ANÁLISIS
CAMBIO EN CUBA:
¿CAPITALISMO O DEMOCRACIA?
Faltando un día para su cumpleaños cincuenta y ocho, el 19 de abril la IX
Legislatura de la Asamblea de Cuba designó a Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez
como Presidente del Consejo de Estado, equivalente a la Presidencia de la
República en otros países. Lo que resultaría un acto rutinario en la tradición
democrática, en este caso reviste un especial significado por lo que podrían
ser sus alcances en el futuro de la isla. Por primera vez después de casi seis
décadas el poder deja de estar en manos de los hermanos Fidel y Raúl Castro,
líderes de la revolución que depuso al dictador Fulgencio Batista el primero de
enero de 1959 para dar paso a un proceso que tempranamente adoptó la definición
marxista leninista, trayendo al continente americano el modelo impuesto en la
Unión Soviética (hoy Federación de Rusia) desde 1917.
Durante 49 años Fidel Castro protagonizó un proceso de indudable
gravitación en la política internacional, sucedido en 2006 (por razones de
salud) por su hermano Raúl quien completa doce años en las responsabilidades
prácticas del mando, pero sin duda hasta la muerte de Fidel en noviembre del
2016, bajo la influencia del incuestionable líder fundador. Ese simple hecho
confiere particular trascendencia al nombramiento de Díaz-Canel quien ejercía
la Vicepresidencia y que ya se consideraba como el “benjamín de la revolución”.
Ingeniero electrónico, nacido luego del ascenso de los Castro y sin mayores
relaciones con la estructura militar dominante, ha sido en cambio un
disciplinado militante de la Juventud Comunista desde 1987 hasta 1993 cuando
inicia su ascenso en los niveles del partido y en importantes cargos públicos.
¿El hecho significa un cambio de rumbo en la política de La Habana?
¿Podría afirmarse que finaliza en términos políticos la hegemonía de los
hermanos Castro? ¿Puede avizorarse un nuevo rumbo que implique la plena apertura
de la economía, el comienzo de cambios a favor de la democracia y la conquista
de libertades públicas? Ciertamente Raúl Castro seguirá ejerciendo como Primer
Secretario del Partido Comunista, el órgano máximo de decisión por imperativo
constitucional, además en la jefatura de un Ejército que tiene en él a su
verdadero constructor. Ello hace que para muchos observadores se trate de una
simple rotación de nombres, sin que ello signifique la posibilidad de nuevos
rumbos por la puesta en práctica de rectificaciones en el plano económico y
político. No obstante, es claro que el nombramiento de Díaz-Canel representa el
cese de la “generación histórica” y más aún del uso del nombre de los Castro
como la principal referencia de un hecho histórico fundamental en la política de
los últimos tiempos.
Desde hace unos años, ya durante el mandato de Raúl se inició una tímida apertura económica determinada por los cambios
operados en la escena internacional. Para algunos analistas la presencia
todavía en vida de Fidel condicionaba esos cambios y ajustes por el peso aún
vigente de la épica revolucionaria de los años sesenta. Una vez desaparecido el
conductor supremo y ahora (aunque mantenga áreas decisivas del mando) el retiro
de Raúl de las tareas administrativas fundamentales se abriría un espacio para
que puedan cristalizar las demandas de flexibilización impuestas por las
condiciones de severa estrechez económica que todavía afectan a la población
cubana.
STALIN Y MAO TSE
TUNG
En este sentido suele tomarse como un ejemplo lo ocurrido en la Unión
Soviética y China, las dos referencias clásicas del comunismo, en las cuales se
operaron cambios de política y avances hacia la modernización económica
capitalista sólo cuando Stalin dejó de existir, dando paso a gobiernos civiles
encabezados por Nikita Kruschev, en los años noventa por Mijaíl Gorbachov con
su famosa “Perestroika” que configuraron nuevos esquemas de producción y de
comercio y ahora Vladimir Putin con notable influencia en la escena europea. En
China a la muerte de Mao Tse Tung se impusieron las reformas propuestas por Deng
Xiaoping que despejaron el camino hacia el actual y veloz desarrollo
capitalista. Ambos casos demostrarían cómo la herencia de la epopeya de sus
líderes suelen operar como obstáculos para reformas que contradigan el rumbo
inicial de la revolución mientras ellos vivan.
Sin duda, la tendencia a la apertura cubana ya en marcha aunque
insuficiente se orienta a la construcción de una base económica fortalecida por
la inversión extranjera que apuntala ciertos desarrollos capitalistas, sin que
ello implique una automática democratización en el plano político, por cuanto
ello sería suponer que los Castro, aún con vida pese a la carga de los años
renunciaran a su propia leyenda. Como profetizaba en Caracas hace unos años el
luchador anticastrista Ángel del Cerro, “Cuba puede avanzar hacia el
capitalismo, pero no necesariamente hacia la democracia”.
JUICIO A MADURO
La Asamblea Nacional con ciento
cinco votos aprobó dirigirse al TSJ en el exilio para aceptar su solicitud de iniciar
un antejuicio al Presidente Nicolás Maduro por presuntos hechos de corrupción,
vinculados con la transnacional brasilera Odebrecht, una ruta que ya han
recorrido varios gobernantes vecinos. Más allá de la viabilidad del recurso y
de sus efectos prácticos, tomando en cuenta el contexto político nacional, la
iniciativa sirve a los sectores opositores (por la votación todos coincidentes
en este caso) para reforzar la estrategia de acorralamiento del Gobierno
ofreciendo a la llamada “comunidad internacional” un nuevo elemento para sus
iniciativas destinadas a deslegitimar las elecciones del veinte de mayo. Sin
embargo, no luce posible que el planteamiento pueda tener mayores consecuencias
en términos de la gobernabilidad del mandatario, ni tampoco para complicar o
influir decisivamente en la campaña electoral en marcha. Con “saludos a la
bandera” también se hace política.
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