martes, 30 de mayo de 2017


La Murga de Panamá
Poder  y Tragedia  de Noriega 

Veinte años son mucho más de lo que dice el tango. Si alguien pudiera contarlo es Manuel Antonio Noriega. El ex dictador panameño se despidió de su ciudad el 3 de enero de 1990 cuando el Nuncio Sebastián Laboa lo entregó al ejército estadounidense con la garantía de preservar su vida. Desde el 24 de diciembre de 1989 había permanecido en la Nunciatura Apostólica para escapar del bombardeo de la aviación norteamericana.

En su casa, René de la Cova (Agente de la DEA) encontró 8.2 millones de dólares en bolsas del Banco Nacional de Panamá, varias tarjetas de crédito y un pasaporte. George H. Bush había autorizado una invasión con el objetivo de capturar a Noriega y proteger de esta manera, los “intereses norteamericanos” en aquél país. La llamada operación “Causa Justa” se prolongó por dos semanas y se estiman entre 3.000 y 5.000 las muertes, en su mayoría de civiles en las zonas populares de la capital.

Era el final de una historia en la cual se mezclaban las más diversas perversiones de la política latinoamericana. Noriega, nacido en  Guachimango en 1934, accede al aprendizaje militar en la prestigiosa Escuela Militar de Chorrillos, en Perú (un centro de estudios estratégicos que adiestró a dictadores como Manuel Odría y Marcos Pérez Jiménez) de donde egresó como ingeniero y luego ingresa a la Guardia Nacional, la principal institución militar del país. Se destaca por su participación en el regreso al poder del coronel Omar Torrijos, derrocado transitoriamente por un grupo de oficiales cuando se encontraba en un evento hípico en Ciudad de México. Ya especializado en temas de seguridad, es nombrado Jefe del Servicio de Inteligencia (G-2) y se convierte en la mano derecha del carismático dictador, cuyas causas nacionalistas lo hacen con el tiempo una referencia de las fuerzas progresistas latinoamericanas.

La muerte de Torrijos en un accidente aéreo en julio de 1981, en circunstancias para muchos aún envueltas en la sospecha, le despejó el camino para un inmenso poder militar. Si Torrijos fue un personaje con los atributos propios de un líder popular, Noriega representaba la imagen tradicional del “hombre fuerte” detrás del trono, pero sin la capacidad innata de los caudillos latinoamericanos. Conocido como “cara e’ piña” por sus amigos, a diferencia de Torrijos, era un hombre poco comunicativo, jugador de frontón, gallero empedernido y aficionado a la champaña tibia. Con los años, fue construyendo una estructura de mando misteriosa e implacable. El poder formal era ejercido por civiles: Arístides Royo, Ricardo de la Espriella, Nicolás Ardito Barletta, Eric Arturo Delvalle y Manuel Solís Palma, pero en paralelo daba forma a una impenetrable estructura castrense y la Guardia Nacional daba paso a las Fuerzas de Defensa de Panamá.

En el plano externo, su gobierno seguía alimentándose de la herencia nacionalista de Torrijos y de la expectativa por la recuperación plena del Canal de Panamá, que debía cumplirse en el año 2000. Pero en el interior, estaba claro que se trataba de un gobierno de fuerza, represivo y esencialmente corrupto. El punto de inflexión de su mandato ocurrió en 1985 cuando el médico opositor Hugo Spadafora fue asesinado por denunciar los vínculos de Noriega con el narcotráfico, un fenómeno que asumía notoria gravedad en el eje Colombia-Panamá.  El cadáver de un hombre decapitado fue encontrado en la frontera panameña-costarricense y a los días, se comprobó que se trataba del opositor perseguido. Ya en 1988, en tribunales de Estados Unidos, fueron presentados cargos contra Noriega por operaciones con narcotráfico, al mismo tiempo que éste daba pasos para su perpetuación en el poder.

Panamá conocía los estragos del bloqueo económico y la hostilidad de la comunidad internacional que percibían al país como un próspero centro de comercialización de la droga. No por casualidad en 1987 el juicio seguido por la dictadura cubana contra el general Arnaldo Ochoa y los hermanos La Guardia, que concluyó con la ejecución del “héroe militar cubano”, habría comenzado bajo la sombra de Noriega. Varios dirigentes latinoamericanos compenetrados con el gobierno de Torrijos hicieron esfuerzos directos e indirectos por convencer a Noriega de que diera paso a un cuadro de transparencia política. Una tímida respuesta por parte del dictador, fue la convocatoria en mayo de 1989 a elecciones presidenciales, en las cuales el candidato de la oposición Guillermo Endara resultó vencedor frente al aspirante oficialista Carlos Duque Jaén. Los resultados preliminares de la votación pusieron en claro la existencia de un fraude, lo que provocó que el pueblo se lanzara a las calles y el gobierno se viera obligado a anular los comicios. A los días, las milicias partidarias de Noriega iniciaban una feroz campaña de persecución de los sectores críticos.

Panamá entonces, entró en una crisis política insostenible estimulada por un cuadro económico de acelerada descomposición. Las gestiones de la Internacional Socialista y personalmente del presidente Carlos Andrés Pérez, más que inútiles resultaron tardías. El  gobierno de Washington declaró a Panamá en “estado de guerra contra Estados Unidos” y el 19 de diciembre de 1989 a las 11:30 p.m. comenzó el bombardeo de todos los objetivos militares, dando inicio a la ocupación extranjera.


Luego de 22 años de cumplir condenas en Miami y luego en Francia, el domingo 11 de diciembre de 2011 Noriega se reencontró con la tierra panameña. Vistiendo camisa y sombrero negros, y en silla de ruedas, descendió de una nave de Iberia procedente de París en la pista 3-R del Aeropuerto de Tocumen. Trasladado bajo estrictas medidas de seguridad a la cárcel de El Renacer, habría de cumplir castigo por crímenes, delitos económicos y narcotráfico por 60 años más. El 30 de mayo del 2017 se anunció su muerte a los 83 años de edad.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario