Análisis:
No democrática,
vocación electoral
Más allá de los resultados numéricos de las elecciones del
domingo, el hecho cierto es que su sola realización (en un escenario de grave
conflictividad política no exenta de niveles de violencia, tal como ocurrió
entre los meses de abril y julio) significa un acto de confianza en la
democracia y abre la posibilidad para acuerdos en función de la convivencia
entre los venezolanos. Pese a los obstáculos impuestos por el Consejo Nacional
Electoral (CNE), la resistencia de algunos sectores opositores y un clima
nacional que convoca al desánimo, la mayoría de los venezolanos acudirán a
cumplir con el ejercicio cívico. Y es que si algún hecho sirve para confirmar
la llamada “vocación democrática” de la nación es su disposición a cumplir con
el voto por encima del contexto político. La Constitución de 1947 que es
reivindicada como el punto de partida de la verdadera democracia nacional es
valorada porque consagró el sufragio para las mujeres y los analfabetas de
manera directa, universal y secreta.
Desde la muerte de Gómez, la lucha de los sectores
antidictatoriales se centró en lograr esta conquista. La transición
postgomecista de López Contreras y Medina Angarita abrió espacio para cierta participación
ciudadana y avanzó en reformas sociales y económicas pero fue incapaz de
satisfacer la exigencia del sufragio democrático. Sin duda, ese fue el elemento
central que estimuló la conspiración de la Unión Patriótica Militar de Pérez
Jiménez y el liderazgo en AD de Betancourt, Leoni y Prieto Figueroa para el
derrocamiento de Medina y su posterior consagración en el texto constitucional
se reivindica como el paso decisivo para el proceso democrático.
CONTRACORRIENTE
El voto en circunstancias francamente adversas sirvió en la
elección constituyente del 30 de noviembre de 1952 para la victoria de URD, que
en ese momento representaba la decisión de la mayoría de los venezolanos e
incluso de quienes (por razones perfectamente comprensibles) habían levantado
la bandera de la abstención. Fue la exigencia del sufragio por los partidos
clandestinos en 1957 lo que obligó a la dictadura con un férreo control de la
vida nacional (lo cual le otorgaba la opción de un seguro triunfo) que indujo
al dictador y su equipo de juristas encabezados por Vallenilla Lanz y Rafael
Pinzón a inventar la mascarada del
plebiscito que marcó, un poco más de un mes después, la caída de un régimen que
se había soportado en una espectacular transformación física de Caracas y en la
aplicación de políticas desarrollistas en materia siderúrgica, petroquímica y además
una reforma agrícola que sin duda estimularían un voto favorable al llamado
“Nuevo Ideal Nacional”.
La presión del voto
derrotó posteriormente a las tesis abstencionistas de 1963, cuando el país vivía
bajo los efectos de una insurrección guerrillera en las ciudades y en el campo
a reafirmar el camino de la consolidación institucional. Fue la misma
convicción que operó para que en 1998 Hugo Chávez y demás herederos de los
frustrados golpes de Estado de febrero y noviembre de 1992 se inclinaran por el
camino electoral cuando aún las encuestas no reflejaban el curso de una
tendencia que podría resultarle favorable. A lo largo de los últimos años ha
estado presente la tendencia a invocar la tesis del “no voto” con argumentos en
algunos casos sólidos como la desconfianza que despertó la integración y los
instrumentos legales y organizativos del
nuevo sistema electoral, luego del referéndum revocatorio del 15 de agosto del
2004 que ratificó a Chávez hasta el final de su mandato el 2006. En sectores
radicalizados que habían estimulado y participado en jornadas para el
derrocamiento del gobernante seguía privando, aunque entonces no lo hicieran de
manera pública, el convencimiento de que toda salida a lo que ya se vislumbraba
como un proyecto distinto a la democracia representativa, no pasaba por la vía
electoral.
2005 ERROR O ACIERTO
En este camino ocurrió un hecho importante: las elecciones
parlamentarias del 2005, se realizaban marcadas por el efecto de la consulta
revocatoria y una severa derrota opositora en las recientes elecciones
regionales y municipales. La oposición unida (en aquel momento no se conoció
discrepancia alguna salvo el “acto heroico” de Julio Borges, quien se presentó
a consignar el voto) decidió llamar a la
abstención.
Se podría invocar que el llamado resultó victorioso y que
incluso estimuló el ausentismo en las propias filas oficialistas como lo
reconocieron entonces tanto Chávez como José Vicente Rangel, ya que el 83 por
ciento de los electores no ejercieron el sufragio. No obstante, sectores que
entonces estimularon el abstencionismo han pasado factura después alegando que
por esta razón se le abrió el camino a la institucionalidad autoritaria; lo
cual no es cierto ya que en el Parlamento que iba a ser sustituido existía una
mayoría al servicio de las decisiones de Miraflores.
Algo parecido ocurrió con las votaciones del pasado domingo.
Hasta hace dos meses sectores mayoritarios de la oposición levantaban la tesis
de la “salida” que, en esencia, es un planteamiento antielectoral además de
voluntarista. En esa línea se convocó a un plebiscito no vinculante el 16 de
julio, que impactó sin duda a la población y que aprobó un conjunto de
decisiones entre ellas el cambio de gobierno no precisamente por la vía
electoral prevista para el 2018. Ello
explica el por qué, además de reparos legales, no hubiera representación
opositora en la Asamblea Nacional Constituyente. Ahora, en una decisión que
parece recobrar la sensatez política, los mismos sectores han llamado con
particular énfasis a acudir a los centros de votación. ¿Qué cambios de fondo se
han operado en dos meses para una reformulación estratégica? ¿Acaso la
situación social, política y económica no se ha agravado sensiblemente? ¿Las
reglas electorales y el árbitro en la materia no son las mismas y el CNE tiene
la misma integración del que llamó a la ANC el 30 de julio? Si alguna lectura
tuvieron las votaciones regionales es la reafirmación de la tendencia favorable
al voto de los venezolanos, lo cual abre el camino y facilita la realización de
elecciones municipales y la escogencia presidencial prevista para el próximo
año. Más que democrática debería hablarse de “vocación electoral”.
@manuelfsierra
manuelfsierra@yahoo.com
http://manuelfelipesierra.blogspot.com/
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