lunes, 18 de septiembre de 2017

Análisis: Caso Venezuela: El saludo dominicano

Análisis:
Caso Venezuela: El saludo dominicano


La vocera de la Casa Blanca Helen Aguirre Ferré reiteró la preocupación de la diplomacia norteamericana por el caso Venezuela con una afirmación categórica: “Maduro desestabiliza a toda la región”. Horas después, la declaración oficial atenuaba el lenguaje porque, según el Presidente Donald Trump, él apoya el diálogo que desde la semana pasada se realiza en República Dominicana, entre el gobierno y los representantes de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Añadió el mandatario que este lunes 18 de septiembre, antes de su intervención en la Asamblea General de las Naciones Unidas, se reunirá en una cena con los mandatarios de Argentina, Brasil, Colombia, Panamá y Perú para discutir sobre las salidas a la ya famosa crisis venezolana.
Mientras tanto, los voceros de la MUD explican que en la capital dominicana se trató solamente de “temas exploratorios” y que de ninguna manera puede considerarse como el inicio de un diálogo para perfilar salidas o acuerdos en relación al tema. El jefe de la delegación oficialista, Jorge Rodríguez, por su parte considera “positivos” los escarceos de la semana pasada y anuncia que el 27 de septiembre se volverán a sentar en una mesa de negociaciones facilitada por el presidente dominicano, Danilo Medina, y el mediador internacional José Luis Rodríguez Zapatero para procurar avances en busca de aproximaciones mínimas que faciliten la gobernabilidad en el país.

¿PARA QUÉ EL ACUERDO?

¿Sobre qué bases se discutiría en los nuevos encuentros? Sin duda, tanto la oposición como el gobierno enfrentan un escollo que significa el “choque de poderes” agravado con la victoria opositora en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015, que le otorgó a la MUD la mayoría en la Asamblea Nacional. Era evidente que después de la derrota de los artículos de la reforma constitucional propuesta por Chávez en el 2007 e impuestos por la vía habilitante un año después, en términos prácticos en el país se impusieron dos constituciones: la Constitución Bolivariana de 1999 presentada precisamente por Chávez y la vigencia de nuevos artículos que la contradecían, posteriormente planteados por el propio mandatario cuando consideró que era necesario blindar constitucionalmente el proyecto de “socialismo del siglo XXI”.
Si bien el régimen reconoció la nueva Asamblea Nacional e incluso Maduro acudió a su sede para consignar el informe anual de costumbre, la conflictividad entre los agentes políticos y partidistas habría de complicar las relaciones incluso las funciones del Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo. La decisión de desacato de la Asamblea Nacional aprobada por el Ejecutivo; la designación de nuevos magistrados del TSJ, posteriores  decisiones tomadas por el cuerpo, entre otros elementos, crearon las condiciones para los categóricos señalamientos de la Fiscal General Luisa Ortega Díaz, (hoy destituida y en el exilio) en desacuerdo con el comportamiento de Miraflores y abrieron paso a cuatro meses de intensas y sangrientas manifestaciones de calle con saldo de cientos de muertos, heridos y todavía incuantificables daños materiales en todo el país; y luego la convocatoria por Maduro de una Asamblea Nacional Constituyente (que si bien fue concebida como un escenario para la paz) ha servido para complicar y agravar las tensiones ya existentes.
De esta manera, la gobernabilidad exige de acuerdos que faciliten su pleno ejercicio, lo cual parece imposible en las actuales circunstancias, porque muchas de sus decisiones, alegando inconstitucionalidad, serían rechazadas no sólo en el plano nacional sino en instancias internacionales y por los gobiernos que han declarado su desconocimiento como Estados Unidos, la Unión Europea, y una parte significativa de los gobiernos latinoamericanos.
En estas circunstancias, tanto para el gobierno como la oposición, resulta necesario definir un espacio que garantice el ejercicio y la viabilidad de sus propias políticas, y de allí deviene la urgencia de un acuerdo que en definitiva resulta necesario para ambos factores. En ese contexto es absolutamente necesario el encuentro y el diálogo, si bien podrían quedar pendientes (lo cual resultaría ilógico e incomprensible) las materias sustantivas que configuran lo que ya es una “catástrofe nacional”.

UN TEMA MUNDIAL

Mientras tanto la atención y más aún la preocupación por Venezuela cobran importancia en el ámbito internacional. ¿Por qué un cuadro de conflictividad política que no es inédito en América Latina, aunque en este caso se añade una severa crisis económica y los datos de un drama humanitario, tiene que llamar la preocupación prioritaria de la Unión Europea, de los presidentes de Estados Unidos, Rusia, China y en su totalidad de los mandatarios latinoamericanos, si en definitiva se trata de un asunto que debe ser resuelto por los venezolanos en el marco de la soberanía e independencia del país?
Ciertamente, suele omitirse en el análisis de la crisis nacional que Venezuela es un país inserto en el peligroso juego de la geopolítica mundial y que no se trata, como muchos piensan, de una nación confinada a sus meros límites territoriales. La diplomacia de Hugo Chávez, y acentuada por Maduro, ha convertido al país en una pieza, en un eje de una confrontación mundial que además se ha agravado dramáticamente en los últimos años. Ello explica porqué recientemente los gobernantes de España, Francia, Inglaterra y Alemania recibieron a Julio Borges, con atención a las más rigurosas formalidades diplomáticas, para tomar posición en la controversia nacional y explica por qué como respuesta a escasas horas, el presidente Maduro, recurriendo al poderoso mecanismo diplomático de la “foto oportunity”, viajó a Kazajistán para estrechar las manos del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, y de Hasán Rouaní, presidente de Irán, quienes ratificaron apoyo a sus gobiernos y sus políticas. ¿Cuál de los dos hechos en verdad interesa más a la diplomacia europea? La crisis nacional, en definitiva, va más allá de un brindis casual entre adversarios en las playas de Punta Cana.






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