Análisis
IV CONGRESO DEL PSUV: UNIDAD O
DISIDENCIA
EL IV
Congreso del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) se realizará entre
los días 28, 29 y 30 de julio en un marco de expectativa ya no solo confinadas
a los militantes de la organización, sino también por lo que pudiera incidir
como respuesta a la crisis nacional. El PSUV se fundó el 14 de marzo de 2008,
hace justamente 10 años, luego de que en el 2006 Hugo Chávez fuera reelecto por
segunda vez y meses después de la derrota de su reforma presidencial que abriría
paso al cambio de la revolución bolivariana al socialismo del siglo XXI.
Ambos
hechos, convencieron al mandatario y líder de la alianza chavista que debería
apostar a la tesis del “partido único de la revolución” para ejercer un control
más directo del gobierno y profundizar su propuesta ideológica ya que en el
evento de la reforma se había demostrado que esta no era fácilmente digerida
por la población. En aquel momento se
planteó la transformación del MVR, (la fuerza mayoritaria del oficialismo)
junto con los partidos aliados en una organización única. Sin embargo el
Partido Comunista, Patria Para Todos (PPT), MEP y Podemos, así como
agrupaciones menores decidieron resguardar sus propios perfiles.
Las
circunstancias favorecían este plan toda vez que en la oposición desparecía la
Coordinadora Democrática; y la fuerza opositora aún carecía de una dirección orgánica
y resultada afectada también por el llamado abstencionista a las elecciones parlamentarias del 2005 que
la dejaron sin participación en una Asamblea Nacional que habría que pasar
entonces por la vía legislativa la mayoría de los contenidos rechazados en el proyecto
de reforma. Se unía al hecho que justamente en esos años los precios petroleros
alcanzaron sus más elevados precios, una tendencia que por cierto personeros
oficialistas del área aseguraban que se mantendría por largo tiempo.
LA MUERTE DE CHÁVEZ
En mayo de
2011, Hugo Chávez debió suspender una gira por Brasil, Ecuador y Cuba por una
severa dolencia que fue diagnosticada en La Habana como un cáncer en estado crítico,
justamente un año antes de las elecciones presidenciales del 2012. Siendo más
que el Presidente, el conductor de un curioso proceso histórico y poseedor de
una personalidad carismática, las repercusiones se hicieron sentir en la
política nacional e internacional, pero por supuesto en particular en las filas
del PSUV donde comenzó a considerarse la
segura necesidad de un relevo; mientras que la oposición con razón apostaba a
que la desaparición del líder abría espacio para un cambio político o en todo
caso, a una moderación y reajuste de sus principales políticas.
EL MADURISMO
En situación
precaria de salud Chávez fue reelecto en octubre de 2012 frente a Henrique Capriles Radonski, candidato de la Mesa
de la Unidad Democrática (MUD), sin embargo, en una última visita relámpago al
país en diciembre de ese año, públicamente propuso a su canciller Nicolás
Maduro como sucesor. Chávez murió en marzo de 2013, días antes de la toma de
posesión y se convocó nueva consulta presidencial en la cual el sucesor resultó
electo por estrecho margen frente al mismo aspirante opositor de octubre.
Comenzaba de
esta manera una nueva etapa del proceso bolivariano, pero ahora sin la
conducción de quien más que líder era el símbolo emocional incluso de una
supuesta nueva versión del socialismo latinoamericano. En ese momento y de
manera inexplicable ni el gobierno ni la oposición tomaron en cuenta que era el
tiempo para aproximar coincidencias y procurar un consenso nacional que fuera
capaz de atenuar una clara e inevitable crisis. La situación siguió igual para
el gobierno y solo se trasladaba el poder real de un militar a un civil vinculado a las luchas de la izquierda radical de los
años 80; y en la oposición se consideró que desparecido Chávez, ni Maduro o
ningún otro sucesor estaría en condiciones de ejercer ni medianamente su
liderazgo y en consecuencia, era posible regresar a la refriega del 2002, 2003
y 2004 ahora con la consigna: “Maduro, vete ya”.
Sobre esa
base se profundizó la confrontación política y se generó en el PSUV un proceso
de silenciosa recomposición interna; Jorge Giordani, el gurú de la economía
hasta entonces; Héctor Navarro, Rafael Ramírez, Luisa Ortega Díaz marcaron
distancia de las líneas políticas del ahora “chavismo- madurismo”; el general Miguel Rodríguez Torres aunque
algunos meses fue mano derecha de Maduro en materia de inteligencia y otros
oficiales del chavismo originario también se plantearon nuevos caminos; y sectores
de la oposición con el argumento de que “Maduro no es Chávez” y además tomando
en cuenta la caída de los precios del petróleo y los efectos que ellos tenían
en una economía basada en el ingreso fiscal
petrolero, pronosticaron una inmediata salida.
EL COLAPSO NACIONAL
Los signos
del agotamiento del rentismo petrolero que ya se registraban en los años
ochenta ahora se agravaban con un demencial incremento del gasto social
improductivo a través de misiones sociales y dádivas como los famosos “raspa
cupos” y con la pretensión absurda de reproducir un modelo económico inviable y
fracasado estruendosamente en los países que todavía para la retórica del
chavismo suelen considerarse como ejemplos de una “revolución exitosa”.
En ese marco
se reunirá el IV Congreso del PSUV con corrientes internas que luchan por el
control del aparato como la que liderizan Diosdado Cabello y Pedro Carreño en
la llamada “línea dura”, la encabezada por el economista Jesús Farías que
públicamente propone una urgente revisión de las políticas económicas con la
eliminación del control de cambio y la liberación del juego de los factores
económicos internos; y Elías Jaua, quien reivindica el rescate de los valores originales
del chavismo en los años noventa. Habría que tomar en cuenta también que en la elección
presidencial del 20-M, pese a realizarse sin presencia opositora y con un
creciente control de todos los poderes el candidato Nicolás Maduro (es decir,
el heredero de Chávez) vio disminuida sensiblemente su votación en un evento
que era fundamental para mantener la gobernabilidad y preservar el legado del “Comandante
Supremo”.
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