lunes, 23 de abril de 2018

ANÁLISIS

CAMBIO EN CUBA: ¿CAPITALISMO O DEMOCRACIA?

Faltando un día para su cumpleaños cincuenta y ocho, el 19 de abril la IX Legislatura de la Asamblea de Cuba designó a Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez como Presidente del Consejo de Estado, equivalente a la Presidencia de la República en otros países. Lo que resultaría un acto rutinario en la tradición democrática, en este caso reviste un especial significado por lo que podrían ser sus alcances en el futuro de la isla. Por primera vez después de casi seis décadas el poder deja de estar en manos de los hermanos Fidel y Raúl Castro, líderes de la revolución que depuso al dictador Fulgencio Batista el primero de enero de 1959 para dar paso a un proceso que tempranamente adoptó la definición marxista leninista, trayendo al continente americano el modelo impuesto en la Unión Soviética (hoy Federación de Rusia) desde 1917.
Durante 49 años Fidel Castro protagonizó un proceso de indudable gravitación en la política internacional, sucedido en 2006 (por razones de salud) por su hermano Raúl quien completa doce años en las responsabilidades prácticas del mando, pero sin duda hasta la muerte de Fidel en noviembre del 2016, bajo la influencia del incuestionable líder fundador. Ese simple hecho confiere particular trascendencia al nombramiento de Díaz-Canel quien ejercía la Vicepresidencia y que ya se consideraba como el “benjamín de la revolución”. Ingeniero electrónico, nacido luego del ascenso de los Castro y sin mayores relaciones con la estructura militar dominante, ha sido en cambio un disciplinado militante de la Juventud Comunista desde 1987 hasta 1993 cuando inicia su ascenso en los niveles del partido y en importantes cargos públicos.
¿El hecho significa un cambio de rumbo en la política de La Habana? ¿Podría afirmarse que finaliza en términos políticos la hegemonía de los hermanos Castro? ¿Puede avizorarse un nuevo rumbo que implique la plena apertura de la economía, el comienzo de cambios a favor de la democracia y la conquista de libertades públicas? Ciertamente Raúl Castro seguirá ejerciendo como Primer Secretario del Partido Comunista, el órgano máximo de decisión por imperativo constitucional, además en la jefatura de un Ejército que tiene en él a su verdadero constructor. Ello hace que para muchos observadores se trate de una simple rotación de nombres, sin que ello signifique la posibilidad de nuevos rumbos por la puesta en práctica de rectificaciones en el plano económico y político. No obstante, es claro que el nombramiento de Díaz-Canel representa el cese de la “generación histórica” y más aún del uso del nombre de los Castro como la principal referencia de un hecho histórico fundamental en la política de los últimos tiempos.
Desde hace unos años, ya durante el mandato de Raúl se inició una tímida  apertura económica determinada por los cambios operados en la escena internacional. Para algunos analistas la presencia todavía en vida de Fidel condicionaba esos cambios y ajustes por el peso aún vigente de la épica revolucionaria de los años sesenta. Una vez desaparecido el conductor supremo y ahora (aunque mantenga áreas decisivas del mando) el retiro de Raúl de las tareas administrativas fundamentales se abriría un espacio para que puedan cristalizar las demandas de flexibilización impuestas por las condiciones de severa estrechez económica que todavía afectan a la población cubana.

STALIN Y MAO TSE TUNG

En este sentido suele tomarse como un ejemplo lo ocurrido en la Unión Soviética y China, las dos referencias clásicas del comunismo, en las cuales se operaron cambios de política y avances hacia la modernización económica capitalista sólo cuando Stalin dejó de existir, dando paso a gobiernos civiles encabezados por Nikita Kruschev, en los años noventa por Mijaíl Gorbachov con su famosa “Perestroika” que configuraron nuevos esquemas de producción y de comercio y ahora Vladimir Putin con notable influencia en la escena europea. En China a la muerte de Mao Tse Tung se impusieron las reformas propuestas por Deng Xiaoping que despejaron el camino hacia el actual y veloz desarrollo capitalista. Ambos casos demostrarían cómo la herencia de la epopeya de sus líderes suelen operar como obstáculos para reformas que contradigan el rumbo inicial de la revolución mientras ellos vivan.
Sin duda, la tendencia a la apertura cubana ya en marcha aunque insuficiente se orienta a la construcción de una base económica fortalecida por la inversión extranjera que apuntala ciertos desarrollos capitalistas, sin que ello implique una automática democratización en el plano político, por cuanto ello sería suponer que los Castro, aún con vida pese a la carga de los años renunciaran a su propia leyenda. Como profetizaba en Caracas hace unos años el luchador anticastrista Ángel del Cerro, “Cuba puede avanzar hacia el capitalismo, pero no necesariamente hacia la democracia”.

JUICIO A MADURO

                La Asamblea Nacional con ciento cinco votos aprobó dirigirse al TSJ en el exilio para aceptar su solicitud de iniciar un antejuicio al Presidente Nicolás Maduro por presuntos hechos de corrupción, vinculados con la transnacional brasilera Odebrecht, una ruta que ya han recorrido varios gobernantes vecinos. Más allá de la viabilidad del recurso y de sus efectos prácticos, tomando en cuenta el contexto político nacional, la iniciativa sirve a los sectores opositores (por la votación todos coincidentes en este caso) para reforzar la estrategia de acorralamiento del Gobierno ofreciendo a la llamada “comunidad internacional” un nuevo elemento para sus iniciativas destinadas a deslegitimar las elecciones del veinte de mayo. Sin embargo, no luce posible que el planteamiento pueda tener mayores consecuencias en términos de la gobernabilidad del mandatario, ni tampoco para complicar o influir decisivamente en la campaña electoral en marcha. Con “saludos a la bandera” también se hace política.

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