Análisis
22/01/2003
23 DE ENERO
ENTRE PÉREZ JIMENEZ
Y CHÁVEZ
Manuel Felipe Sierra
Hoy se recuerdan 45 años del 23 de enero de 1958, una fecha que marca la caída aparatosa de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. En la madrugada de ese día, el dictador abandonó despavorido el país desde La Carlota y encontró refugio inicial en República Dominica, donde el siniestro Rafael Leonidas “chapita” Trujillo, oficiaba como décano de los tiranos caribeños.
Pérez Jiménez sale de La Carlota tres días después de una huelga general, decretada por la Junta Patriótica, una organización clandestina integrada por Acción Democrática, COPEI, Unión Repúblicana Democrática y el Partido Comunista; y presidida por el reportero de El Nacional Fabricio Ojeda. El paro produjo algunas expresiones de calle, fundamentalmente en Caracas y se soportó en las organizaciones estudiantes y los editores y periodistas.
Ya desde noviembre de 1957, después de un grotesco plebiscito montado con el propósito de relegitimar el régimen dictatorial, sin la presencia de la oposición, cuyos partidos permanecían proscritos. Pérez Jimenez entró en desgracia. Su huída era esperada como un hecho inminente e inevitable. El 21 de noviembre de ese año los estudiantes universitarios y liceistas iniciaron una protesta que contaminó el país de modo irremediable. El 1 de enero del 58 estalló el pronunciamiento de un grupo de jóvenes oficiales de la Aviación en Maracay que sobrevolaron Caracas y la acción del teniente coronel Hugo Trejo, quién se erigió en la principal referencia de los oficiales insurgentes.
El 23 de enero se canceló una etapa oprobiosa. La dictadura conoció dos momentos: desde el 24 de noviembre de 1948 cuando fue derrocado el maestro y novelista Rómulo Gallegos por una Junta Militar integrada por Carlos Delgado Chalbaud, Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Lloverá Pàz ( en noviembre de 1950 Delgado fue asesinado por un comando encabezado por el legendario guerrillero falconiano Rafael Simón Urbina y sustituido por el entonces embajador en Perú Germán Suarez Flamerich) hasta el 2 de diciembre de 1952 cuando se consumó el desconocimiento de los comicios convocados para una Asamblea Constituyente. Con los votos, las planchas de URD, el partido de Jóvito Villaba derrotó de manera apabullante las fórmulas oficialistas.
Pérez Jimenez tomó el camino de la dictadura desembozada y abiertamente represiva. Decenas de opositores fueron asesinados, torturados y aventados al exilio. Pedro Estrada se convirtió en un símbolo del terror. Si bien es cierto, que por la vía del otorgamiento de concesiones petroleras se incrementó el ingreso fiscal; se aceleró la urbanización del país y se levantaron grandes obras públicas muchas de las cuales aún constituyen testimonios de una época de esplendor.
La implantación del sistema democrático echó raíces suficientemente sólidas. La alternabilidad partidista a partir de 1968, ciertamente, rutinarizó la vida política por el fácil juego entre dos cúpulas partidistas que terminaron no sólo por repartise el poder sino por operar como factores de obstrucción para la participación ciudadana. No obstante, Venezuela vivió un vigoroso proceso de transformación y la inversión pública se orientó hacía la educación, la salud y la infraestrctura. Pero lo más importante de esos años fue la internalización de los valores democráticos en la vida nacional. La democracia no es ya una abstracción conceptual, ni el apego mecánico “al menos malo de los sistemas políticos” sino una conquista que se asume en los hechos cotidianos y a despecho de clases sociales.
Hace cuatro años -a poco más de un mes de la elección de Hugo Chávez Frías- se planteó un debate sobre el significado de este día. Para el nuevo mandatario, apuntalado en un proceso constituyente, tenía que ser visto como una apotéosis de lo que él considera la razón de ser de la tragedía nacional: las últimas cuatro décadas. El año pasado la oposición relanzó el 23 de enero como un hito emblemático de la democracia. Cientos de miles de caraqueños desfilaron por las calles como derivación del paro cívico del 10 de diciembre y a lo largo del 2002 se repitieron acciones de masas que han reoxigenado la política y que condujeron al paro cívico –con preeminencia del sector petrolero- que ya se acerca a los dos meses y ha determinado la facilitación de la OEA y la reciente creación de un Grupo de Países Amigos.
¿Es posible establecer paralelos entre la dictadura de Pérez Jimenez y la Revolución Bolivariana de Chávez?. Obviamente, no existen comparaciones exactas en la historia. Pérez Jimenez llegó al poder, primero mediante un clásico golpe militar y se consolidó gracias un escandaloso fraude electoral.Chávez, accedió al poder por el voto popular y fue relegitimado por esa vía el 2000. Pero sin hacer muchos esfuerzos de interpretación podría encontrarse un parentesco entre la primera etapa de la Junta de Delgado Chalbaud y Suarez Flamerich con lo que ha vivido el país en los últimos años.
En Venezuela existe un régimen con clara y creciente tendencia autoritaria. Es verdad, que no hay partidos ilegalizados, ni se han cerrado medios de comunicación. Pero se desarrolla un persistente hostigamiento -ya con saldo de muertos- por las bandas armadas del oficialismo contra las protestas opositoras; y los medios y los periodistas se desempeñan bajo un clima de amenazas y agresiones nunca antes conocido. Se ha producido la militarizaciòn del Estado y la Fuerza Armada Nacional se ha tratado de convertir en una facción del partido de gobierno. Los poderes públicos permanecen secuestrados por el Ejecutivo. La violencia es estimulada y financiada desde Miraflores. Chávez se opone –cosa que curiosamente no hizo Pérez Jiménez, incluso a la convocatoria de un referéndum consultivo mandatado constitucionalmente y sin efecto vinculante.
El país vive la paralización más prolongada y generalizada de su historia. Durante casi dos meses las calles son recorridas por robustas marchas encabezadas principalmente por mujeres y jóvenes que activan con inusitado vigor en la confrontación cívica. ¿Es posible lograr una acción de esta magnitud si los anticuerpos democraticos de la población no se hubiesen desencadenado?. Como se sabe ya no existen espacios para la viejas dictaduras. Ahora los régimenes dictatoriales son conocidos con la piadosa denominación de “nuevo autoritarismo”. No deja de llamar la atención que el día de hoy haya sido escogido por el oficialismo para la “toma de Caracas”. Hasta los símbolos de la democracia pretenden ser confiscados por quienes representan todo lo contrario. Por ahora.
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