miércoles, 18 de julio de 2018

La protesta: de social a política

Desde hace varios años Venezuela encabeza el ranking en materia de conflictividad social en América Latina, sin que ello tenga correspondencia con la conflictividad política en la cual según el Instituto para la Economía y la Paz el país se ubica en la posición (143) después de Colombia (146). Se han tratado fundamentalmente de protestas y manifestaciones a nivel nacional que exigen soluciones de problemas como la falta de agua, electricidad y las exigencias en materia salarial para empresas públicas y privadas en las cuales participan ciudadanos de todas las militancias políticas de gobierno y oposición. El dato llama la atención de especialistas porque este tipo de conflictividad no se haya vinculado a la conflictividad política, a través de manifestaciones, las famosas “guarimbas”, y con la represión directa de la Guardia Nacional Bolivariana y organismos policiales que arrojaron un apreciable saldo de muertos y heridos en los años 2014 y 2017. Una de las explicaciones del llamado “a la salida” formulado por Voluntad Popular, Primero Justicia y Vente Venezuela y encabezado por Leopoldo López radicaba en que supuestamente activando una especie de “foquismo urbano” podrían darse las condiciones para una emergencia que facilitara la renuncia de Maduro o un cambio de gobierno que abriera paso a la transición.
     Ahora las circunstancias han cambiado una vez que la crisis económica y social se ha extendido a toda la población por el disparo hiperinflasionario el deterioro cada vez más grave de los servicios de agua y electricidad complicado por el colapso del transporte público y privado y las dificultades que existen para la operación más elemental y rutinaria como el cambio de la moneda.
     Últimamente el paro de los profesionales de la salud; de los educadores universitarios y de primaria; las protestas laborales que sumaron a 708 durante el primer trimestre del año, la generada escasez de agua en todo el ámbito nacional, al igual que la electricidad y las exigencias cada vez mayores por el derecho a la alimentación, habrán de incrementarse necesariamente en los próximos días. Un cuadro que implica respuestas del gobierno pero que también tienen que ver con lo que será la conducta de los sectores opositores más radicales. Si bien, es lógico que exista apoyo y solidaridad con los compatriotas que encabezan estas demandas, también es cierto que existe el riesgo de que ellas sean innecesariamente contaminadas por el activismo “guarimbero”, lo cual desvirtuaría la naturaleza de las acciones y facilitaría al gobierno una operación represiva con las consecuencias ya conocidas y que pospongan las respuestas necesarias ante la crisis. Para el gobierno la situación es extremadamente grave, toda vez que hasta ahora no ha existido la intención de abordar estos asuntos en términos inmediatos y con medidas que se consideren creíbles y que además arrojen resultados en el corto tiempo, para una problemática que habrá de agravarse pero ahora sí vinculada con la conflictividad social. Una combinación de altísima combustión que normalmente conduce a salidas violentas sin descartar el riesgo de una implosión, que en este caso asumiría características inéditas tanto que ha convocado el interés y la atención de los organismos internacionales y también de países en todo el mundo. Ante ello se impone el diálogo y la búsqueda de políticas conjuntas no sólo entre las cúpulas partidistas que en este sentido no tienen mayor injerencia, sino con los actores sociales afectados de modo directo y que son los únicos que podrían contribuir a evitar la tentación de la violencia e incluso de la guerra.     


EL ALIADO TURCO
La visita  de Nicolás Maduro a la toma de posesión del presidente Recep Erdogan funcionó como pretexto para  nuevos acercamientos con los gobiernos de Rusia, Irán y China que conforman una alianza, al margen del tema ideológico, de coincidencias comerciales y económicas que tiene como eje al gobierno de Vladimir Putin. El nuevo bloque se fortalece al mismo tiempo con la política proteccionista que aplica Donald Trump en Estados Unidos que procura el apoyo de sectores sociales y regiones del país afectadas por la globalización y que además  constituyen su piso electoral en función de la venidera elección legislativa y luego la reelección presidencial. Maduro anunció además acuerdos bilaterales con Turquía en materia energética, minera, transporte, aérea y agricultura y son conocidas sus relaciones con el mandatario turco que enfrenta sanciones y propuestas de aislamientos diplomáticos. Curiosamente, en el curso de este año han sido reelectos Putin, Maduro y Erdogan en procesos comiciales y con denuncias de graves irregularidades por la oposición. También sus gobiernos definen un tipo de democracia autoritaria divorciada de la democracia representativa y también del extinto “socialismo real” de la postguerra.

LA FAKE NEW
Cobra fuerza el debate y la preocupación por el avance, al mismo ritmo con la expansión del periodismo digital de la “Fake News”, de la noticia falsa que se ha convertido prácticamente en una forma paralela de comunicación contraria a los valores propios del oficio y la función social del periodismo. Siempre existió el riesgo de la manipulación de la noticia que tuvo expresión a comienzos del siglo XX con el “periodismo amarillista” pero que no se podría ejerce impunemente con los límites impuestos por la prensa impresa, luego radial y televisiva. La explosión de las redes sociales –que ha significado un espectacular y saludable salto favorable para editores, periodistas y público lector-, ha facilitado también el negocio de la mentira mediante la tergiversación impune de la verdad de los hechos noticiosos. Una situación que se extiende y provoca las advertencias del Papa Francisco, el parlamento europeo que considera mecanismos en contra sin que ello pueda considerarse censura y especialmente de los propios periodistas que se enfrentan a una competencia irresponsable y dañina para la colectividad. El escritor español Javier Cercas escribe: “ahora el periodista tiene una doble función, además de buscar la verdad está obligado también a desenmascarar la mentira”.

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