en el regreso al poder del coronel Omar Torrijos, derrocado
transitoriamente por un grupo de oficiales cuando se encontraba en un evento
hípico en Ciudad de México. Ya especializado en temas de seguridad, es nombrado
Jefe del Servicio de Inteligencia (G-2) y se convierte en la mano derecha del
carismático dictador, cuyas causas nacionalistas lo hacen con el tiempo una
referencia de las fuerzas progresistas latinoamericanas.
La muerte de Torrijos en un accidente aéreo en julio de
1981, en circunstancias para muchos aún envueltas en la sospecha, le despejó el
camino para un inmenso poder militar. Si Torrijos fue un personaje con los
atributos propios de un líder popular, Noriega representaba la imagen
tradicional del “hombre fuerte” detrás del trono, pero sin la capacidad innata
de los caudillos latinoamericanos. Conocido como “cara e’ piña” por sus amigos,
a diferencia de Torrijos, era un hombre poco comunicativo, jugador de frontón,
gallero empedernido y aficionado a la champaña tibia. Con los años, fue
construyendo una estructura de mando misteriosa e implacable. El poder formal
era ejercido por civiles: Arístides Royo, Ricardo de la Espriella, Nicolás
Ardito Barletta, Eric Arturo Delvalle y Manuel Solís Palma, pero en paralelo
daba forma a una impenetrable estructura castrense y la Guardia Nacional daba
paso a las Fuerzas de Defensa de Panamá.
En el plano externo, su gobierno seguía alimentándose de
la herencia nacionalista de Torrijos y de la expectativa por la recuperación
plena del Canal de Panamá, que debía cumplirse en el año 2000. Pero en el
interior, estaba claro que se trataba de un gobierno de fuerza, represivo y
esencialmente corrupto. El punto de inflexión de su mandato ocurrió en 1985
cuando el médico opositor Hugo Spadafora fue asesinado por denunciar los
vínculos de Noriega con el narcotráfico, un fenómeno que asumía notoria
gravedad en el eje Colombia-Panamá. El
cadáver de un hombre decapitado fue encontrado en la frontera
panameña-costarricense y a los días, se comprobó que se trataba del opositor
perseguido. Ya en 1988, en tribunales de Estados Unidos, fueron presentados
cargos contra Noriega por operaciones con narcotráfico, al mismo tiempo que
éste daba pasos para su perpetuación en el poder.
Panamá conocía los estragos del bloqueo económico y la
hostilidad de la comunidad internacional que percibían al país como un próspero
centro de comercialización de la droga. No por casualidad en 1987 el juicio
seguido por la dictadura cubana contra el general Arnaldo Ochoa y los hermanos
La Guardia, que concluyó con la ejecución del “héroe militar cubano”, habría
comenzado bajo la sombra de Noriega. Varios dirigentes latinoamericanos
compenetrados con el gobierno de Torrijos hicieron esfuerzos directos e
indirectos por convencer a Noriega de que diera paso a un cuadro de
transparencia política. Una tímida respuesta por parte del dictador, fue la
convocatoria en mayo de 1989 a elecciones presidenciales, en las cuales el
candidato de la oposición Guillermo Endara resultó vencedor frente al aspirante
oficialista Carlos Duque Jaén. Los resultados preliminares de la votación
pusieron en claro la existencia de un fraude, lo que provocó que el pueblo se
lanzara a las calles y el gobierno se viera obligado a anular los comicios. A
los días, las milicias partidarias de Noriega iniciaban una feroz campaña de persecución
de los sectores críticos.
Panamá entonces, entró en una crisis política
insostenible estimulada por un cuadro económico de acelerada descomposición.
Las gestiones de la Internacional Socialista y personalmente del presidente
Carlos Andrés Pérez, más que inútiles resultaron tardías. El gobierno de Washington declaró a Panamá en
“estado de guerra contra Estados Unidos” y el 19 de diciembre de 1989 a las
11:30 p.m. comenzó el bombardeo de todos los objetivos militares, dando inicio
a la ocupación extranjera.
Luego de 22 años de cumplir condenas en Miami y luego en
Francia, el domingo 11 de diciembre de 2011 Noriega se reencontró con la tierra
panameña. Vistiendo camisa y sombrero negros, y en silla de ruedas, descendió
de una nave de Iberia procedente de París en la pista 3-R del Aeropuerto de
Tocumen. Trasladado bajo estrictas medidas de seguridad a la cárcel de El Renacer,
habría de cumplir castigo por crímenes, delitos económicos y narcotráfico por
60 años más. El 30 de mayo del 2017 se anunció su muerte a los 83 años de edad.
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