lunes, 16 de octubre de 2017

No democrática, vocación electoral

Análisis:
No democrática, vocación electoral

Más allá de los resultados numéricos de las elecciones del domingo, el hecho cierto es que su sola realización (en un escenario de grave conflictividad política no exenta de niveles de violencia, tal como ocurrió entre los meses de abril y julio) significa un acto de confianza en la democracia y abre la posibilidad para acuerdos en función de la convivencia entre los venezolanos. Pese a los obstáculos impuestos por el Consejo Nacional Electoral (CNE), la resistencia de algunos sectores opositores y un clima nacional que convoca al desánimo, la mayoría de los venezolanos acudirán a cumplir con el ejercicio cívico. Y es que si algún hecho sirve para confirmar la llamada “vocación democrática” de la nación es su disposición a cumplir con el voto por encima del contexto político. La Constitución de 1947 que es reivindicada como el punto de partida de la verdadera democracia nacional es valorada porque consagró el sufragio para las mujeres y los analfabetas de manera directa, universal y secreta.

Desde la muerte de Gómez, la lucha de los sectores antidictatoriales se centró en lograr esta conquista. La transición postgomecista de López Contreras y Medina Angarita abrió espacio para cierta participación ciudadana y avanzó en reformas sociales y económicas pero fue incapaz de satisfacer la exigencia del sufragio democrático. Sin duda, ese fue el elemento central que estimuló la conspiración de la Unión Patriótica Militar de Pérez Jiménez y el liderazgo en AD de Betancourt, Leoni y Prieto Figueroa para el derrocamiento de Medina y su posterior consagración en el texto constitucional se reivindica como el paso decisivo para el proceso democrático.

CONTRACORRIENTE

El voto en circunstancias francamente adversas sirvió en la elección constituyente del 30 de noviembre de 1952 para la victoria de URD, que en ese momento representaba la decisión de la mayoría de los venezolanos e incluso de quienes (por razones perfectamente comprensibles) habían levantado la bandera de la abstención. Fue la exigencia del sufragio por los partidos clandestinos en 1957 lo que obligó a la dictadura con un férreo control de la vida nacional (lo cual le otorgaba la opción de un seguro triunfo) que indujo al dictador y su equipo de juristas encabezados por Vallenilla Lanz y Rafael Pinzón  a inventar la mascarada del plebiscito que marcó, un poco más de un mes después, la caída de un régimen que se había soportado en una espectacular transformación física de Caracas y en la aplicación de políticas desarrollistas en materia siderúrgica, petroquímica y además una reforma agrícola que sin duda estimularían un voto favorable al llamado “Nuevo Ideal Nacional”.

 La presión del voto derrotó posteriormente a las tesis abstencionistas de 1963, cuando el país vivía bajo los efectos de una insurrección guerrillera en las ciudades y en el campo a reafirmar el camino de la consolidación institucional. Fue la misma convicción que operó para que en 1998 Hugo Chávez y demás herederos de los frustrados golpes de Estado de febrero y noviembre de 1992 se inclinaran por el camino electoral cuando aún las encuestas no reflejaban el curso de una tendencia que podría resultarle favorable. A lo largo de los últimos años ha estado presente la tendencia a invocar la tesis del “no voto” con argumentos en algunos casos sólidos como la desconfianza que despertó la integración y los instrumentos legales y organizativos  del nuevo sistema electoral, luego del referéndum revocatorio del 15 de agosto del 2004 que ratificó a Chávez hasta el final de su mandato el 2006. En sectores radicalizados que habían estimulado y participado en jornadas para el derrocamiento del gobernante seguía privando, aunque entonces no lo hicieran de manera pública, el convencimiento de que toda salida a lo que ya se vislumbraba como un proyecto distinto a la democracia representativa, no pasaba por la vía electoral.

2005 ERROR O ACIERTO

En este camino ocurrió un hecho importante: las elecciones parlamentarias del 2005, se realizaban marcadas por el efecto de la consulta revocatoria y una severa derrota opositora en las recientes elecciones regionales y municipales. La oposición unida (en aquel momento no se conoció discrepancia alguna salvo el “acto heroico” de Julio Borges, quien se presentó a consignar el voto)  decidió llamar a la abstención.
Se podría invocar que el llamado resultó victorioso y que incluso estimuló el ausentismo en las propias filas oficialistas como lo reconocieron entonces tanto Chávez como José Vicente Rangel, ya que el 83 por ciento de los electores no ejercieron el sufragio. No obstante, sectores que entonces estimularon el abstencionismo han pasado factura después alegando que por esta razón se le abrió el camino a la institucionalidad autoritaria; lo cual no es cierto ya que en el Parlamento que iba a ser sustituido existía una mayoría al servicio de las decisiones de Miraflores.

Algo parecido ocurrió con las votaciones del pasado domingo. Hasta hace dos meses sectores mayoritarios de la oposición levantaban la tesis de la “salida” que, en esencia, es un planteamiento antielectoral además de voluntarista. En esa línea se convocó a un plebiscito no vinculante el 16 de julio, que impactó sin duda a la población y que aprobó un conjunto de decisiones entre ellas el cambio de gobierno no precisamente por la vía electoral prevista para el 2018.  Ello explica el por qué, además de reparos legales, no hubiera representación opositora en la Asamblea Nacional Constituyente. Ahora, en una decisión que parece recobrar la sensatez política, los mismos sectores han llamado con particular énfasis a acudir a los centros de votación. ¿Qué cambios de fondo se han operado en dos meses para una reformulación estratégica? ¿Acaso la situación social, política y económica no se ha agravado sensiblemente? ¿Las reglas electorales y el árbitro en la materia no son las mismas y el CNE tiene la misma integración del que llamó a la ANC el 30 de julio? Si alguna lectura tuvieron las votaciones regionales es la reafirmación de la tendencia favorable al voto de los venezolanos, lo cual abre el camino y facilita la realización de elecciones municipales y la escogencia presidencial prevista para el próximo año. Más que democrática debería hablarse de “vocación electoral”.

@manuelfsierra
manuelfsierra@yahoo.com
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